Juan Policicchio, la historia de un pueblo transformado en humor
Juan Carlos Policicchio está sentado en una mesa de la pizzería NOI, histórica de Castelar como sus relatos. Nació en Morón y vio cómo el pueblo del oeste se transformó en ciudad. Parte del lineamiento de ese crecimiento llegó de la mano de su padre, Carmelo Policicchio, quien trabajó para la municipalidad y concretó el predio donde hasta hace muy poco se elevó el estadio del Club Deportivo Morón y varias otras obras, que si bien no llevan su firma, sí su impronta.
Juan Carlos hoy se dedica al humor. Al frente de Poli Humor y de un programa de radio que se emite por la FM Siglo XXI, relata cómo fueron aquellos años distintos de la región. El país era otro y la ciudad también. El partido de Morón era distinto, casi sin edificios y ni siquiera contaba con cancha propia. Había pocas plazas, los potreros las remplazaban. Las obras de teatro se hacían a cielo abierto y el cine era caro o gratuito y en los clubes. Frente al grabador de Castelar Digital, Policicchio cuenta algunos de los secretos de su familia.
“Mi papá fue director de cultura del Municipio en la época de Perón. Fundó Bomberos de Morón, la banda de música infantil, el Teatro de Morón, consiguió los terrenos para el Club Deportivo Morón. Hace poco hablé con historiadores de Morón en un encuentro que hicieron en el teatro, pasaron películas con la historia del partido y a mi papá no lo nombraron. Porque él era el ejecutor de las obras”, relató rápidamente antes de continuar enumerando la participación de su padre en la historia del pueblo. Como funcionario y empleado de la municipalidad, sus acciones no siempre quedaron registrados, pero con sólo buscarlo por internet se corrobora que también participó en la creación de clubes de aeromodelismo y hasta en la fundación del colegio técnico dedicado a la aeronáutica: Jorge Newbery.
“Puso la primera lámpara blanca en Morón, que era a gasoil, en la calle San Martín que era la más oscura en esa época, en el año 53 o 54. Mi viejo hizo la Fiesta de la Primavera que la largaron por radio; y vino un dúo que eran como los Olmedo y Porcel de la época. También trajo a María Antínea con quien diseñó el teatro rodante de Morón. Era un camión en donde una de las paredes se volcaba y era el escenario. También daba cine gratis en los clubes”, rememoró.
El predio donde hasta el año pasado se veía el estadio Francisco Urbano debe su ubicación a una gestión llevada adelante por el padre del entrevistado. “Los predios del Deportivo Morón eran de Nación, entonces mi viejo lo fue a ver a Perón y le comentó lo del club. Y Perón le dijo que si le ganaba a un amigo de él al truco se los daba. Mi viejo no le podía ganar, pero finalmente un día le ganó y consiguió los terrenos. Igualmente el predio lo había conseguido el intendente, pero la gestión básica la hacía él”.
Entre los recuerdos de aquella época y de la gestión de su padre en la municipalidad, Juan Carlos recuerda cuando para una primavera se lanzó un concurso sobre vidrieras comerciales. El negocio que tuviera la mejor vidriera conseguiría un premio de manos de la Municipalidad. “Todos los comerciantes hicieron una exposición de vidriera; uno hizo como una chacra en la vidriera llena de pollitos y al que iba a comprar le regalaba uno o dos pollitos o patitos, mi mama fue a comprar y nos vinimos con dos patitos”.
Eran otras épocas en donde la política atravesaba por completo la vida de cada ciudadano. Las pasiones se aplicaban también en este ámbito. “Mi papá era amigo de Perón y era amigo de todo acto público y ceremonial. Mi abuelo, Martínez, era presidente del partido Radical, y mi padrino, hermano de mi mamá, era del Ejército. Entonces en mi casa no se podía tocar el tema política”.
“Un día llama Perón a casa y atiende mi abuelo, jefe del partido radical: ‘ hola, quien habla?’. ‘Che acá hay uno que dice que es Perón’. Entonces mi viejo le dice: ‘pará pepe’, toma el teléfono: ‘qué tal don Juan?’. Era Perón”. Policicchio afirma tener fotos junto a Perón y su familia en la quinta de Olivos y cómo también para un cumpleaños del, en ese entonces, presidente la banda de música de niños de Morón desfiló por la ciudad cantando marchas patrias. “Estudiábamos solfeo. No me gustaba. Yo era el más chico de la banda. Cantábamos cinco marchas, y no podía faltar la Marcha Peronista. Cuando cayó Perón con una topadora le pasaron por arriba a los instrumentos y quemaron los uniformes. Todo lo relacionado a Perón lo quemaron”.
Los años de empuje y crecimiento de Morón bajo la personalidad incansable de Carmelo fueron seguidos por años de depresión y silencio. “Mi viejo dio la vida por Perón. Cuando cae Perón lo echan de la muni y se va a pasar cine a los barrios. Poníamos un telón y pasábamos dibujos animados y una película, tenía tanta tristeza que lo habían echado, yo tenía 13 años y lo acompañaba. Mi papa murió de tristeza a los 46 años, porque cuando cae Perón, todo el mundo lo dejo de saludar, entrábamos a negocios viejos de Morón, y le decían ‘Poli no entres, que me comprometes”.
Bajo gobierno militar, aunque ya de cara a la llegada de Frondizi, Carmelo volvió a ser un referente, pero con el peronismo prohibido, no podía ser visto. “Un domingo mi papá me dice sentate en la puerta y si preguntan por mi decí ‘Frondizi’. Yo me senté y venia gente y preguntaba por él y yo les decía que no sabía dónde estaba pero Frondizi, y la gente decía ‘aahh’. Me estaban preguntando por quién votar. ¡Era la orden de Perón que había que votar a Frondizi! En una reunión que yo fui a animar en Las Cañitas estaba el hijo de Frondizi y cuando termine el show me vino a saludar y yo le dije, ‘sabes la cantidad de votos que me debe tu viejo a mí’, cuando le conté no lo podía creer”.
Su familia también formó el destino de Castelar, o al menos de algunos barrios. Sus abuelos apadrinaron la Plaza de los Españoles: Celestina Josefa Farina fue la encargada de confeccionar la bandera de España y José Pascual Martínez la de Argentina. Además, fue su padre quien se encargó de traer de Europa las mayólicas que aún hoy decoran la plaza. En el centro de la plaza, junto al mástil hay un aljibe que recuerda al de su propia casa. “Vivía en la casa que era de Lozada, el secretario de Juan Manuel de Rosas. Hoy hay una calle, un estacionamiento y la plaza La Roche. Hace poco me pasó algo muy triste ahí: estacione el auto y un chico me preguntó si me lavaba el auto, le dije que no porque me gustaba lavarlo yo y le conté que ahí donde estacioné el auto estaba la cama de mis padres, donde nací yo y que era la casa del secretario de Rosas. Me respondió: ‘¿Quién es Rosas?’… me pareció muy triste. Esa era la única casa de la cuadra que tenia aljibe, después mi papá lo tapó e hizo uno falso al lado, con jazmines del aire de la Plaza de los Españoles”, destacó.
La relación de Juan Carlos con Castelar fue recíproca, así como su familia le dio una plaza al pueblo, el pueblo de dio a su esposa. “Conocí a mi mujer en un baile en el Club Argentino de Castelar. “Mi amigo me dice de ir a bailar y voy, era en el Club Argentino, en la cancha de básquet. Íbamos a la barra y mirábamos a las chicas con sus madres y paso una petiza, la sigo, se sienta en la mesa con otras chicas y la madre; la saco a bailar y sale a bailar… me dije, ‘me vuelvo loco’. Hablamos, nos pasamos los datos, teléfono, bla, bla, bla, toda la historia. Yo tenía pelo largo, con mi remera del cocodrilo, mis pantalones Oxford, arrastrábamos los pies para caminar. La segunda vez que la vi quedamos enganchados. Esa vez fui con el Falcón de mi vieja, y ya fui a la mesa con su mamá, era Gardel”.
Los relatos se suceden uno tras del otro. Son sus experiencias las que al ser tan anecdóticas conforman su número de humor, el mismo que lo lleva a presentarse en fiestas y eventos, casi por casualidad. El humor volvió a darle el impulso para subirse nuevamente al escenario, aunque los primeros pasos los había dado ya hacía muchos años en el primer Teatro Municipal: “Ya estaba casado y tenía tres hijos. Yo era parte del elenco estable del Teatro de Morón. En esa época el teatro estaba lindo pero no había aire ni nada. Terminaba una función y el mismo elenco repetía a la tarde y a la noche. Teníamos una obra que se llamaba ‘Ellos otra vez’. En la primera función, época de dictadura, nos encontramos con el COMFER en la primera fila… pero la obra era de extraterrestres! Esa obra la fue a ver mucha gente. Yo hacía de Napoleón y cargaba a la policía afanando chistes de Peter Selec”. En el teatro tenía una compañera, le decíamos pajarito, tenía su novio y todo, pero en el teatro es común el beso o la caricia, es algo normal. Después de una obra, un día vino Pajarito y me abrazó, me besó porque había estado bárbaro. Eso lo vio mi esposa y me dijo: ‘el teatro o yo’. Yo amo el teatro, pero más amo a mi mujer”.
Recién varias décadas después volvió al escenario, pero sin proponérselo. “Mi suegro cuenta cuentos y es muy amigo de Cacho Fontana que es un contador de chistes increíble. Mi suegro me los contaba y yo los contaba en reuniones. Un día en un casamiento en los años 80, hago un par de chistes, y después un tipo viene y me dice que le gustaron mucho los chistes”. Este, hasta ese momento desconocido, lo invitó a sumarse a su staff y allí nació Poli Humor. Participó de fiestas empresariales, para ministerios, organizaciones y sindicatos: “cuando voy a la fiesta pregunto si hay alguien con algún problema para no herir susceptibilidad. Generalmente arranco con algún chiste de porteños, así después sin herir susceptibilidades paso por otros de provincianos, españoles, italianos, etc. Un día estuve en un casamiento en un departamento con 50 personas y cuento un cuento de borrachos y de gordos, cuando de repente y en simultaneo sale de la cocina un gordo bien gordo…y todos se mataron de risa, después fui a la cocina y le pedí disculpas. Son cosas que pasan y tenés que tener mucho cuidado. Cuando empiezo siempre aclaro que fulano me contrato para contar chistes en el evento pero que yo en realidad soy streaper, entonces ya se empiezan a reír las mujeres, a gritar, y se rompe el hielo. En una fiesta de 300 viejos en Padua, dije lo mismo y vino una vieja corriendo me agarra y me dijo ‘papito yo te ayudo a sacarte la ropa’ ” se ríe Poli.
Ese mismo humor, sus anécdotas y la música que envolvió cada momento de su vida lo llevaron a hacer radio. Primero en Morón, de la mano de uno de sus hijos. Y luego por su cuenta en la FM Siglo XXI, “estoy los sábados de 11 de la mañana a 1 de la tarde. Música y humor, música de mi época, cuento cosas de la época, los muchachos de la barra, de la plaza, a donde se iba a bailar”, dijo Policicchio.
A la par de su veta artística y de la humorística llevó adelante un taller mecánico. Tras un breve paso por el colegio Newbery, comenzó a reparar autos. Tuvo tres distintos talleres, en su mayoría en Castelar, donde siguió conociendo vecinos y amigos.
Las historias continúan y Morón cada vez parece más distinto a la gran urbe de hoy donde los vecinos no se conocen y el centro es una marea colapsada de personas, colectivos, trenes, taxis y vendedores: “yo no conocía la palabra farmacia, yo iba a lo de Cogliati. O recuerdo ir la iglesia porque estaban las chicas más lindas. No entendíamos nada si hablaban en latín pero a la salida con un cabezazo capaz ganabas un teléfono. Lo de Paveze era sagrado, estaba sobre Belgrano ahora está en Buen Viaje, eran los ravioles de Paveze. El ombú, cuando empezaron a sacar el ombú nos queríamos matar, las parejas que se formaron en el ombú. Los comercios, mi abuelo fue el primero en tener una maquina de copias, y desde la municipalidad mandaban a sacar copias a mi casa, desde la Texalar venían a sacar copias, eran copias grandes…”, relató Juan Carlos a Castelar Digital.
Las historias y los detalles continúan brotando de los recuerdos de Policicchio y caen sobre la mesa de NOI donde contento muestra otra ciudad, sin tránsito ni edificios, con vecinos y saludos. Testigo del cambio y del crecimiento, Morón y sus alrededores llevan la huella de nuestro vecino y su familia. Sus anécdotas son radio y son humor, y también son la charla que nos remonta a otro Castelar.
Entrevista: Gabriel Colonna
Redacción: Leandro Fernandez Vivas