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Sociedad
11 Jul 2014

Tarzán: "El tiempo está sujeto de manera distinta acá adentro"

El bar de Castelar llegó a la pantalla grande. Los creadores del film La Tarzán le contaron a Castelar Digital qué los llevó a internarse en el "tras mostrador" del ícono de Castelar. "Queríamos ir a las personas reales que hacen que esto siga existiendo y lo disfrutemos hoy", explicó el director Christian Sotelo.
Las mesas acomodadas pero sin respetar una línea. Las sillas, de distintos modelos, acodadas sobre las tablas, las luces tenues, los adornos antiguos, las fotos de personajes de la cultura popular, y los clientes, muchos, que ocupan el mismo lugar desde hace décadas. El bar Tarzán, ubicado sobre la calle Los Incas, frente al túnel de la estación, es un símbolo de la identidad de Castelar. Con más de 60 años de historia, La Tarzán, como la llaman los habitúes, llegó a la pantalla grande.

La productora Puentes Amarillos realizó La Tarzán, un corto que cuenta la vida tras el mostrador del bar restaurant más emblemático de la ciudad. Desde una de sus mesas, y al borde de la ventana, Christian Sotelo y Guillermo Quinteros contaron a Castelar Digital cómo fue filmar en Tarzán.

“Venimos siempre a la Tarzán, pasamos mucho tiempo acá, es cómo nuestra oficina. Y pensamos en rescatar un testimonio, algo de acá. Cuando nos decidimos, vimos que había algo más, un mundo acá adentro. Entonces empezamos a filmar tras el mostrador. Queríamos ver qué era aquello que llevaba adelante lo que vivíamos nosotros”, explicó Christian Sotelo.

La filmación demandó 16 días de cámaras en el interior del bar. Primero desde el salón y luego en la cocina y tras el mostrador. Comenzaron en junio del año pasado y terminaron en diciembre, luego vino la edición y la puesta a punto. Recién para la mitad de este año la película fue estrenada en el Teatro de Morón.
La fotografía, cámara y edición estuvo a cargo de Adriano Curci Pedone. El sonido lo hizo Santiago Deandris, la dirección la manejo Christian Sotelo, junto con Guillermo Quinteros. “Acá éramos cuatro, no queríamos ser un grupo grande de gente. Al principio costó mucho entrar, familiarizar. Fuimos muy de a poco, los fuimos entrevistando, hablando y al final entrábamos cuando queríamos, nos abrieron las puertas. Después lo empezamos a disfrutar y no nos queríamos ir más. A ellos también les gustaba, porque le cambiábamos las luces, hacíamos un despliegue”, explicó Sotelo. “Primero no nos dejaban, nos decían: ‘no, estamos cocinando’. Después ya sí, se corrían para poner el equipo. Buena predisposición”, completó Guillermo Quinteros.



“Nosotros nos sentimos más habitantes que clientes de Tarzán. Queríamos ir a ese núcleo de la realidad, hay otra realidad, el tiempo está sujeto de una manera distinta acá adentro. Queríamos ir a las personas reales que hacen que esto siga existiendo, y lo disfrutamos hoy. En el relato está el tiempo, todo el tiempo. La cocina es el núcleo de todo amor, en el afecto y la nutrición”, acotó Sotelo sobre lo que disparó el film y lo que fueron a buscar.

El grupo que realizó la producción son vecinos cineastas que se encontraron en el taller municipal de cine que brinda Raúl Perrone en Ituzaingó, tras varios films de distinta temática y género, encarado por su productora, se volcaron hacia el documental y comenzaron la experiencia por el bar que tantas tardes y noches los acompañó.

La película se presentó el 22 de junio en el Teatro de Morón. El estreno  superó las expectativas de sus creadores. A sala llena cautivó al público y cosechó aplausos. “No pensamos que iba a generar tanto. Hubo gente que fue porque conoce Tarzán, cómo los que fueron porque se enteraron del film. También los que se enteraron por otros medios y se alegraron de que se haya hecho la película. Vas reafirmando…te decís, ‘la pucha, Tarzán es groso’. En el estreno hubo gente que conoce el bar como otros que no pero les generó curiosidad”, rememoraron.

“Quizás no debería sorprendernos. Esto no surgió de una negación: ‘che, nadie hizo nada sobre Tarzán’. Sino, de un sentimiento honesto, y además el universo, se pasó por la posibilidad de registrar al parroquiano, y fuimos profundizando, Christian tuvo una decisión muy clara, que fue ir detrás. Nosotros estamos contentos porque pudimos desearlo, hacerlo, terminarlo y presentarlo”, aclaró Quinteros.

Tarzán es un ícono de Castelar. Su historia acompaña el crecimiento y la evolución del pueblo. Abrió sus puertas en 1949 bajo otro nombre, pero Tarzán se le aplicó al poco tiempo por parte de sus clientes. Estos mismos, o sus hijos, en la generación siguiente, le volvieron a cambiar el nombre, en los ochenta y noventa, por el de La Tarzán, en referencia a que la consideraban pizzería. Su espíritu siempre fue el mismo, bajo la administración de la familia Corvi, es un punto de encuentro obligado para los vecinos de Castelar.
“Yo vengo desde hace 20 años, te encontrás con tarzanes distintos, pero hay un señor que viene hace 51 años, otro hace 40 y pico. Juega un papel muy importante para Castelar y los alrededores. Es el centro de Castelar, importante, que habla de la identidad de la ciudad, del barrio. El cortometraje, creo que tuvo una aceptación en la gente que viene a Tarzán, creo que va a quedar en el recuerdo”, dijo Sotelo sentado en el salón de Tarzán mirando a los “feligreses” que ya lo conocen y con quienes charló infinidad de veces. “La Tarzán es un lugar icónico, que por lo que pasa, los lugares los hace la gente. Y el documental habla de eso, qué gente hace a Tarzán”, completó Quinteros.

Aún cuando la temática se centra en el comercio de Castelar y la idiosincrasia de sus trabajadores y la dinámica con sus clientes, los autores reconocen que el resultado no se limita a los vecinos que conocen el barrio, sino que dispara sentimiento e imágenes que son comunes a muchos otros bares y rincones donde el pueblo se encuentre identificado. “Tiene cierta universalidad el corto, que escapa. Es un material que puede ver alguien de Checoslovaquia y les gusta. Va de lo particular a lo general. Gente que no conocía Tarzán y venía por una película… llegó a ese universal. Nos decían ‘mi abuelo me llevaba al bar de la esquina en Devoto’. Hablar de un lugar particular, pudo hacer posible que pasara eso. Para otros  que no conocían el lugar generó mucha intriga qué era parte de la edición, es como que te muestra Tarzán desde un lugar y un sentimiento pero no es gráfico, no te muestra qué pasa adentro, sino que le pasa a ciertas personas y como viven ciertas personas, pero te invita a venir y cerrar el corto acá en Tarzán. Te genera intriga para ver qué es este lugar”, explicaron los creadores del film.

La filmación no fue fácil. Al hacerse directamente en Tarzán, los realizadores debieron toparse con inconvenientes propios del ambiente. Sonidos de heladeras, de comensales, de platos. Iluminación insuficiente y espacios reducidos. Cómo así también la resistencia, pasajera, de los empleados que se sintieron observados. “Más allá de la iniciativa que teníamos, las entrevistas fueron ese punto de ignorancia, de verdad nos preguntábamos: ¿Cómo pasó esto que hoy tanto disfrutamos? Uno viene a La Tarzán sin duda, sabe que se va a sentir bien. El documental habla de eso. Cuando tenés una página en blanco es el momento que más ignoras todo. Las entrevistas fue ir aprendiendo”, relató Sotelo. “Nada que hiciéramos tenía que ser invasivo. No nos servía pedirles que apaguen  las heladeras porque el que entrevistemos no iba a ser el mismo. Con las luces pasó eso, veníamos a la tarde, cambiábamos de a poco, para que no se note. Pasó así primero por no haber hecho nunca documental y otra para poder ingresar. Antes habíamos hecho exteriores o con toda libertad de manejar al luz. Acá había que amoldarse al lugar. Fue un rodaje de polizón”, completó Quinteros.

El film ingresó en el circuito natural de los documentales. Tras las presentaciones en Morón se sumaron otras en espacios cercanos y se espera que llegue a tener un espacio en España. En el Conurbano se presentará el jueves 10 de julio en el Cine de la Municipalidad de Morón, luego el 16 de julio en el Cine Helios de El Palomar y el jueves 17 nuevamente en Morón.

“Hacer La Tarzán fue una aventura, era un entusiasmo muy adolescente. Había intriga, había niebla. Todo es una pregunta, empieza en una pregunta y termina en una pregunta”, concluyeron Christian Sotelo y Guillermo Quinteros.

Entrevista: Leandro Fernandez Vivas
Redacción: Leandro Fernandez Vivas
Fotos: Leandro Fernandez Vivas y Gabriel Colonna

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