Maite Ormaechea, solidaridad y cooperación en el barrio
Entre sus calles, algunos vecinos son más conocidos que otros, o más recordados por las labores brindadas a la pequeña sociedad. Este es el caso de Maite Ormaechea que formó parte de varias cooperadoras y de La Salita en donde siempre buscó el progreso y el bienestar de Castelar y sus habitantes.
Llegó al país con apenas unos años escapando, junto con su familia, de la Guerra Civil Española. Apenas arribada al puerto de Buenos Aires, y con 3 años de edad, conoció a su padre. Pero debió esperar unos años más para conocer la que sería su patria chica, nuestra ciudad.
Vivió en Flores, luego en San Martín, después en Haedo, y por fin, bien entrada la década del 50, llegó a Castelar. Aquí creció y también crecieron sus hijos. Aquí acompañó con su trabajo el crecimiento de las instituciones por donde transitó.
“Viví en el centro, Montes de Oca entre Casares y Avellaneda. Era todo mas pueblo. Las calles importantes no tenían asfalto, la calle de la escuela 7 no tenía asfalto. En la plaza de los inmigrantes había una laguna”, recordó Maite para Castelar Digital.
Pero su dedicación al pueblo comenzó con sus hijos. Se casó con un compañero del colegio Dorrego y se mudó a una casa en la calle Italia. Cuando su primer hijo comenzó las clases en la Escuela 7 Tomas Espora en la calle Arredondo, ingresó en la Cooperadora, donde estuvo por 14 años. “Cuando mi hijo empezó la primaria, hace treinta y pico de años, ingresé primero al Club de Madres y después me quede en la cooperadora. Desde que empezó el más grande y terminó la más chica estuve en la cooperadora. Nosotras trabajábamos muchísimo. Éramos todos afines a nuestras ideas, levantamos la escuela. Hacíamos quermeses, fiestas asados, valorizamos el edificio”, destacó la vecina quien compartió tareas y tardes con otros conocidos vecinos por sus trabajos solidarios. Se codeó con Juan Carlos Turco y su esposa, Dora Sayago; Marta Fabularo, Norma Jalle; Inés Miori; Eve Casarino; Maria Elena Bajo; Norma Chavez, Sonia de Jausoro; Norma Marinelli; Ester Parrilla y Susana Miori, entre otros.
“A Turco lo conocí en la escuela, por esas casualidades. Cuando yo ingrese en el club de madres se iba a hacer el 90 aniversario de la escuela. Después hicimos otra comisión para los 100 años y después ya fui dejando. Como mis chicos más chicos fueron al Aupi yo también forme parte del Aupi”, destacó Maite.
La primera experiencia en la cooperadora de la 7 la llevó a integrar también la cooperadora del colegio de Ituzaingó y a fundar la asociación del Centro Recreativo 501. Pero una de las obras más importantes de la vecina fue la creación de la Escuela Secundaria 12 en Castelar Norte.
Los vecinos de la zona entendieron que se necesitaba un colegio secundario en la zona norte. La ciudad contaba con el colegio José Hernandez pero estaba en zona sur, lo que hacía que los alumnos del otro lado debieran trasladarse a Morón para asistir al Dorrego. “En la media 12 conformamos una cooperadora, en el año 86. Era un terreno fiscal y en la primera presidencia de la democracia, el intendente donó una parte del terreno a la comunidad. Primero fue en vespertino y después como media. Ahora es secundaria y bachillerato comprimido de adultos”, rememora. Aquel proyecto que dio como resultado la escuela Media 12 se inició como una propuesta de Juan Carlos Turco. Ya con la escuela funcionando, el esposo de Maite, Álvaro Huguet, fue el primer secretario de la asociación. Hoy la escuela sigue en pie tal como la pensaron sus vecinos.
Ya acercándonos al día de hoy, Maite continúa con sus trabajos solidarios pero focalizados en el Centro de Educación Complementario 801. Allí, alumnos de colegios de la zona se encuentran con un lugar de contención donde realizar las tareas escolares y adquirir conocimientos suplementarios. “Al CEC van los chicos que asisten a la escuela a la mañana, la municipalidad los pasa buscar por la escuela y los lleva al CEC donde los ayudan con el colegio. También funciona un comedor. No es de chicos carenciados, hay chicos que van a escuelas privadas también, porque las madres trabajan y no tienen con quien dejar a los chicos. Además de ayudarlos con los deberes, hacen gimnasia y actividades recreativas, después le dan la merienda y los llevan a la casa. Los chicos que van a la tarde al colegio hacen lo mismo pero en el turno de la mañana. Hoy tenemos una matrícula de 180 y su mayoría son chicos más ávidos de amor que de cosas materiales”.
“La primera vez que entre una nenita me tiro del pantalón y me dijo: ‘¿vos no querés ser mi abuela?’ están carenciados de amor. Los chicos vienen bien contentos y tienen un acompañamiento psicológico. Hemos tenido bastante éxito porque nos acompaña la comunidad”, en palabras de Ormaechea.
Maite recuerda su paso por cada institución de Castelar donde dejó su huella, pero también rememora como cambió el barrio. Como de chica recorría sectores que hoy se han transformado en núcleos urbanos o dejaron de tener los encantos naturales que la atraparon en su infancia. Recuerda elevando la mirada la laguna que había en la intersección de Munilla con San Nicolás, donde hoy se encuentra la plaza de los Inmigrantes. Allí mismo ella solía pescar. También ve a través del tiempo recuerda el Zanjón Martinez ubicado en donde hoy está la Avenida Sarmiento, a la altura del colegio Sofía Barat. “Castelar siempre fue lindo, tranquilo. Se saludaba aunque no se conocieran”, destacó la vecina.
El pueblo cambió mucho, se transformó en ciudad. Sus vecinos también han cambiado aunque conservan un poco de aquel espíritu de sus orígenes. Maite reconoce que ya no se encuentra con el mismo compromiso que presenció en sus primeras épocas como cooperadora en las escuelas en las que transitó, sin embargo, ella misma es un ejemplo de vecino solidario, junto con quienes la acompañan en sus labores en las distintas instituciones.
En la actualidad Maite Ormaechea forma parte de la comisión directiva de la Sociedad Fomento de Castelar, más conocida como La Salita. Allí, cada semana, se reúne con los demás vecinos y dirigentes para decidir el destino de la sala de atención médica y de las actividades y talleres que allí se desarrollan. “Entré a la comisión en 2001. Fui cuatro años prosecretaria y en 2005 me nombraron presidenta. Hemos tenido asambleas y me ofrecieron seguir hasta el 2015. Lo que nosotros tenemos es la famosa Salita de Castelar. Con especialidades, consultorios externos y vacunaciones gratuitas, servicio de enfermería muy bueno. Después la biblioteca, taller literario, café literario, clases de teatro, de italiano, yoga, gimnasia, danza para niños, muchas actividades”, relató orgullosa y continuó, “Para acceder sólo hay que asociarse, o abonar un arancel de no socio. Tenemos guardia de clínica médica de 8 a 20, dermatología, pediatría, psiquiatría psicología, muy completa. Casi todas las especialidades. Con la biblioteca, siendo socio puede retirar los libros, el no socio puede leerlos ahí”.
La Salita es reconocida en toda la zona y cuenta con pacientes de localidades algo distantes como puede ser Merlo o Villa Luzuriaga. Cuenta con un promedio de 1200 socios estables, pero todos los días este número aumenta.
El compromiso y la solidaridad llevaron a Maite a trabajar por cada institución con la que tuvo contacto. El fruto de su dedicación hizo crecer a Castelar. Desde la Escuela 7 hasta La Salita, pasando por la media 12 y el Centro de Escolaridad Complementaria, las calles de Castelar, su historia y su cultura llevan la huella de Maite Ormaechea.
Entrevista: Gabriel E. Colonna
Redacción: Leandro Fernandez Vivas