"Perdedores" por Jorge Colonna
Cubierto con el capote y la gorra, salió a la calle. Instintivamente miró hacia ambos lados; como vivía en una cortada mal iluminada era habitual encontrar parejas, de a pie o en auto, que aprovechaban la complicidad del tranquilo paredón. Pero sólo vio, bajo la lluvia, un Peugeot con dos hombres en actitud sospechosa en su interior.
El policía empuñó el arma reglamentaría y se acercó en silencio.
Eran las cuatro de la mañana y llovía torrencialmente. Loser se puso un gastado impermeable, salió a la calle y caminó hasta el auto. Su vida era una hoja en la tormenta que durante años venía sacudiendo a la sociedad. La esposa lo había abandonado luego de que perdió el trabajo y cayó en una crisis depresiva. Como su auto estaba asegurado por un precio superior al de venta, imaginó una solución non santa: hacerlo desaparecer y denunciarlo como robo. En una sociedad tan corrupta lo suyo apenas sería un pecado venial. Encendió el motor, accionó el limpiaparabrisas y se alejó lentamente.
Al rato, detuvo su Peugeot frente al paredón de una mal alumbrada calle sin salida. Seguía lloviendo en forma torrencial. Se colocó una gorra y cuando iba a descender, un joven armado abrió la puerta del acompañante e ingresó al auto.
Eran las cuatro de la mañana y llovía torrencialmente. Sentado en el umbral de un bar ya cerrado, apenas protegido del agua, Perdant revisó nuevamente sus bolsillos y confirmó que ya no le quedaba más dinero. Sin contención ni afecto, en plena adolescencia, había abandonado la casa paterna para ingresar en el sórdido universo marginal donde cada uno debe sobrevivir por sí mismo. La droga se le había presentado como el costoso remedio para todos sus males, pero como el sueldo de motoquero resultó insuficiente para cubrir su adicción ingresó en el delito. Comenzó transportando en su moto a un arrebatador, con el que compartía lo robado y poco a poco su actividad delictiva creció en agresividad mediante el uso de armas. Seguía lloviendo, estaba sin dinero, solo, y padeciendo abstinencia. Fue cuando decidió robar un auto y canjearlo por droga.
Lentamente, un Peugeot pasó frente a él. El joven subió a la moto y, con las luces apagadas, lo siguió. Para su satisfacción, el vehículo se fue alejando de las calles principales, hasta ingresar y detenerse en una cortada mal iluminada. Protegido por la penumbra y la intensa lluvia, sorprendió al conductor y, apuntándole, ingresó al auto.
Perdente era un policía gris y violento. Con su legajo repleto de actos de patoterismo y corrupción, necesitaba mostrar algún logro. Ahora, en ese Peugeot estacionado frente a su casa, tal vez encontraría la oportunidad de lucirse.
Loser , aterrorizado, balbuceaba incoherencias.
Perdant, mientras intentaba que su víctima cerrara la boca y saliera del Peugeot, vio la silueta del policía que se acercaba apuntándole. El joven comenzó a disparar ferozmente, al tiempo que el agente hacía lo propio.
Cuando llegó el patrullero, encontró varias cápsulas servidas, un auto acribillado y tres cadáveres.
Fuente: Esta historia es una variante del cuento corto publicado en el libro "Ficciones Otoñales" de Jorge O. Colonna. Si lo desea, puede adquirir un ejemplar autografiado por medio de nuestro portal. Para mas información consulte la sección "Mercado Castelar".