"Noviembre de 1950" por Jorge Colonna
Como soy chico no puedo montarlo de un salto como los gauchos, pero tampoco me gusta que mi papá me agarre y me suba como a un bebé. Por eso, pongo a "Viejo" junto a la tranquera, después me subo a la tranquera y de la tranquera paso al lomo de "Viejo" y chau Pinela.
Durante las vacaciones o los fines de semana que no llueve, mi familia me lleva a la chacra que era de mi abuelo y yo salgo a pasear con "Viejo". Me gusta hacerlo chapotear en los charcos y arrear las vacas que andan sueltas en la calle. Cuando paso al galope cerca de una casa y los perros me salen a ladrar, "Viejo" les tira patadas y yo me tengo que agarrar de las crines para no caerme.
Hay algunas calles por donde "Viejo" no quiere pasar y se empaca como una mula, hasta que yo doy media vuelta y regreso. El hijo del casero dice que eso pasa porque hay fantasmas. Le pregunto a mi papá y me dice que en esa zona hay un matadero y "Viejo" debe darse cuenta de que hay caballos muertos. Entonces es verdad, hay fantasmas pero de caballos.
A veces voy con "Viejo" hasta el arroyo pero tengo que volver pronto porque si mi mamá no me ve durante un rato largo se asusta y empieza a decirle a mi papá:
-¿Le habrá pasado algo a Jorgito?"
-No querida, quedate tranquila que ya va a venir.
Pero cuando yo llego mi papá se me acerca y en voz baja me dice:
-La próxima vez que hagas preocupar a tu madre te rompo el traste a patadas.
Y si está muy enojado en vez de traste dice culo. Por eso prefiero volver pronto del arroyo.
Mi hermana no sabe andar a caballo y eso que es más grande que yo. Mientras yo salgo con "Viejo" ella se queda leyendo. Yo todavía no sé leer pero cuando aprenda voy a seguir saliendo con "Viejo". Ningún libro puede ser tan lindo como andar a caballo.
Jorge O. Colonna, escritor de Castelar, es autor de "Ficciones Otoñales".