"Vivir leyendo" por Paola Bova
Un vicio que ocupaba todo el tiempo y también era la razón por la que cada vez hacía más rápido el resto de las cosas… se apuraba para tener un rato y leer.
Empezó con lecturas cortas, con las que todos nos iniciamos, pero no tardó en interesarse por textos más largos y más complejos cuando todavía era muy pequeña para entenderlos.
Al principio trataron de guiarla en sus elecciones, algo apropiado a la edad, algo de cuentos, alguna que otra novela corta, pero de a poco, y a medida que crecía, se tornó ingobernable. Leía todo lo que había a su paso, y en su casa no era difícil encontrar libros de los temas más variados. Libros de poesía, de historia, libros viejos y nuevos, libros que trataban temas de grandes y otros que trataban temas de chicos, historietas y revistas.
En cualquier lugar de la casa se podía encontrar un piloncito de libros que habían sido abandonados para ir a algún otro rinconcito donde otra pila esperaba ser leída.
Así creció entre historias y palabras, imaginando mundos llenos de personajes y leyendo, siempre leyendo… Nadie hubiera podido imaginar que lo que iban a faltarle serían las palabras.
Nadie hubiera podido pensar que, ya adulta, iba a pelear consigo misma una y mil batallas para poder expresar lo que sentía, para poder ser protagonista de su historia, para lograr compartir con otros y crecer.
En qué momento la lectura se había convertido en su refugio y a la vez en un punto sin retorno, en una trampa que permitía imaginar mil experiencias y vivir las experiencias de muchas personas distintas, pero que a la vez la limitaba, no la dejaba conectarse con los otros, al punto de no poder pensar en más nada que en leer y vivir en esos mundos imaginarios. Allí resolvía todo sin más, no necesitaba ningún esfuerzo, todo podía ser…
En qué momento la libertad de lograr con su imaginación todo lo que quería le había impedido por otro lado avanzar y ser capaz de experimentar la realidad.
Prefería sin dudarlo, los personajes de los cuentos y las novelas a las personas, las páginas de papel a los paisajes, las historietas a las nuevas experiencias.
No era fácil ser ella en la vida real, no le había tocado ser la más linda ni la más simpática, no le era fácil encontrarse con otros, no le resultaba nada simple interactuar con los demás y menos que menos hablar de nada, pero sin dudas lo más difícil, lo que más le costaba era hablar de ella misma, de lo que le pasaba, de lo que sentía.
Sola con sus libros era otra cosa, ella era ella a través de las palabras que habían escrito otros, de las vidas que otros vivían en el papel, a través de los sentimientos, los amores y desamores que los personajes tejían en cada historia.
Cada vez salía menos, cada vez se encerraba más a leer. Excepto por las salidas obligadas por provisiones y, obvio, para buscar algún libro en la biblioteca o comprar alguno en la librería, era muy raro verla fuera de su casa.
Inútiles los esfuerzos de las personas que la rodeaban por impedirle ese encierro y menos exitosos fueron los intentos de interrumpirlo.
Cada paso en falso fuera de su rutina, cada cambio fallido, la hacía aferrarse más a ella. Por momentos leía para olvidar y por otros releía lo que se olvidaba. Leía para estar contenta y para estar de mal humor, para pensar y para enamorarse también leía.
Un día, no salió más… ni para hacer las compras, ni para buscar libros en la biblioteca, ni para comprarlos en la librería. Creyó que era suficiente con lo que tenía, que con los libros que tenía bastaba, podía leerlos y releerlos las veces que quisiera, ya estaba grande para hacer lo que quisiera. Ese día sintió que no necesitaba nada más.
Ese día entraron a buscarla, pero ya no estaba.
La buscaron por cada rincón de la casa, en cada una de las habitaciones, la llamaron una y otra vez, pero nunca la encontraron, nadie la vio nunca más… Lo único que encontraron eran libros, apilados, en fila y formando montoncitos por cada rincón, libros nuevos sin leer y otros gastados de ser leídos y releídos.
Algunos libros eran muy tristes, otros esperanzadores y llenos de aventuras, pero todos con sus tapas y con sus páginas cuidadas y prolijas, sin orejas, algunos con señaladores o párrafos prolijamente marcados.
La buscaron sin saber que cada uno de esos libros, cada una de esas historias de amor y de desamor, cada uno de los personajes y sus vidas eran ella.
Paola Bova es integrante del Taller literario de Marianela.