Skabaru: de amigos para el mundo
En ese mismo escenario, que aun con los acordes ejecutados en vivo los mantiene a la misma altura de su público, pero con una mesa de intermediaria las palabras se suceden: “Somos una familia, empezamos a principios de 2003 como empieza cualquier otra banda, primero se reunieron Nicolás Mateo, el bajista, con su primo Dante Zabala que tocaba la guitarra y de a uno nos fuimos sumando. Yo llegué por medio de un aviso, un cartel pegado en la calles” explica Fernando Skabaru, como se lo conoce en el barrio. “Fuimos quinteto un tiempo, Matías Álvarez en la batería, Andy Sepp en el saxofón, Horacio Giraldez en una guitarra, Martín en la otra. Dante luego se fue y al tiempo volvió, pero en trompetas, y por último se incorporó Elena Amaya en el trombón. Somos todos de Castelar y ya nos conocíamos de antes o de vista por lo menos. Hoy somos una familia. Siempre fuimos seis, y el año pasado se sumó Elena, la séptima, que es la única mujer del grupo, es hinchapelotas pero la queremos muchísimo”.
Con Castelar como nexo común, el grupo en sus ocho años de vida logró consolidar un sonido propio, un estilo netamente definido por la música que interpretan; aunque reconocen que es una mezcla de influencias, gustos y las cualidades musicales de cada uno de sus integrantes. Aún cuando cada uno escucha músicas distintas, dentro de la banda se relacionan como una familia, con un vínculo afectivo muy fuerte: “Tenemos ocho influencias distintas de la música pero todos confluimos en un mismo estilo de ska y de punk. La idea fue siempre hacer una banda de ska punk y la entrada de Tincho fue muy positiva para saber escuchar la música, Horacio lo mismo, el saxofonista tiene una formación de jazz, de academia, pero es versátil a cualquier música y aporta muchísimo. El mas callejero soy yo porque tuve una formación de oficio” explicó Fernando.
Castelar es parte de la vida de cada uno de los músicos de Skabaru. Todos estudiaron en distintos colegios, la Escuela 7, el Colegio Alberdi, la escuela 83, el colegio Dorrego, entre otros. Además, encontraron un refugio común en el bar de la calle Carlos Casares: “el barrio es el barrio estoy muy apegado a mi familia y a mis amigos. También fui al Club 77, del 93 al 99 todos los días. Iba al club a estar con mis amigos. Hice natación jugué a la pelota en la escuelita y tuvimos un récord porque prendimos fuego el quincho y luego que se quemó pusieron una cancha de beach vóley”, recordó Martín para cederle la palabra a Fernando: “Castelar es un pueblito, todos nos conocemos. Yo iba a la Escuela 7, hice la primaria ahí y Matias también, pero nos conocimos hace ocho años por la música. De la Escuela 7, al señor Turco lo vemos pasar siempre y es un emblema de la 7”.
Aun cuando reconocen en Castelar su lugar en el mundo, no se limitaron a sus escenarios sino que han tocado en toda la provincia de Buenos Aires y en varias ciudades del interior: “Tocamos en La Fraternidad, tocamos en La Cucha, en lo de Buda, en Morón Rock, en la Cumelén, en la plaza de los Españoles en un contra festejo por el día de la raza. Tocamos en el Dorrego Rock, en La Minga, en Padua en una fiesta enorme que se llamaba Fran Fest, en el Motobar, en La Panadería. Queremos organizar una serie de fiestas desde agosto, en un espacio que nos van a brindar en Morón, son 5 fiestas, una por mes hasta fin de año; En estos 8 años tocamos mucho en Castelar. Tocamos en un festival a favor de una escuela de Jujuy, en el colegio Sagrado Corazón con Ella Es Tan Cargosa. También en el GEI de Ituzaingó vamos a tocar en breve. Algunos bares en los que estuvimos ya no existen acá. También hicimos gira por el interior, lugares como Tucumán, Catamarca, Santiago del Estero, y en el interior de Buenos Aires, Zárate, La Plata, Quilmes, Avellaneda…” enumeraron a duo sabiendo que dejaron fuera del conteo infinidad de otros lugares. La difusión de sus canciones los ha llevado a posicionarse como un referente en el estilo Punk-Ska en la zona oeste.
Skabaru defiende su música con 5 discos. El primero, Dos Caminos, fue grabado de manera independiente y según ellos reconocen tiene una concepción “precaria y primitiva” en comparación con las producciones siguientes. El segundo, el EP de 2005 conocido por ellos como “el amarillo”, era una recopilación de canciones con fines promocionales. Luego le siguió Ska del País, pero el gran salto en calidad fue para Disco Rosa de 2007. “Cuando grabamos el disco Rosa, fue la primera vez en un estudio zarpado, parecía la NASA. Fue increíble. Nos teníamos que levantar a las 4 de la mañana porque teníamos que estar a las 6 en La Plata. El productor es Bilbao, trabajó con Catupecu Machu, es un gran ingeniero de sonido. Había que meter todo el disco Rosa en el fin de semana y había que aprovechar al máximo el tiempo así que viajábamos desde temprano” recordó Martín.
Tras Disco Rosa editaron No Pogo, pero este disco fue una bisagra en la historia de la banda ya que fue el primero grabado en su propio estudio de grabación, en la Casa Skabaru de Castelar: “Para No Pogo nos quedábamos hasta las 5 de la mañana grabando. Para hacer los coros poníamos el micrófono en el medio y nos parábamos en ronda alrededor gritando para grabar todo. Inclusive hay un tema escondido que se llama Alienación, lo grabé adentro de un baño, en la bañera, por la acústica… Rompimos muchas botellas y vasos grabando. En el primer disco salieron los ladridos de nuestro perro, Campeón, salieron accidentalmente pero quedaron y hoy es nuestra mascota oficial, es la mascota Skabaru”, contó Fernando tras una sonrisa.
Ante las consultas de Castelar Digital reconocen que tras tantos años de recitales y canciones el grupo se comporta como una familia, “nos llevamos muy bien, tenemos códigos implícitos, no está hablado, cada uno aporta algo a la banda, cada uno fue ganándose su lugar. Es difícil ponerse de acuerdo porque somos siete personas que pensamos distinto. Tenemos un punto en común que es Skabaru pero pensamos distinto. Hace un tiempo que tenemos una dinámica de grupo que funciona muy bien, es implícito y se nota. En el trabajo, somos una familia. La gente nos dice que en el escenario se nota que nos queremos. Hay mucha tolerancia porque individualmente no somos gente tranquila o introvertida o calmada. No hay problemas de egos tampoco y ponemos entre todos si tenemos que comprar algo y si uno no tiene ponemos los otros porque sabemos que como es una familia va y vuelve. La música lleva tiempo, tener confianza con la gente con quien estas es fundamental. Sabes que tu compañero te va a ser sincero es buenísimo”.
Martin continuó lo que Fernando quería resumir: “Skabaru es el sueño del pibe y una parte muy importante de mi vida. Es una ilusión en movimiento. Es mi sueño, estoy en la música desde los 16 años. Esta es una realidad en la que todos somos en partes iguales y ninguno es más Skabaru que otro, los temas están registrados por todos. Es de todos, lo disfrutas más. Ahora, lo que amalgamó mucho fue que hace un tiempo que él (Fernando) y Matías están viviendo juntos, y la sala de ensayo es ahí, es como la casa Skabaru. Hay una mesa grande y hacemos todo ahí, de siete días de la semana estamos seis días juntos. A veces ensayamos mucho, otras no, estamos juntos no más”.
La casa Skabaru los sigue reuniendo en Castelar, como La Cucha, El Balcón y tantos otros lugares donde han presentado su arte. Sin embargo, el futuro de Skabaru quizás esté fuera del país: “De Castelar para el mundo. Estábamos filmando un video promocional para Alemania. Tenemos la idea de editar material con un video con tres canciones y enviarlo a distintas productoras del mundo. El trompetista se va a Alemania un mes, va a estar en Berlín y es un buen lugar, hay mucha música latinoamericana, es una buena plaza”, apuntó Fernando a lo que Martín acotó, “hemos mandado discos a México y otros países. Nos los piden por mail y se los enviamos por correo. Caemos bien porque somos la primera banda punk habanera. Siempre estamos fumando habanos antes y durante el show. Nuestros amigos nos traen habanos, y el público durante el show nos alcanza siempre algún purito”.
La banda, que según ellos opinan tiene un tinte ochentero en su sonido, sigue creciendo y apostando a ser auténticos, a defender su amistad debajo y sobre el escenario y a que se note que disfrutan lo que hacen. “A futuro, queremos que Skabaru sea inmortal, que dure por toda la eternidad. El objetivo es seguir juntos, seguir tocando mejor a nuestro gusto. Que se siga sumando gente, que siga disfrutando. Que el público siga manteniendo la ilusión y le guste la banda, y tenga esa ilusión la misma que tenía yo de chico con otra banda. Cuando veo alguien con un tatuaje de Skabaru me encanta. Mientras pueda causar una emoción en alguien, positiva o negativa, Skabarú va a ser eterno”, finalizaron los músicos.
Entrevista: Gabriel Colonna
Redacción: Leandro Fernandez Vivas