Tránsito, ruido, calles, comercios, cemento, peatones y vehículos. Todas las ciudades del mundo manifiestan puntos de encuentro en sus características. En otros continentes, con otros climas y en distintos idiomas, todas tienen aquello que las transforma en ciudades y el arte no es la excepción. Habitantes o circunstanciales plasman sus obras en las ciudades y lo que ellas le cuentan, así el caso de Fiorela Silva, vecina del partido de Hurlingham que saltó de hacer unas primeras líneas en aerosol sobre las despintadas paredes de su Villa Tesei natal a descubrir que el muralismo, el arte figurativo, los animales en movimiento sobre la mampostería urbana, podían ser su pasaje a recorrer el mundo. Con una obra característica, en donde se aprecia su impronta, su firma, sin necesidad de leer su rúbrica, llegó a pintar en Londres, Aruba, Quito y una decena de países más en todo el globo.

Sus murales, cargados de color, tamaño y movimiento, representan en la mayoría de los casos a animales rodeados de vegetación. Aves, peces, flores, reptiles cubriendo la gris fachada de las ciudades. “Me encanta pintar animales y pintar figuras orgánicas. Como que se mezclen esas cosas y que tengan movimiento, un sentido del movimiento. Me gusta pintar algo que se mueva o dé esa sensación, no que esté estático”, señaló Fio Silva ante las consultas de Castelar Digital.

Su arte se puede apreciar en muchas grandes ciudades del mundo, pero nació casi por casualidad, por un presente que marcó el resto de su vida: “A los 19 años estudiaba diseño en imagen y sonido. Y un día una amiga me regaló unos aerosoles, salí a la calle a experimentar y me encantó. Y a partir de ahí empecé a conseguirme las pinturas, salí a pintar, practicando. Me gustaba dibujar de antes, recuerdo que de chica me gustaba observar y pintar cosas. Mi viejo tenía un galpón y yo hacía cosas, pero el dibujo no tenía el sentido que le encuentro hoy”, destacó la vecina quien supo vivir en Castelar y ser vecina directa de La Tarzán.

“Estudie hasta los 23 años imagen y sonido, me faltó un año y pico para terminar, me pasó que cuando empecé a pintar me di cuenta de que eso me gustaba y dejé todo lo demás. Traté de que pintar en la calle sea también mi trabajo, mi manera de vivir”. La experiencia de Fio no es la única en lo que a murales se refiere en la ciudad de Castelar. Con solo caminar sus calles podemos toparnos con imágenes creadas por DAME, podemos encontrar los pájaros y cuadros de Budapest o bien murales de carga histórica como el que se aprecia en el colegio Sagrado Corazón. Con solo recorrer el túnel de la estación cualquier vecino se sumerge en un mundo de arte que desde las paredes homenajea al rock de la zona, o si nos alejamos un poco, en Morón podemos disfrutar el muro del rock y la mano anamórfica de Piero Ojeda. Empero, cada obra muestra el espíritu del artista que lo materializó, el estilo y la emoción de cada mano.

“Después de las primeras experiencias me obsesioné con pintar en la calle, iba todos los fines de semana, trataba de conseguir pintura, buscaba paredes, pedía permiso si era de un vecino y pintaba. Empecé a conocer gente que pintaba en la calle, me hice amigos y me di cuenta que empezó a abarcar todo mi tiempo”, señaló la artista.

El trabajo de Fio comienza con la elección de la pared que será intervenida y luego la proyección de la intención de la artista sobre el lienzo urbano que a veces es gris, rugoso, con molduras, en altura, etc. Del boceto al mural le demanda varios días: “Depende de muchos factores la elección de la pared, puede ser porque me gusta el barrio, o conozco un nuevo barrio, o conocí alguien de ese lugar y quiero dejarles algo. También por la ubicación de una pared, por el tamaño, el punto de vista, pero siempre va arraigado con el lugar. Últimamente estoy tratando de hacer más bocetos, antes iba e improvisaba en la pared, pero cuando la pared es muy grande está bueno hacer un boceto antes. Igual no siempre lo sigo, lo voy componiendo en el momento. Me gusta definir en el momento porque los colores que preparo en el lugar no son los mismos que pensé cuando hice el boceto, cuando estás en el lugar es otra historia”.



“Pinté mucho por Hurlingham. Trabajé en el municipio y fue por donde empecé a pintar. En casi todos lados de Hurlingham pinté. El tiempo para hacer un mural depende del tamaño y la logística, lo máximo es una semana, para un mural grande, pero habitualmente me lleva dos o tres días. Uno de los más grandes que hice fue en Aruba en un festival de arte urbano y en Serbia también pinté una pared grande”, completó la vecina.

El mundo es una pared

Su arte le permitió viajar, recorrer el globo y ser la representante del oeste del conurbano en infinidad de países y ciudades: “Hace cuatro años que vengo viajando todos los años, siempre se presentan invitaciones o proyectos copados para hacer. A los 23 empecé a viajar, hubo una convocatoria a nivel mundial y fui a pintar a algunos países de Europa, me eligieron. Estuve en Italia, Inglaterra, España y Holanda en el primer viaje. Después volví y di una charla TEDx en Grecia. La experiencia fue muy satisfactoria porque tuve contacto con personas que no suelo compartir casi nada de mi vida, como un profesor de Estados Unidos que había inventado el exoesqueleto para levantar más peso, o un fotógrafo que luchaba contra el cáncer de mamas. Todas historias muy distintas y tuve la oportunidad de intercambiar con ellos. Se hizo en Kalamata, fue la primera vez que pinté una medianera. También participé en un proyecto de arte público en Italia, después más oportunidades y se fue dando”, explicó Fio. La lista internacional se completa con Bolivia, Perú, Ecuador, EEUU, Francia, Costa Rica, Serbia, Vietnam, Portugal, entre otros.



Más allá de la ubicación cada mural busca tener algo de su entorno, características del lugar o de su gente: “Cuando voy a un lugar nuevo me gusta hablar con la gente que me pidió el mural, o de la zona, del barrio, para que lo que haga tenga alguna correlación con el lugar, porque si vas y plantas lo tuyo y ya, está bien, pero a mí me gusta saber un poco más. Pintando en Serbia el año pasado hablé con la gente que me llamó y una amiga de la chica que organizaba tenía cáncer y era una chica super deportista, nadaba y montaba a caballo, entonces los animales que elegí eran los que a ella le gustaban. Intenté representar fuerza y movimiento en los animales que a ella le gustaban”. “Me encanta ir a un lugar nuevo y que todo sea por descubrir y vivir. Yo no hablo bien el inglés, pero nunca me fue difícil relacionarme en un lugar, siempre tengo gente que me recibe entonces tengo un acercamiento. Pero creo que se da porque el pintar tiene un lenguaje, no universal, porque cada uno interpreta según su cultura, pero no es necesario hablar demasiado cuando hay una imagen, cuando estas yendo a un lugar a dejar algo, agregar un contenido a esa pared que estaba vacía, siempre hay buena onda”, destacó.

Tras varios años de rodar por el mundo, Fio Silva se decidió a buscar un ancla en el oeste del conurbano. Reconoce en Morón su lugar, si bien nació y vivió gran parte de su vida, la Plaza San Martín del centro de Morón es su “plaza del barrio”. A pocas cuadras inauguró su taller, un espacio dedicado al arte. Espera que este refugio artístico la ayude para seguir desarrollando su obra: “Espero que el futuro me encuentre pintando y conociendo cosas nuevas, con la gente que quiero cerca”. Uno de sus últimos murales se puede apreciar en la intersección de Luis María Drago y Espronceda a pocas cuadras de la estación de Castelar, del lado sur, cuya autoría es compartida con Macarena Mali: “Los murales me gustan por lo que pasó mientras los pintaba, quizás no por como salió el mural, si por lo que viví. Muchas veces se junta que si la estás pasando bien el resultado también está bien o si pasaste cosas ahí también están en el resultado del mural. Pinté en muchos lugares distintos y mucha gente distinta. Trato de los últimos sean los que más me gustan”, finalizó la artista.

Entrevista: Gabriel Colonna
Fotos: Gabriel Colonna para Castelar Digital e mágenes aportadas por la artista.
Redacción: Leandro Fernandez Vivas