Bajo el calor de octubre, David traza líneas sobre la vereda, da unos pasos hacia atrás, vuelve y corrige los trazos. No es una obra común o normal, sino que se escapa de los límites bidimensionales de cualquier pintura.

David Ojeda vive en Morón Sur, a metros de la Plaza del  Ombú, y a pocas cuadras de la siempre despierta Avenida Eva Perón, aún más conocida como Pierrastegui. Se dedica a la pintura y ya desde hace unos años le regaló a su barrio sus más amplias obras de arte. Primero fue el mural de la plaza, después el homenaje a los próceres del rock local. Ahora le tocó el turno a una mano que escapa desde una pared al medio de la vereda.

Está sólo, en una esquina de poco tránsito, pero es un ineludible llamador de curiosos. “Es increíble. Yo pasé con el auto y frené. Flashee con la mano y tenía que ver cómo lo estaba haciendo”, explicó un vecino, desconocido para el pintor, pero que por unos minutos lo acompañó en su trabajo.

Se trata de una obra anamórfica, tridimensional que, si se la mira desde el punto correcto, escapa a la pared que le brinda soporte. Se trata de una mano de gigante que sale desde una puerta y trata de agarrar la vereda, o a cualquier vecino que pose para la foto frente a la mano. La perspectiva y el efecto del dibujo logran crear una imagen tridimensional. David Ojeda, su autor, no es muralista, sino que prefiere los retratos. Sin embargo, murales de más de 4 metros de altura demuestran la calidad de su arte.
“Soy pintor, y artista. Pero artista es una palabra muy grande”, se presentó Ojeda, con un pincel en la mano y un dibujo en la otra, que representa el modelo de su futura obra.  “Primero practiqué en papel. Elegí esta esquina y vine a sacarle fotos. Ponía mi mano y sacaba fotos, después lo edité y me quedó el modelo. A los tres días empecé a pintar”, explicó a Castelar Digital.

Apenas ayudado por una vara que usa para marcar líneas rectas, y parado en el punto que él mismo marcó sobre el asfalto, imagina toda su obra y de a poco la va creando. Su arte nació de sus ganas por pintar. Desde su infancia demostró sus capacidades. Autodidacta, no se encasilló en escuelas de bellas artes, sino que prefirió ser libre y aprender haciendo. “Siempre me interesó la pintura, leí muchos libros. Dibujé desde chico, estudiar no quise, preferí aprender yo solo. No me interesa perfeccionarme, yo pinto lo mío. Creo que aprendí, domino al pincel, para mí no tiene ningún secreto, todavía le sigo sacando jugo; pintando, trabajando”.

Desde hace cuatro años la pintura es su medio de vida. El empujón definitivo llegó de la mano de la música, cuando comenzó a hacer retratos en vivo durante recitales. “Llevé el caballete e hice un retrato de Pappo en lápiz, mientras tocaban los Chevy Rockets, en un boliche que está acá cerca, donde tocan bandas. Vendí números y rifé el dibujo”. Compartió escenario con La Mississippi, con Claudia Puyó, con bandas locales como Sucias Aguas, y lo hará con Locura en Hebras, entre otras.

A la par surgió el homenaje al rock en tamaño gigante. “Cuando taparon el mural de Pappo en La Paternal, el que había hecho Amaro, me propuse hacerle uno yo. Busqué la pared, hice un pre diseño y lo publiqué. A la gente le gustó mucho, me mandaron pintura para comenzar la obra hasta de Córdoba. El día de la inauguración se hizo una reunión con músicos, motos, una zapada. Estuvo buenísimo”. A Norberto Napolitano lo siguieron Luca Prodan y Luís Alberto Spinetta, “son mis referentes, los agregué como acompañando a Pappo. También merecían su homenaje y al final quedó como el mural homenaje al rock, recibí las felicitaciones del hijo de Spinetta, la hermana de Pappo, el hermano de Luca. A partir de ahí me empezaron a pedir murales”.

Los murales y la pintura en la calle, sobre muros y paredes, remite casi de manera directa a los graffitis. Castelar cuenta con un referente de esta disciplina, DAME, quien es el autor de los murales de la estación, en el lado sur, y de otros diseminados por el partido de Morón. A pesar de las referencias, Ojeda no se considera grafitero. Lo suyo son los retratos, y ahora, lo anamórfico. “No soy grafitero. El graffiti lo considero otro tipo de arte, mucha gente lo prejuzga pero se pueden hacer cosas hermosas con graffiti, está de moda. A mi me encanta que pinten paredes que están al pedo, es lo que hago yo. Pero no soy grafitero, soy pintor, y vuelco a la pared lo que sé hacer, pero no me des un aerosol que no sé qué hacer”.

No siempre sus obras cuentan con los permisos necesarios, pero hasta el momento nadie le negó la libertad de hacer su arte en paredes que antes no decían nada. Tampoco cuenta con apoyo oficial, aunque afirma que prefiere ser independiente, aunque ante la necesidad de materiales reflexiona: “el municipio podría ayudarme con pintura, es lo único que necesito. Por la gente que viene a sacarse fotos con los murales”.
Los dibujos en tres dimensiones o con una perspectiva que logra engañar al espectador se han puesto de moda. Comenzaron con grandes obras en el suelo, en espacios abiertos y continuaron en papeles o en la unión de la pared con la vereda. El de Ojeda es uno de los pocos que incluye la ochava, el piso, la pared lateral y hasta las columnas que sostienen el muro y el techo. “La idea es obviar los planos reales que tengas, seguir con el dibujo desde lejos, meter formas. Es complicado pintarlo, pero cuando ya tenés todo medido, sale”, resumió.

El sol continúa pegando de lleno contra la ochava de la calle Angora y Pasaje del Ombú. David con apenas cinco latas y un puñado de pinceles continúa dándole vida a su obra, la que identificará al barrio. A la mano que desde la pared intentará tomar a la plaza y a los curiosos.

Fotos: Leandro Fernandez Vivas
Redacción: Leandro Frnandez Vivas