De Castelar a Alemania de la mano de la ciencia
La broza, hojarasca, o simplemente las hojas secas, son mucho más que un juguete para las piernas de los más chicos del barrio en otoño, son todo un universo de formas a descubrir por medio de una lupa, un microscopio y otros instrumentos. “En el grupo donde trabajo estudiamos distintos controles de la descomposición”, comenzó a explicar su trabajo la Doctora en Biología Méndez. Para los científicos, y muchos otros profesionales, su carrera es un vaivén constante entre estudios e investigaciones. Tras el título de grado, la licenciatura, le sigue el título de postgrado, el doctorado, y luego las investigaciones ‘Post Doc’ que demandan el mismo sacrificio y tenacidad que toda la carrera, a lo que se le suma también una lucha posterior para llegar a publicar el resultado de las investigaciones en revistas especializadas y así lograr difundir los avances científicos. “Para mi Post Doc estoy enfocada en la interacción entre los volátiles de la hojarasca, el perfume de la hojarasca, y los organismos descomponedores. Nuestro sitio de estudio es en el Parque Nacional Lanín y trabajamos con tres especies de árboles dominantes de los bosques, del género Nothofagus (coíhue, roble pellín y raulí). En este bosque encontramos el proceso denominado ‘home field advantage’ o ventaja del local que quiere decir que las hojas se descomponen más rápido bajo su mismo árbol que si está más lejos. Tratamos de explicar este mecanismo. Para esto primero colectamos hojarasca y medimos los volátiles”, señaló la especialista.
“estudio los volátiles de la hojarasca y los organismos que la descomponen”
Lo que suena claro y entendible en las palabras de la bióloga, conlleva años de recolección de material, de tratamiento y de control. Incluso para poder medir las variables en las muestras, Méndez debió viajar por medio planeta para conseguir los equipos y técnicas más sensibles y específicos para alcanzar los resultados esperados. Si bien su lugar de trabajo es el Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas vinculadas a la Agricultura (IFEVA) ubicado en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, la Doctora Méndez llevó sus investigaciones a laboratorios de Canadá y de Alemania, específicamente a la Universidad de Concordia en Montreal y el Instituto Max Planck de Ecología Química en Jena, respectivamente. Desde este último destino es dónde respondió las consultas de este medio. “La beca que me trajo a Alemania es una beca bilateral, es decir, es un convenio entre Argentina y Alemania por medio del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD por sus siglas en alemán). Uno de los requisitos es ser docente de una universidad nacional y yo tengo cargo docente ad honorem en la UBA, en Agronomía, desde el 2011, y la investigación tiene que ser dentro del marco del doctorado o del trabajo post doctoral. El trabajo que realizamos en Argentina y el que estoy realizando en Alemania es básicamente el mismo, nada más que acá hay equipos que no tenemos en Argentina. No solo porque es muy costoso comprarlos sino también porque es costoso mantenerlos en uso. Además, tienen más facilidades, hay personas encargadas de la limpieza de los elementos de laboratorio y la compra de insumos. ¡En Argentina, hacemos todo! Y muchos elementos los lavamos y los volvemos a usar”.
“La beca que me trajo a Alemania es una beca bilateral del Servicio Alemán de Intercambio Académico”
El Instituto Max Planck está ubicado en la ciudad de Jena, en el estado de Turingia, cercana a Leipzig pero a 250 kilómetros al sur de Berlín. En el centroeste de Alemania, está rodeada de montañas y densos bosques. “Es una ciudad pequeña que se puede recorrer en bicicleta, tiene una única torre que es característica de la ciudad, que me recuerda al Castelar en el que crecí donde había un solo edificio cerca de la estación de tren. Si bien los edificios no se parecen, es la imagen que se me hace similar. Si bien hay varias estaciones de tren y varios ramales de colectivos, el modo de viaje favorito es la bicicleta. En todas las edades. Para mí fue muy impresionante ver a los chicos chiquitos yendo solos a la escuela en la bici, lo que te hace sentir más la seguridad. Además, abunda la tranquilidad, es muy raro escuchar bocinazos, gritos, mismo en las construcciones tienen mucho cuidado de que el sonido no pase. Al lado de la casa donde estoy, estuvieron construyendo desde que llegué y jamás me desperté con los ruidos de los martillazos. Otro rasgo característico de la ciudad es que en su mayoría la habitan estudiantes ya que hay varias universidades y, si el tiempo acompaña, siempre están en los parques. Para mí es una experiencia increíble poder ir al trabajo en bici, son 20 minutos atravesando un parque a la vera del río, no solo porque te sentís segura, sino también porque tenés una vista impresionante de los árboles que están en las montañas de los alrededores y podes ver cómo sus colores fueron cambiando con la llegada del otoño. Algo que si extraño es la comida de Argentina, no me terminé de acostumbrar a los sabores alemanes, pero igualmente en los supermercados se puede encontrar variedad de cosas”, describió la vecina.
Anecdóticamente, la inscripción a este intercambio académico se realizó en Argentina, pero en el momento de presentar la documentación necesaria, la bióloga estaba en Canadá por otra beca con la primera parte de su investigación: “En el caso de Canadá es una beca enmarcada en una maestría o doctorado, en ese momento yo estaba haciendo mi doctorado. Es una beca que el gobierno canadiense otorga a países latinoamericanos que se llama ‘Emerging Leaders in the Americas Program (ELAP)’. Para mi doctorado estaba trabajando con otro control de la descomposición de la hojarasca, la fotodegradación. Y allá también fui a hacer análisis químicos que no podía hacer en Argentina. Para mí fue una experiencia increíble. Desde lo académico, como desde lo personal, en Canadá fue la primera vez que vi la nieve”.
Público académico
Mientras los científicos avanzan en sus investigaciones, teniendo ya resultados finales o bien con algunos indicios preliminares, se realizan congresos, simposios y encuentros de distintas disciplinas o temáticas con el objetivo de difundir técnicas y protocolos de investigación, aunar ideas y conocerse. Así otros científicos vecinos, tal el caso de la Doctora María Laura Libonatti (Ver: Vecina premiada por la mejor tesis doctoral en entomología ), de la Doctora Clara Liendo ( Ver: Clara Liendo: ciencia e investigación con pequeñas alas ) o de la Doctora María Elisa Solana y el Licenciado Roberto Bo (Ver: Científicos de Castelar: la ciencia en el barrio), reparten su tiempo entre la investigación y la difusión de su ciencia. Estando en Alemania, la Doctora Méndez fue invitada para brindar una charla sobre sus trabajos en Irlanda: “Parte de mi trabajo es presentar resultados a congresos. En esta oportunidad me convocaron para participar en uno para jóvenes investigadores, el ‘Symposia New Phytologist next generation scientists’, que se realizaba en Dublín. Normalmente uno paga para ir a los congresos pero en este caso me pagaron todos mis gastos para poder ir. Si bien no fue mi primer congreso internacional, fue el primer congreso que tenía que dar una charla. Era una charla corta, pero nunca había hablado delante de tanta gente y menos en inglés. Mi nivel de inglés no es del todo bueno, mismo empecé a estudiar realmente cuando empecé el doctorado, antes no había tenido la posibilidad de pagármelo. La escribí y la practiqué un montón para no equivocarme, pero igual los nervios estaban ahí”.
Sueños de laboratorio
Dedicarse a la ciencia exige sacrificios y dedicación plena. Ante la presentación de un ‘paper’ no existen feriados, fines de semana, vacaciones ni cumpleaños. A la intemperie recolectando el material a estudiar o con la vista en el microscopio o frente a la compu, la ciencia demanda horas de vida. El esfuerzo es recompensado con las metas personales, académicas y con la posibilidad de conocer el mundo y hasta poder cambiarlo: “Mi carrera, el doctorado, la biología para mí significa seguir mis sueños. El otro día me preguntaron qué quería ser de grande cuando era chica y yo les dije que algo similar a lo que estoy haciendo ahora. Me imaginaba haciendo experimentos con cosas de colores como veía en la tele. Mi mamá hacia tortas y tenía colorantes y yo los usaba para jugar, obviamente ella no estaba muy contenta con eso, pero yo experimentaba y tenía mi cuaderno de notas”, resumió la científica.
“la biología para mí significa seguir mis sueños”
Su historia académica comenzó en la Escuela 17 de Castelar, continuó en el Dorrego de Morón para transformarse en su vida y vocación en la Universidad de Buenos Aires: “Tuve la suerte de poder acceder a la escuela pública, a la universidad gratuita porque si no, no hubiera podido estudiar. Tenemos que seguir defendiendo la educación pública y gratuita, ya que le da la posibilidad a muchos que de otra manera no hubiéramos podido estudiar. Estoy agradecida porque este trabajo me llevó a lugares que jamás hubiera pensado que podría ir. Me costó mucho y todavía me cuesta avanzar pero poco a poco voy logrando armar mi camino”, finalizó Soledad Méndez.
El año finaliza en los primeros días de diciembre para la vecina bióloga ya que culmina sus investigaciones en Alemania y regresa a la Argentina. Continuará en su laboratorio madre descubriendo por qué desaparece la hojarasca y transformando su curiosidad en avances científicos.
Entrevista y redacción: Leandro Fernandez Vivas