Eduardo "Rulo" Vignolles: Jazz por instinto e improvisación
Por: Gabriel Colonna, Leandro Fernández Vivas.Eduardo "Rulo" Vignolles disfruta del jazz desde su infancia. A los 10 años escuchó las primeras canciones y a los 16, tras mudarse de su Tres Lomas natal a Buenos Aires se inscribió en el Conservatorio Nacional. Estuvo sólo cuatro años en el entorno académico pero le fueron suficientes. Desde entonces no se ha separado de la música de sus pasiones, lo que lo ha llevado a tocar con artistas de renombre y distintas disciplinas, desde Nacha Guevara a Walter Malosetti, pasando por Carlos Perciavalle, Antonio Gasalla y Pablo Ziegler, entre muchos otros.
Vidrierista de oficio y por casualidad, repartió su vida entre comercios y escenarios. El Jazz es su vida y el contrabajo su herramienta: “el Jazz es algo de nivel global y tiene un elemento que es insoslayable que es la improvisación. Los demás estilos no lo tienen. Cuando el músico puede captar eso es algo muy lindo y se puede juntar con un cuarteto o quinteto o una Big Band. Cuando hay 10 tipos tocando juntos es una sensación intransferible”.
Las primeras canciones del ritmo que lo cautivó, las conoció por las transmisiones de Radio Excelsior y sus secciones dedicadas a la música norteamericana. “Me vine del Oeste de la Prov. de Buenos Aires a los 15 y a los 16 entré en el Conservatorio. Por cuestiones familiares no me recibí, no podía seguir estudiando sin trabajar. Paralelamente a mi actividad musical, soy vidrierista. Armaba vidrieras y armaba grupos”, contó Vignolles a Castelar Digital sobre sus inicios.
“Hacía vidrieras y también trabajaba profesionalmente en obras de teatro, en Café Concerts, en la época dorada, cuando salieron todos: Nacha Guevara, Carlos Perciavalle, Gasalla, yo trabajé con muchos de ellos. Con mis amigos de Ramos Mejía armamos una banda, nos juntábamos a escuchar discos y un día organizamos una orquesta. Nos seguimos viendo hoy, pero soy el único que siguió con la música”, destacó.
“Dama Sofisticada”, “Collar de Perlas”, Vibratops y Argenjazz son algunos de los nombres de sus discos y agrupaciones. Todas bajo la firma de Rulo Vignolles. “La música es natural a todos. La vida sin la música sería un error. Siempre me gustó aunque conozco mucha música. Conozco mucho más del Jazz del ´40 al ´70, los más moderno no lo escucho tanto. Llega un momento que es imposible hacer algo original y que sea mejor o cambie el camino que ya trazaron, ahora hay una meseta que no se sabe para dónde ir. Una canción que sea una sinfonía, eso es muy difícil de lograr o una melodía interesante porque ya está todo hecho”, explicó.
En los años 60 el jazz mutó y se transformó en Dixieland. Se volvió bailable y hasta contrariando sus orígenes, se volvió popular. “Eramos seis o siete grupos. El Jazz se puso de moda y trabajábamos como ahora trabajan las bailantas, salíamos en colectivo y hacíamos cuatro o cinco clubes sociales por noche”, resaltó. Tras aquellos años populares, el rock, el blues y otros ritmos más comerciales coparon el mercado musical. El Jazz se volvió selecto y los músicos, pocos en este estilo, comenzaron a conocerse y frecuentarse. “Me relacioné con Pablo Ziegler, un músico muy importante para la música argentina, un verdadero genio del piano. Me fui relacionando con muy buenos músicos, como Walter Malosetti, y otros, y trabajé en el Café Tortoni”. En el famoso café de Avenida de Mayo, en el centro porteño, estuvo más de 10 años, siempre de la mano del contrabajo. “Es un instrumento que no es muy solista, es de perfil bajo pero si no está se nota. Todos tienen un bajo o un contrabajo. Cuenta el ritmo y las armonías, va acompañando para que los otros músicos tengan una guía cuando improvisan. Con el contrabajo fue amor a primera vista, Es algo de lo que nunca me voy a arrepentir, pero hay que reconocerlo: es incómodo, es grande”.
“En el Tortoni trabajé 11 años seguidos en los ochentas, conocí a otro pianista increíble, Manuel Fraga. Trabajé en Teatros también con Pepe Soriano, que era una muy buena persona o con Jorge Luz que nos hacía llorar de la risa. Es que había dos caminos paralelos. Uno era el trabajo formal de la música, en teatros o Café Concerts. Y otro camino es el Jazz, digamos más cerrado, nos conocemos todos. Se arman grupos hasta sin ensayar. En el Tortoni hacíamos un show que se llamaba Swing, el músico principal era Benny Goodman, y tenía músicos muy importantes”, rememoró. De aquellas épocas y contactos surgió la Rulo Vignolles Big Band que ya se ha disuelto. “Fue una gran cooperativa. La propuesta fue en el ´82 de la mano de Roberto Marietti. Él me hizo los arreglos pero el repertorio lo elegía yo. Y la ganancia la repartíamos. Viajar con músicos me encanta, te divertís. Los músicos son de contar chistes, Walter Malosetti tenía un humor increíble; Mariano Otero, también”.
En el oeste del Conurbano son muchos los escenarios que lo han tenido como protagonista con sus bandas o acompañado por músicos con el mismo fin, hacer Jazz: “en la Casa del Poeta toqué hace un tiempo pero hace 25 años que voy a tocar al Graff Zeppelin en El Palomar, también tocaba en el Zoo de Ituzaingó. Después toqué mucho en el Café del Parque y ahora en Café Bonafide. Pero fue en los ´90s cuando hice un Ciclo de Jazz en la casa del arquitecto Ricardo Oucker, en donde ahora está el Easy con Coty Manigot, una chica que canta muy bien, y mucha gente vino. Ahí me hice más conocido en la zona”.
El jazz lo llevó a presentarse en distintos lugares y recorrer miles de escenarios compartiendo anécdotas, acordes y emociones. Pero no todos los recuerdos son buenos. En la última dictadura militar, Vignolles no dejó de tocar pero vivió momentos poco agradables que se entremezclan con las muchas anécdotas graciosas que también acumuló a lo largo de su carrera: “Toqué mucho tiempo durante el ‘proceso’ y todos los músicos estaban en la listas negras. Entonces las actuaciones eran con policías en la puerta. Una vez yo estaba con Nacha Guevara en Canal 9 habíamos estado ensayando y el día del debut la Triple A puso una bomba y murieron dos compañeros de trabajo, y nunca se supo nada. Pero también tengo un montón de anécdotas cómicas: un día estábamos tocando en un lugar y había una pared larga con un cortinado, se suponía que donde estaba el cortinado seguía la pared, en un momento dado le tenía que dar una comentario al baterista, me doy vuelta y el baterista no estaba y la cortina se movía. Sentimos ruido a cajones de cerveza y encontramos al baterista tirado atrás del escenario”.
El próximo Viernes 20 a las 22 hs. Rulo Vignolles estará sorprendiendo al público del oeste con su increíble música de jazz en el Café Bonafide de Paseo de las Terrazas, Santa Rosa al 1300, Castelar; acompañado por Ricardo Pereyra en piano, Pablo Gonzalez en batería, y Moira Martín en voz.
El Jazz de la mano de Rulo tiene un significado especial. Su pasión, su gusto por esta música, su virtud sobre el instrumento y su extensa carrera lo llevan a reinterpretar el Jazz, aquella música que, según explica, le da vida: “el Jazz lo tenés que escuchar mucho e ir formando tu propia manera de tocar, muchos músicos clásicos se desesperan por tocar dos compases de Jazz, pero para el Jazz se tiene o no se tiene swing y balanceo. Eso está dentro, no se enseña. Hay cosas que no se pueden escribir como se tocan, otros estilos son más sujetos a una escritura formal. El Jazz tiene libertades, más con improvisación, yo soy más acompañante que de improvisar, pero tengo mi estilo acentuado. Había un pianista, uno de los mejores de América que decía: el Jazz siempre está agazapado esperando su oportunidad”, finalizó Eduardo "Rulo" Vignolles.
Entrevista y fotos: Gabriel E. Colonna
Redacción: Leandro Fernandez Vivas
Gabriel Colonna
Fotógrafo
Fotógrafo. Programador Web. Emprendedor.
Fundador y Director Ejecutivo de Castelar Digital.
Socio Fundador de GAMA Taller de Imagen.
Socio Fundador de Ocho Ojos.
Leandro Fernández Vivas
Periodista
Técnico Universitario en Periodismo.
Director Periodístico en Castelar Digital.
Socio Fundador de Ocho Ojos.