Diario de Viaje: "Sentí que ingresaba en un portal del tiempo"
Su periplo continental comenzó en febrero cuando inició su viaje con destino a México. Rulo Rodante, tal como se hace llamar, dejó su hogar en Castelar para aventurarse a las rutas y la aventura. A medida que avanza cuenta a este portal los momentos más trascendentales de su derrotero: primero su partida (Unirá Castelar con México en bicicleta), luego su llegada a Mendoza (Aventura en bicicleta en primera persona), para completar con su viaje hacia el norte (“No duermas afuera, hay pumas en la zona”). Ahora su viaje lo llevó a Perú y así lo cuenta:
“Llegar a la Plaza de Armas en el corazón de Cusco fue y es hasta ahora la experiencia más fuerte que me toco vivir en este viaje. La sensaciones que tuve días atrás en la ruta, el cosquilleo en la panza, la caricia en el pecho, podría compararse a un estado de enamoramiento. Y cómo no sentirme así? ¡Si desde chico siento amor por este País y por esta cultura!
Los días se aproximaban y a pleno sol avanzábamos con La Rula hacia lo que fue la capital de la civilización más importante de América. Tuve la fortuna de compartir ruta con Laura y Francois (una pareja francesa con la cual nos hicimos amigos rápidamente ) y también con Marcelo y Lizandro (una pareja de brasileros que viaja con su gata Niebla).
Pero antes de avanzar sobre Cusco me quiero detener en el paso previo: Bolivia.
Bolivia era para mí una incógnita, no sabía realmente con qué iba a encontrarme. Crucé La
Quiaca con la emoción de dejar mi país atrás. Al entrar a Villazón literalmente sentí que ingresaba en un portal del tiempo: los mercados, los aromas, la vestimenta, la comida; me invitaban a saborear, me invitaban a viajar, pero lo más importante, me invitaban a comprender.
Y así fui kilómetros tras kilómetros por la tierra que vio nacer a Evo y también morir al Che. La introversión del pueblo boliviano por momentos fue una dificultad para poder aprender de su Cultura, pero con una sonrisa, un buenos días y un por favor de poco fui destapando parcialmente el velo que cubre al mundo de las cholas, con sus trenzas, su ganado y su indiferencia.
Podía imaginarme el por qué de su mirada distante recordando mi adolescencia leyendo “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano. Me esforzaba por hacer notar que no era un invasor y que no iba tras las minas de Potosí, entonces aceptando sonrisas como también miradas serias seguí mi camino y llegue al Salar de Uyuni. El Salar es tan mágico como duro para atravesarlo en bicicleta, pero la sensación de haberlo logrado fue única. Fueron días de pedaleada, acampando con 15 grados bajo cero, con la sensación de estar al límite de mi rendimiento físico al terminar el día. Pero con cada amanecer y atardecer en la inmensidad blanca y solitaria, mi batería se reiniciaba cual pila recargable y sentía que estaba pagando el precio a la naturaleza por estar ahí.
Las rutas me fueron llevando hacia otro hermoso lugar: Copacabana, aquella ciudad a orillas del lago Titicaca, con sus barcos flotando en un rojizo atardecer. Momentos de mucha paz, armonía. Y, como en cada momento de plenitud y alegría, las ganas de que todas las personas que quiero tuviesen mis ojos para que pudieran ver y compartir conmigo lo vivido (en cierto modo todos. Están viajando conmigo).
Así cruce nomas la frontera...Bienvenido al Perú!!
“Mister!! Mister!!”, me saludaba la gente a cada paso. Sonrisas, preguntas, miradas de cariño, niños corriendo al lado de la bici. Me sentía como la Selección del Diego volviendo a Ezeiza en el 86. Desayunos, almuerzos, cenas, tantas invitaciones, tanta gente hermosa que ya ocupaba un lugar en mi corazón.
Y así llegue a Cusco…
Mientras escribo estoy sentado en la Plaza de Armas y suena la campana de una de las
Iglesias, me fue imposible no detenerme en este punto…
Debajo de cada Iglesia había un templo Inca.
Debajo de cada Iglesia mucha historia.
Debajo de cada Iglesia otro mundo.
Realmente siento en esta plaza que el Catolicismo fue el precursor del marketing, del imponerte algo, tanto, tanto, que al final terminaras comprando (mas allá de que esta venta fue a costa de sangre derramada en el nombre de Dios). En este mismo lugar fue descuartizado TUPAC AMARU, por pelear por sus hermanos, por clamar libertad. Y me pregunto: ¿No me sentí muchas veces descuartizado? ¿No sentí más de una vez que me imponían un pensamiento y dentro mío ansiando gritar ‘libertad’ como TUPAC? Muchas veces mis propios vecinos se comportaban como perfectos extraños, con un trato distante y frio cual Conquistador en tierra ajena. Si a veces decía ‘buen día’ y me volvía un silencio. Si le abría la puerta del ascensor a alguien y quedaba huérfana mi mirada. Y ahí está lo mágico, la grandeza y el enamorarme de la gente de Perú. Si tras siglos de muerte, dominación y saqueo no perdieron la sonrisa al saludar al extranjero (y no me refiero solo a lugares turísticos como Cusco. en los pueblo pequeños más aun). Sentado en su mesa, compartiendo el pan y un abrazo de amigo eterno.
Realmente tengo mucho por aprender.
Mucho por escuchar.
Mi corazón se enriquece cada minuto en esta tierra.
Mi alma vuela hasta lo más alto para contemplarme.
Y si el camino me lleva a volver a Buenos Aires gritare por mis hermanos como lo hizo
TUPAC. Para hacernos entender que no somos enemigos. Que una sonrisa nos hará más fuertes. Que los abrazos nos volverán más sabios.
Porque como dice el gran Charly Garcia: “Acabo de llegar, no soy un extraño”
Andrés ‘Rulo’ Romero
Podes conocer los capítulos anteriores del diario de viaje del rulo rodante en los siguientes links.
El Rulo rodante: Unirá Castelar con México en bicicleta
El Rulo Rodante: aventura en bicicleta en primera persona
Diario de viaje: “No duermas afuera, hay pumas en la zona”
Además poder seguir su bitácora de viaje en su propia web: www.elrulorodante.com.ar