Una locomotora a vapor se paseó por Haedo
Coincidiendo con los 131 años de vida de la estación de Haedo, el Museo Cultural Ferroviario Raúl Scalabrini Ortiz sacó a pasear uno de sus más preciados tesoros. Pequeña en comparación con sus hermanas mayores, pero no por eso menos vistosa y llamativa, una locomotora vaporera ‘pilota’ se dejó fotografiar, conocer y saludar en el andén bajo de la vecina localidad.
Se trata de la locomotora Robert Stephenson que por no más de 300 metros, la distancia entre el museo y el andén, trasladó a un impecable furgón de cola en restaurado naranja. La locomotora comenzó a correr por la pampa bonaerense en 1906 y el furgón le siguió unos años después. “Ver esta locomotora circulando es una misión cumplida. Son pocas las veces que la podemos sacar, esta es una más. Si Dios quiere nos iremos sumando a otras cosas también”, explicó orgulloso a Castelar Digital Claudio Chazarreta, presidente del Museo cultural Ferroviario Raúl Scalabrini Órtiz. “Esto se viene organizando, pero hoy fue medio de golpe porque se necesitan las autorizaciones pertinentes de las autoridades de Ferrocarriles. Se nos dio y hoy podemos estar presentes celebrando a Haedo”, completó.
El museo ferroviario se encuentra ubicado tras los talleres ubicados entre la estación de Haedo y la de Morón, con entrada por la calle Rawson y las vías. Sus máquinas miran celosas el obrador del soterramiento esperando volver a vivir tanta actividad. Para llegar al punto de exposición la Stephenson debió utilizar y cruzar las vías generales que habitualmente utiliza el servicio eléctrico del Sarmiento. Por su antigüedad y años en desuso debió tramitar permisos especiales, pero el sábado por la mañana realizó el recorrido sin novedades, dejó atrás dudas y sospechas y se movió humeante hacia la exposición.
“Este tipo de locomotora, que tiene dos ejes, se la llama locomotora pilota. Se la usó para armar los grandes trenes de carga o de pasajeros, en las playas de maniobras, para que después venga otra locomotora de mayor tamaño y salga a línea principal”, enseñó Juan Carrer, vocero de la Comisión directiva que lleva adelante el museo. “Esta locomotora es de 1906, pertenecía originalmente al Ferrocarril Roca, llamado ferrocarril del sud, estuvo en una exposición ferroviaria grande que se hizo en la década del 70, después quedó abandonada en los talleres de Liniers. El museo se enteró de esta locomotora, se hicieron los permisos pertinentes para trasladarla al museo y comenzó el proceso de restauración que llevó aproximadamente cuatro años, es de origen británico, es el primer vapor funcionando en el museo junto con un guinche a vapor que nos ayuda con las tareas de mantenimiento más pesado”.
Como si se tratase de una imagen tomada de una película, la vaporera recorrió varias veces de punta a punta el andén sur de Haedo llenando los ojos de curiosos y aficionados al ferrocarril. Los miembros del museo, rebalsados de orgullo, resolvieron toda duda o pregunta, posaron para las fotos y oficiaron de guarda, maquinistas y mantenimiento. Durante el mediodía del sábado, y durante dos horas, todo vecino pudo conocer un tren a vapor. El furgón de cola, modesto compañero de la locomotora ofició de punto de partida de cientos de globos que alegraron a los curiosos más pequeños: “el furgón de cola no se utiliza mas hoy en día. Iba al final de los trenes de carga, donde viajaba un guarda que iba alerta por si se cortaba la formación. Es decir, por si se soltaba algún vagón, si descarrilaba alguno. Hoy en día se utiliza un telémetro, una luz roja que se coloca en el último vagón de carga y está conectado con la locomotora, está sistematizado”, señaló Carrer.
Para quienes nunca habían tenido la oportunidad de ver correr sobre los rieles a una máquina a vapor se trató de una oportunidad única. A diferencia de lo que se podía esperar, la vieja Stephenson no fue ruidosa ni escandalosa. Su silbato, la bocina a presión, alarmó a algunos niños que sorprendidos se asustaron, pero su paso llamó la atención también por su bajo nivel de ruido. Tecnología de hace siglos que sigue sorprendiendo: “Funciona como si fuera una pava de agua que empieza a hervir, genera vapor a presión. Esa presión es la que hace que genere el movimiento de los pistones, de las bielas y ese conjunto mueve a toda la locomotora. Tiene una caldera inmensa, como si fuese la pava, en la trompa delantera”, explicaron los miembros del museo.
El museo ferroviario Scalabrini Ortiz nació como una sucursal del Ferroclub Argentino pero hace pocos años logró su independencia y su identificación como centro cultural: “Todos tenemos la misma finalidad, sea museo o ferroclub, perseguimos la preservación y puesta en valor. Somos un museo, una asociación sin fines de lucro y abierta a la comunidad. Estamos sábados y domingos después de las dos de la tarde. Quien quiera ser socio es bienvenido, no todo el mundo sabe de arreglos de trenes, yo me incluyo, fui aprendiendo estando ahí, los invitamos a todos”, destacó Chazarreta. “Yo nada que ver con los ferrocarriles, soy empleado bancario. Siempre de chico me gustaron los ferrocarriles, me dediqué al ferromodelismo que son los trenes a escala, en 1/87 en maqueta… sigo con el ferromodelismo pero ahora me dedico a la escala real. Es una pasión”, finalizó Carrer.
Con el visto bueno de Trenes Argentinos y el apoyo de La Fraternidad, el Museo Scalabrini Ortiz pudo deleitar a los vecinos de Haedo y un sinfín de curiosos con la bella, humeante, pesada y vieja vaporera Stephenson de 1906.
Entrevista y fotos: Leandro Fernandez Vivas