“En El Congurbano está vivo el caos creativo y nos identifica”
Por: Gabriel Colonna, Leandro Fernández Vivas.“Somos gente que viene a divertirse, a mezclar la música, las ideas y las ganas. Temas que ya estaban y no dejaban salir, ahora salen”, fue una de las primeras frases que surgieron entre los músicos mientras los dedos todavía estaban tibios por las cuerdas. El Congurbano no toca géneros, los revuelve, los sacude, los pone a transpirar hasta que suenan con el olor, la textura y el sabor del oeste.
La banda está integrada por Claudio Toscanini en acordeón, violín, secuencias y voces; Hernán Rosafioriti en bajo y voces; Damián Elola en batería; Ezequiel Bonino, Leo Debole y Lucas Maidana en percusión; Juan Varani en guitarra y voces; Leandro Meucci en guitarra; Daniel Suárez en voz; y Pipo Názaro en voz, ukelele y charango. Cada uno de los músicos aporta su estilo y sonoridad, construyendo una propuesta colectiva diversa y potente.
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No hay discursos preparados, hay sinceridad. “La mezcla de estilos se da natural, porque ya están en nosotros. Cada uno trae su bagaje: cumbia, rock, folklore, música internacional. Está bueno todo eso junto. Y lo que sale, nos encanta”, explicaron los músicos mientras afinaban una guitarra criolla que convivía con un acordeón diatónico, una batería feroz y un bajo con alma de calle.
En ese clima casi ritual, Pipo Názaro dejó una frase que funcionó como mantra de toda la noche: “Ya de por sí, si no sos algo que molesta dentro del arte, no te podés llamar artista”.
Molestar para existir
La incomodidad como forma de arte fue un hilo conductor durante toda la charla. El Congurbano no busca agradar ni adaptarse, sino más bien sacudir. “Si no te gusta, está buenísimo. Está generando algo. Que no te guste también es una forma de decir que existe”, explicó Pipo mientras señalaba que las letras surgen de la vida cotidiana: del Sarmiento, de una estación de Morón, de un tren que no llega, de una mirada en la calle.
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“Para los rockeros no hacemos rock, para los cumbieros no hacemos cumbia, para los folcloristas no somos folcloristas. No somos nada. Somos unos degenerados haciendo todo eso junto. Si molesta, se queda”, dijo con una sonrisa franca, sin ironía, sin marketing. Solo verdad.
Esa verdad no es neutra: habla del hambre, de la desigualdad, de la humanidad quebrada y también del humor, como un mecanismo de defensa y una forma de sobrevivir. “Te voy a cantar en pelotas”, dice uno de sus temas, y no se trata de un guiño coqueto, sino de la desnudez del alma.
De la amistad a la trinchera
El Congurbano no es solo una banda: es una hermandad musical nacida del conurbano profundo y también de la escuela de luthería Instrumentos de la Tierra. Cuatro de sus miembros forman parte de la cooperativa de construcción de instrumentos. El arte los une desde múltiples lugares, desde la canción hasta la madera tallada a mano.
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“Muchos nos conocemos hace tiempo, otros llegaron por la música. Pero lo que nos sostiene es la amistad”, contaron. La banda es un espacio de sanación colectiva, donde se canalizan emociones, dolores y alegrías. “Es nuestro cable a tierra. Venimos todas las semanas. Nos hace bien.”
Hay algo del conurbano que atraviesa todo. “Acá crecimos escuchando la chacarera del santiagueño, la samba tucumana, la cumbia de las villas… Todo eso lo transformamos espiritualmente en música. Porque nos atraviesa. Porque nos significa”.
Una escena que resiste
Durante la entrevista, los músicos reflexionaron sobre el lugar que ocupa el arte en el oeste. “El oeste siempre fue cuna de arte. Desde el Ginastera, el Marechal, la EMPI de Ituzaingó, hasta las casas culturales y los espacios independientes. Pero también es una zona castigada, golpeada, que sin embargo encuentra formas de expresarse”.
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El ego elevado por una escena exigente —donde hay que ensayar todas las semanas y tocar al menos una vez por mes para no desaparecer— convive con la solidaridad y el compañerismo de quienes ven en el arte una forma de construir comunidad. “Acá en el sur hay pobreza, en el norte están los chetos. En el oeste hay mixtura. Es un matiz que se aleja hacia el ocaso. Piñas por todos lados, pero con posibilidad de expresarse”.
Molestar para crecer
Para Pipo, el arte debería ser parte de una política pública. “Si se empalmara la educación, la salud, la cultura, el arte y el deporte, viviríamos en una sociedad mucho menos violenta. Si damos herramientas a los sectores donde faltan, se podrían evitar un montón de problemas. Estarías dando una forma de desarrollo que es una expresión.”
En el ensayo se hablaba, se tocaba, se brindaba. Se ensayaba con intensidad pero también con ternura. El Congurbano tiene eso: furia y contención, crítica y abrazo. “La canción a veces no habla de vos, habla del otro. Pero también eso es la magia de molestar. Y si no molestamos, no somos artistas. Incluso entre nosotros mismos”.
La música terminó entrada la noche. Las guitarras se apagaron, las luces se bajaron, y el eco de las palabras quedó flotando en el aire, entre los parches sudados y las copas vacías.
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Gabriel Colonna
Fotógrafo
Fotógrafo. Programador Web. Emprendedor.
Fundador y Director Ejecutivo de Castelar Digital.
Socio Fundador de GAMA Taller de Imagen.
Socio Fundador de Ocho Ojos.

Leandro Fernández Vivas
Periodista
Técnico Universitario en Periodismo.
Director Periodístico en Castelar Digital.
Socio Fundador de Ocho Ojos.