Faroles y bichos: con el calor los insectos invaden Castelar
Noche de calor en Castelar y como si se trataran de los “cascarudos” que amenazaban al Eternauta, la ciudad se llenó de insectos. Escarabajos, chinches, grillos y cotorritas. La luz los encandila, pero ellos vuelan al encuentro de focos, reflectores y luminarias. Algunas veredas y esquinas se transformaron en pequeños zoológicos.
La vecina y bióloga María Laura Libonatti explicó a Castelar Digital por qué la ciudad se llenó de “bichos” y qué hacen volando por las noches.
Es común ver en las luces de las casas, y más aún en las clásicas esferas blancas que iluminan las veredas del centro de Castelar, cómo pequeños insectos vuelan a su alrededor y cómo, los más atrevidos, ingresan a los plafones para terminar muriendo en su interior.
La luz los atrae, estas noches de verano, los reflectores de los carteles publicitarios del centro se llenan de bichitos voladores. “En general se observan tantos insectos en noches de verano con mucho calor y de próxima lluvia, ya que los insectos acuáticos ante las circunstancias de alta temperatura y humedad dispersan, es decir, vuelan en busca de nuevos lugares con agua donde establecerse”, explicó Libonatti y continuó, “la luz los atrae y si bien hay varias hipótesis que buscan explicar este comportamiento, la más difundida sostiene que los insectos acuáticos confunden las luces artificiales con el reflejo de la luna en el agua”. Este sería el caso de los escarabajos y las chinches acuáticas. Empero, no solo los insectos que habitan en cuerpos de aguas se acercan a la luz sino que otros llegan con distintas intenciones. “Otros insectos son atraídos por un estímulo olfativo; los predadores que se acercan oliendo la acumulación de otros insectos. Se acercan guiados por el olfato para comer. Incluso pueden verse murciélagos o sapos, no solo insectos”, destacó la bióloga que se especializa en el estudio de escarabajos acuáticos.
Maria Laura Libonatti es Licenciada en Ciencias Biológicas de la Universidad de Buenos Aires, becaria doctoral del CONICET, con varias publicaciones en revistas científicas nacionales e internacionales. Actualmente trabaja en el Laboratorio de Entomología del Instituto de Biodiversidad y Biología Experimental Aplicada.
Otro caso especial de atracción por la luz en insectos es el de la común cotorrita. Estos saltadores bichitos se alimentan de savia vegetal. Se guían en la noche para encontrar su alimento por medio del brillo de la luna o las estrellas en las gotas de rocío sobre el pasto. “Según la hipótesis más fuerte, las cotorritas confunden la luz artificial con estos brillos que las guían naturalmente durante la noche”, aclaró la entomóloga.
Los insectos que durante estas noches cálidas pululan sobre los faroles habitan en su mayoría en cuerpos de agua. “Pueden vivir en charcos, zonas inundadas o alguna laguna distante. Los que van a la luz son voladores y pueden acercarse desde zonas distantes, pueden habitar charcos de Capital Federal, como de Castelar o humedales más alejados”, finalizó Libonatti.
En una breve identificación de los especímenes encontrados volando en los faroles de la Plaza Seca cercana a la estación de Castelar, la bióloga logró señalar las familias y géneros más numerosos. Entre ellos se pudo reconocer, entre los acuáticos, escarabajos de la familia Dytiscidae (especies de los géneros Pachydrus, Laccophilus y Rhantus); de la familia Hydrophilidae (especies de los géneros Tropisternus y Berosus); chinches de las familias Belostomatidae (Belostoma elegans), Notonectidae y Corixidae. Entre los terrestres, escarabajos de la familia Carabidae, que son predadores de otros insectos; y cotorritas de la familia Cicadellidae. Además de odonatos adultos (libélulas).
Los calores, propios del verano en estas latitudes, continuarán por varios meses, los insectos, según sus ciclos de vida, podrán acompañar o no las noches cálidas de Castelar, pero en estas primeras semanas de enero, serán asiduos visitantes de los faroles y esquinas de la ciudad.
Entrevista y Redacción: Leandro Fernandez Vivas