El bodeguero, por Rosario Vilches
Por: Taller Literario Anaquel, Biblioteca Popular 9 de Julio.Rosario es integrante del taller de Escritura Anaquel de la Biblioteca Popular 9 de julio de Castelar.
-¿Por qué lo dice, don Rogelio?
-¿Tenés tiempo?
-Todo el que necesite.
-Bueno. Te voy a contar una historia que no debés conocer. Desde niño, yo jugaba al ajedrez. Pero en mi juventud, como sabrás me incliné por las ideas de izquierda y anti fascistas. Como todo enamorado de la Unión Soviética, daba “caché” pertenecer a círculos de ajedrez. Nosotros hacíamos solicitadas apoyando a la URSS, nos manifestábamos en contra del fascismo español , formábamos cooperativas y adoctrinábamos en las ideas socialistas. El entretenimiento era sólo las largas partidas de ajedrez. Cierto día, el coordinador de la cooperativa propuso una competencia de simultáneas con un escritor polaco. Parecía que al tipo no le daban cabida los escritores de acá. Todos pensamos que estaba bueno que concurriera un escritor polaco por las siguientes razones:1) Era un camarada de un país de Europa detrás de la cortina de hierro. 2) Si no le daban su lugar los escritores pitucos nacionales, era porque eran unos dandies y se la daban de finos y 3) Siempre es bueno tener nuevas experiencias y aprender más.
-Y llegó el día-siguió contando Rogelio- cuando se presentó el polaco no le entendíamos nada. Hablaba el castellano bastante mal. Nos cayó simpático. Nos pusimos con catorce tableros y antes de comenzar, se acercó a la barra, se empinó dos whiskies seguidos y sacó un disco que estaba de moda, El bodeguero. Lo puso a todo volumen y empezó a moverse de un modo muy especial. Se movía como Amelita Vargas. Movía la cadera. Los muchachos nos empezamos a tentar de risa. ¡Qué personaje! Y cantaba en su argentino-polaco el tema. Lo peor del caso es que lo dejó para repetir y repetir. Pensamos que íbamos a esperar a que terminara la música. No. Él propuso comenzar la partida. Estábamos aturdidos. Pero eso no fue lo peor, faltaba la verdadera tortura. Se paró delante del primer tablero y con una rapidez inusitada comenzaron las jugadas. Iba de un tablero al otro moviéndose como una vedette cubana y cantando. Se acercaba a uno y decía “Come chocolate” y a otro “paga lo que debes”, de vuelta una y otra vez. Resultado: ¡¡¡ ganó las catorce partidas!!! Siempre cantando el chachachá. ¡Nos dio un baile! Y cuando quisimos acordar, se fue. Ni una palabra habló después de humillarnos a todos. Gombrowicz se llamaba el tipo. Y nunca más supimos nada de él. Creo que se fue a Francia y murió allá.
-¡Qué interesante, Rogelio! ¿Y aprendió algo de él?
-Muchísimo. En principio, que la concentración no es el silencio absoluto. Uno debe preparar la cabeza para estar concentrado aunque te toquen el Bodeguero o la Cumparsita. Por otro lado, que no hay que prejuzgar a la gente. Y fundamentalmente, aprendí a leer algo que no fuera lo que me decían en el comité, porque pensé que si un tipo tiene tanta inteligencia para batir catorce tablas, debe escribir de cosas interesantes. Y así fue. Y leí todas sus obras y lo pude valorar. Y encima, al leerlo, también pensé en leer a los pitucos detractores. ¿Y sabés qué? Me enamoré de Borges, Bioy y de todos los que no aceptábamos. Porque, como te dije, el polaco loco aquel me abrió la cabeza.
ROSARIO VILCHES
Taller Literario Anaquel, Biblioteca Popular 9 de Julio
Anaquel nació hace 8 años honrando una noble tradición literaria de la biblioteca.
Nos reunimos todos los miércoles por la tarde para leer, escribir, hacer juegos literarios y desarrollar actividades performáticas de escritura creativa.