"Lenteja Cretácica" por Jorge O. Colonna
JORGE LUIS BORGES: Buenos Aires
Beto y el Cholo nacieron en Villa Fiorito, ese barrio signado por el amor a Maradona y el espanto al Riachuelo. Los años pasaron, Maradona se convirtió en abuelo, pero el Riachuelo aumentaba cada vez más su concentración de sustancias tóxicas. El nivel de contaminación de la cuenca era ya tan elevado que -aunque cesaran todos los derrames industriales y cloacales -el río nunca lograría recuperarse.
Por entonces, Beto y otros científicos del CONICET estaban investigando el tratamiento ecológico de las aguas servidas a partir de la Lemnaceae, conocida como lenteja de agua. Esta monocotiledónea tiene la capacidad de asimilar los nutrientes que se liberan en la descomposición de la materia orgánica presente en las aguas residuales. Su gran capacidad de crecimiento les permite sanear estanques y pequeñas lagunas. Sin embargo, su reproducción no es suficientemente rápida como para enfrentar el desafío del Riachuelo.
En otro orden de cosas, el retroceso de un glaciar patagónico había dejado al descubierto el cuerpo bien conservado de un dinosaurio herbívoro, que habría vivido cien millones de años atrás. Al enterarse, genetistas de distintas partes del mundo iniciaron gestiones para intentar clonar esa maravillosa criatura.
Con un objetivo mucho más modesto, acorde con sus recursos, el Cholo y sus colegas del INTA de Castelar comenzaron a analizar las semillas y restos vegetales encontrados en el estómago del saurópodo. Fue así que, entre otras, descubrieron una variedad prehistórica de la actual lenteja de agua.
Cuando en el CONICET tomaron conocimiento de este hallazgo, Beto se contactó con el Cholo y le propuso desarrollar un híbrido cruzando ambas especies de lentejas: las actuales y las cretácicas. Quiso el destino que lograran su objetivo y el resultado fue espectacular. Mientras la variedad natural duplicaba su peso cada dos o tres días, el prolífico híbrido lo lograba en apenas dos o tres horas.
Las pruebas fueron tan exitosas que de inmediato se autorizó su masivo sembrado en la Cuenca Matanza-Riachuelo. El híbrido no defraudó y un cambio maravilloso se produjo en esas postergadas aguas.
Mientras comenzaban las disputas jurídicas por la propiedad intelectual del desarrollo, las plantas híbridas seguían multiplicándose y expandiéndose. Así, en busca de más alimento, ingresaron por los caños de efluentes industriales y desagües cloacales.
Entonces, se disparó la señal de alerta. Habitantes ribereños de Villa Fiorito denunciaron que sus inodoros se habían poblado de voraces lentejas que –en actitud amenazante- esperaban sus heces.
Jorge Colonna es integrante del Taller literario de Marianela.