"Un extraño personaje" por Alberto J. Dieguez
Solo mantenía algún contacto con los vecinos, cuando realizaba alguna compra, en el almacén de Luigi. El loco Luigi -como apodaban los vecinos al almacenero del barrio- se había ganado ese apodo y otros motes, por sus excentricidades.
En las vidrieras del negocio, aparecían máximas manuscritas que renovaba periódicamente y que extraía de viejas revistas Selecciones, de la contratapa de Clarín y de su propia inventiva. “Las casualidades no existen, existen las causalidades”; “Existen dos formas de ser engañados. Una es creer lo que no es verdadero, la otra es negarse a aceptar la verdad. Soren Kierkegaard”. “Se aceptan bitcóins. Haga sus compras con bicones.” “Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema. Winston Churchill”.
Una tras otra las frases, los proverbios, las máximas iban ocupando toda la vidriera del negocio, que solo las leían algún proveedor o algún vendedor, que esperaba ser atendido por el almacenero.
Luigi manifestaba haber ido a la escuela solamente un par de años, pero se consideraba a sí mismo un científico, un intelectual, un pensador ilustrado, que ponía esas máximas para educar a la “pobre e ignorante” gente del barrio.
Hacer la cuenta de una venta, requería para él un ritual numerológico. 200 grs. de salame $ 42.- pesos; 150 de queso, 39 pesos. Total: $ 81 pesos Y comenzaba con su análisis, 4 y2, son 6. 3 y 9, son 12; 1 y 2 son 3; 8 y 1, 9. 6+3+9=18. 1 más 8, da 9 y ahí comenzaba una larga caracterización del cliente, mezclada con las virtudes de los signos del zodiaco.
- Qué bien doña Matilde, el 9 es el número del idealismo, de los sueños…
Y enseguida recibía la respuesta del cliente:
- Vamos, vamos Don Luigi, cobre la cuenta, que tengo mucho que hacer en casa.
Peter concurría al almacén a comprar un sachet de leche, algo de queso o huevos. Sus conversaciones con el almacenero, eran seguidas con avidez por los vecinos que estaban en ese momento en el local, deseosos de conocer algo más de su enigmático vecino Peter.
Este, había hecho buenas migas con el almacenero. Cuando estaba con Luigi, hablaba de cosas extrañas, como el Área 51 en el desierto de Nevada; de un área similar en la Antártida; sobre los crop circles; sobre la ruta del oeste; sobre sonidos que se escuchaban en el cielo y que algunas mentes místicas, relacionaban con las trompetas del apocalipsis.
Peter realizaba frecuentes y cortos viajes a Capilla del Monte, al cerro Uritorco; a Punta de Indio, a Olavarría, donde decía que eran las zonas más activas del país, en fenómenos anómalos.
Mencionaba con frecuencia en sus conversaciones, al corredor del oeste, una línea que va desde Flores, Caballito, en la Capital y corría paralela a la ruta 7, para pasar Lujan, Areco.
Peter hablaba de los numerosos fenómenos que ahí se producían; recordaba lo sucedido en Castelar en 1968, cuando un ovni casi se posó sobre la casa del vecino Eduardo Squirru Gonzalez, que había sido el primer embajador argentino en China y que era el padre de la astróloga Ludovica Squirru Dari, conocida por sus predicciones con el horóscopo chino. Peter conocía hasta los más mínimos detalles de este acontecimiento.
Una vecina que seguía la conversación en el almacén, enseguida relacionó este hecho, con la edad de Peter. Pensó para sus adentros. Este es un hombre joven, de no más de 40 años de edad. Si esto sucedió en 1968, Peter no había nacido para ese entonces ¿Cómo podía conocer con detalles el mismo?
Ella nunca había oído hablar ni a su familia, ni a los vecinos, de toda esta historia en Castelar. Todos los años leía el horóscopo chino de Ludovica. Precisamente hacía pocos días, que había leído, sus predicciones para el año del Perro, pero de este ovni posado sobre la casa de su padre, aquí en Castelar. ¡Nada¡ Y Ludovica ahora vivía en la sierras de Córdoba, ¿a quién preguntar, entonces? ¿Con seguridad, Ludovica debía saber algo del ovni y de este extraño vecino? Salió pensativa del almacén y trató de despejar su cabeza.
Peter pasaba largas noches con un grupo de ufólogos en los campos del INTA en Hurlingham, tratando de fotografiar, filmar y establecer contactos con seres de otras galaxias. También durante las noches, con bastante asiduidad, realizaba vigilias nocturnas, en el Dique Roggero, en Moreno, donde habían aparecido huellas de aterrizajes de ovnis, lugar éste donde sus amigos decían recibir mensajes de una Confederación Galáctica. Uno de los últimos avistamientos, había sido el 5 de diciembre del 2016 y el hecho fue recogido por medios locales, por los diarios Página 12 y Popular de Buenos Aires y por canales de televisión.
Todos estos hechos acaecidos en el corredor del oeste, dieron lugar a programas semanales en las radios locales, que daban cuenta de los avistamientos; de los mensajes recibidos; de los contactos establecidos; a charlas y conferencias en diversas localidades del oeste y hasta la oferta de atención psicológica, para las personas que avistaran objetos no identificados.
Peter recomendaba siempre leer el libro Cosmic Manuscript de un tal Dallas Thompson, pero el libro estaba en inglés y no se había traducido al castellano. El libro con sus mensajes, con su espiritualidad, lo había encandilado.
Estaba obsesionado con el tema de que la tierra era hueca y que debían existir puertas y conductos que posibilitaran entrar en sus entrañas. Unas de esas entradas según él, eran las cavidades polares. Cuando este tema salía en las conversaciones, Luigi decía que él siempre había sostenido que la tierra era hueca, pero era solamente un presentimiento, dado que no tenía ninguna evidencia de que fuese así.
Un día en el barrio se dieron cuenta que Peter se había esfumado, ya no lo veían salir y entrar en su casa y hacía tiempo que no concurría al almacén de Luigi.
Según Luigi no lo veía desde hacía más de una semana, precisamente entre el día 5 y el 18; 5 y 9, da 14; 1 y 4, da 5. El número hace referencia a personas con espíritu libre, viajero, aventurero.
Según él, era posible que Peter se hubiese dirigido a una de las cavidades polares, o se hubiese extraviado en el desierto helado, o fuese un viajero del tiempo o un hombre de otra dimensión o un ummita. Eso era lo que decían los números. Y remarcaba Luigi:
- No lo digo yo. Es la ciencia cósmica. La numerología, las matemáticas.
Doña María lo escuchaba con atención y con un cierto fastidio, dijo:.
- Luigi, déjese de delirar, yo tengo la llave de esa casa, que me la dio antes de morir la abuela Gregoria. Llamaré a Don Antonio y a Valentina y entraremos en la casa.
- Y afirmo con sorna: veremos qué clase de cavidad polar hay por ahí.
Doña María salió del negocio y fue a buscar a los vecinos. Entraron en la casa. Una capa de polvo blanquecino cubría los muebles. Las pisadas se marcaban en el piso. Algunas telarañas colgaban de los techos. Abrieron la puerta del dormitorio, que crujió al rozar el piso de madera. No encontraron nada. Lo mismo hicieron con las demás habitaciones.
Revisaron la casa, centímetro por centímetro. Nada, ni un mínimo rastro de que en la casa hubiera estado alguien, después de la finada.
Salieron desconcertados. Todo parecía haber sido un sueño, una pesadilla. ¿Y Peter? ¡Había vivido ahí estos dos últimos años! Lo veían entrar y salir: lo veían conversando en el almacén de Luigi.
Doña María con el semblante desencajado por él terror, cerró sus ojos; contuvo el aliento y solo atino a preguntar con rabia: ¿No serán estas, cosas del loco Luigi? Algún hechizo, algún artificio de ese viejo loco!
Alberto J. Dieguez
E-mail: albdieguez11@gmail.com