El feriado del 9 de julio de 2007 quedó grabado en la memoria de millones de habitantes de Argentina. Por casualidad, suerte o naturalmente, las condiciones meteorológicas se dieron para que por primera vez en casi cien años nevara en la Ciudad de Buenos Aires y todo el Conurbano. Castelar se vistió de blanco por poco más de 24 horas y fue hermoso.

Durante los días previos, el frío se hizo notar en toda la zona y en casi todo el país. Un inusual viento polar ascendió desde la Antártida ocupando todo el territorio y se topó con la humedad propia de la zona. El frío, según las notas de la época en distintos medios, fue tan contundente que ocupó todas las capas de la atmosfera lo que enfrió la humedad reinante que precipitó en copos de nieve pero no se descongeló al llegar a superficie.

Más allá de las explicaciones técnicas y las mil entrevistas a meteorólogos que hubo en aquellos días, el fenómeno sorprendió, maravilló a muchos y fue la mejor manera de conocer la nieve para aquellos que aún no habían tenido contacto con este particular fenómeno meteorológico.

La nieve no llegó a acumularse en superficies duras. El asfalto, veredas y la mayoría de los techos quedaron a la vista, pero el pasto, las plazas y otros sectores naturales se cubrieron de un manto blanco sin precedentes. La Plaza Cumelén, la Plaza Belgrano, la de los Españoles, el Gorki Grana, la Base de Morón y otros pulmones verdes fueron el escenario de cientos y miles de fotos de vecinos. Hubo guerras de bolas de nieve y hasta alguno se animó a armar algún muñeco, pero por sobre todo hubo carcajadas, juegos, encuentro entre vecinos y, inevitable, mucho frío.

Las condiciones climáticas tan particulares necesarias para que se de este fenómeno son difíciles de que se repitan, pero así como ocurrió en 2007 se puede dar sin previo aviso. Cada 9 de Julio nos encuentra la efeméride y miles de vecinos miran al cielo esperando que se dé, otra vez, el maravilloso y frío fenómeno.