El mejor aeródromo del país estuvo en Castelar
El Instituto y Archivo Histórico de Morón tiene como objetivo preservar la memoria material del pueblo que le da nombre. Entre sus tesoros se encuentran las historias, acontecimientos y anécdotas que le dan forma a la identidad del partido y sus localidades. Castelar Digital tuvo la suerte de recorrer sus instalaciones y conocer el trabajo que allí se realiza (Ver: Cuidando la memoria de Morón), además sus publicaciones, ya sea en formato revista o bien su perfil en las redes sociales, cuentan los detalles que esconden cada rincón del municipio. Ejemplo son la historia del Palacio Municipal o de instituciones como Arenil, solo por nombrar algunos.
Bajo la firma de Agustín Algaze, coordinador e investigador del Instituto, se cuenta cómo llegaron los primeros aviones, cómo creció la aviación en Castelar, en la zona delimitada por las calles Arias, España, Lincoln y las vías del ferrocarril, de manera paralela pero independiente de lo que luego sería el Aeródromo de Morón y la Base Aérea de Morón o incluso el Aeropuerto de el Palomar y su I Brigada Aérea. Los pioneros de las alas en nuestra ciudad fueron la Misión Italiana y luego el Centro de Aviación Civil, instituciones pioneras en nuestro país. Castelar Digital replica parte de este relato e invita a sus lectores a conocer toda la investigación en la publicación del Instituto y Archivo Histórico de Morón:
Hacia 1920 aún existían en Castelar terrenos de grandes dimensiones muy próximos a la estación, que permanecían indivisos y sin construcciones. En uno de ellos, propiedad del Dr. Laureano Rufino, se instalaron la Sociedad Aeronáutica Italiana Argentina de aviación y el Centro de Aviación Civil, dando origen al aeródromo que destacó a Castelar por más de una década.
En nuestro país, la aviación había tenido hasta entonces características recreativas y deportivas; los primeros veinte años del siglo XX fueron riesgosos tiempos de exhibiciones, carreras y aprendizaje.
El comienzo de la Primera Guerra mundial, en 1914, significó la escasez de muchos bienes industriales importados y repercutió negativamente en la economía de un país que dependía de la exportación agropecuaria y la importación de bienes de consumo e industriales de Europa. Como no podía ser de otra manera, la actividad aeronáutica en Argentina se vio afectada por el efecto combinado de la orientación de las industrias europeas a la demanda de guerra y la enorme merma de capacidad de bodega en buques comerciales, restringiéndose la llegada de aeronaves y repuestos.(…) Finalizado el conflicto, los veteranos de guerra que retornaron al país continuaron sus trayectoria de pilotos en la aviación civil o militar, al tiempo que se reactivó la importación de aeronaves (muchas de ellas fueron aviones de combate reacondicionados para uso civil y comercial en talleres de nuestro país), repuestos y combustible.
(…)Desde marzo, se asentaron en El Palomar compañías mixtas de aviación militar, capacitación civil y transporte de pasajeros de las misiones militares francesa, británica e italiana. Pero en enero de 1920 un accidente fatal de un alumno llevó a que se las autoridades militares cancelaran las operaciones civiles en el aeródromo militar. Esta medida generó el surgimiento de tres aeródromos emplazados sobre terrenos alquilados: en San Isidro se instalaron la River Plate Avitation Co. y la Compañía Franco Argentina de Transportes Aéreos; en San Fernando comenzó a operar la Escuela de Aviación Curtiss Aeroplane and Motor Corporation; y la misión italiana se trasladó a Castelar, bajo el nombre primero de Sociedad de Aeronáutica Italiana Argentina (o Italo-Argentina) y luego Sociedad Base Aérea Italiana.
En la segunda mitad de 1926 el Centro de Aviación Civil volvió a radicarse en Castelar, adquiriendo todas las instalaciones propiedad de la Sociedad Ítalo- Argentina. En la revista del Centro, se anunciaba con orgullo “contar con el mejor aeródromo, que por su ubicación y comodidades de todo género, existe en la República”[11]. Ubicado a cuatro cuadras de la estación -lo que significaba media hora de Plaza de Mayo-, con un excelente acceso, capacidad para 13 aviones, taller mecánico, depósito de combustibles y una importante casilla de madera italiana utilizada en la guerra que contenía 8 habitaciones y diversos salones, el Centro se consolidaba como uno de los mejores del país.
Sin embargo, lo que en 1921 era una ubicación estratégica, diez años después ya no lo era tanto producto de la creciente urbanización del pueblo. Desde su origen, como todos los creados en los alrededores de Buenos Aires, tenía el inconveniente de tener limitada su expansión e ir quedando cercado por viviendas, comercios e industrias. Comenzaban a sentirse a través de la prensa quejas de los vecinos por las “continuas piruetas y acrobacias inútiles sobre las casas cuando podrían y deberían hacer estas cosas sobre el campo […] Hay aviadores que en su temeridad vuelan tan bajo, dando motivo con ello a continuos sobresaltos en las familias radicadas en los alrededores”[15]. “Casas” en los “alrededores” no significaba un lugar propicio para la instrucción de pilotos.
En función de estos inconvenientes (y suponemos de la finalización de algún plazo contractual con los herederos del Dr. Rufino que desearían lotear el campo) en abril de 1935 el Centro de Aviación Civil se trasladó a un aeródromo en Quilmes.
El de Castelar se desarmó. La propiedad fue fraccionada y vendida en cuatro grandes lotes, y se dispuso la creación de una plaza, que fue la “de los Españoles”. Luego se sucedieron fraccionamientos más pequeños que posibilitaron la urbanización de la zona.
Este pormenorizado resumen publicado por Castelar Digital no alcanza para conocer el informe completo presentado por el Archivo Histórico y su trabajo en general, todo fanático avionero, vecino interesado o curioso puede leer la investigación completa en este LINK.
Redacción: Leandro Fernandez Vivas
Fuente: Instituto y Archivo Histórico de Morón