Una casa de estilo japonés, con un lago que la rodeaba, con paredes de papel, con techos curvos y animales exóticos en su jardín, en el corazón de Castelar Norte. La Casa Pagoda fue un ícono arquitectónico en la región en la década del 60. Recordada sólo por algunos vecinos, está inmersa en mitos y creencias que han llegado a Castelar Digital en forma de comentarios, consultas y más, que demandaron una larga investigación para poder conocer su historia y características.

Primero las certezas y luego las creencias. La casa pagoda fue una construcción de típico estilo japonés que estuvo ubicada en cercanías de las calles Avellaneda y Alem en Castelar Norte. Algunos testimonios señalaron la ubicación en Mercedes y Alem, aunque hay que aclarar que Mercedes cambió de nombre y hoy es Padre Arrieta. Tenía típicos techos curvos, escalonados y con aleros sobresalientes, además de detalles ornamentales en sus paredes y amplias ventanas rectangulares. En su entorno había un lago que la rodeaba y el acceso lo brindaba un puente de madera. Todo aquel que visitó el Jardín Japonés de la Ciudad de Buenos Aires reconocerá el estilo y los colores.

El Instituto y Archivo Histórico de Morón, ente municipal dedicado a la preservación, investigación y difusión de la memoria documentada de los habitantes del oeste confirmó a este medio la ubicación la famosa casa pagoda y sus detalles constructivos, pero existe muy poca información sobre sus dueños, constructores o fecha de demolición. Los pocos registros fotográficos son los que acompañan esta nota, de ellos emanan los comentarios que invitaron a los periodistas de este medio a consultar todas las fuentes posibles.

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Uno de los mitos más fuertes sostenía que la casa había pertenecido a un diplomático que habiendo estado destinado a Japón, luego construyó su casa con las líneas que conoció en oriente. Otros dichos señalaron nombres y apellidos y allí consultó Castelar Digital. Según el saber popular la casa perteneció al Conde George Louis Cahen D'Anvers quien fue un empresario y aristócrata francés reconocido a mediados del siglo pasado que encontró en la Argentina el lugar ideal para formar su familia. Su linaje y nobleza estuvo siempre relacionado a los negocios y la cultura francesa con destacadas actuaciones durante el Siglo XIX. Este conde habría construído la casa Pagoda de Castelar, pero la investigación permitió chequear este mito.

El conde Cahen D’anvers fue esposo de María Elina Láinez Peralta de Alvear quienes formaron familia y tuvieron a su hija Mónica Cahen D’anvers, aquella famosa periodista que supo ser la cara de las noticias en Telenoche durante la década del 60, junto a Andrés Percivale, y en los 90, con Cesar Mascetti, quien también fue su esposo. Antes, Mónica estuvo casada con Iván Mihanovich con quien tuvo a su hija Sandra Mhanovich, exitosa cantante. A ella le consultó Castelar Digital sobre el origen de la casa y la respuesta fue contundente.

Mónica vive en la localidad bonaerense de San Pedro y allí estaba su hija cuando Castelar Digital extendió sus consultas. Ambas coincidieron, ni el padre de Mónica ni su abuelo construyeron una casa en Castelar. “Los Cahen D’anvers tuvieron una chacra en Ituzaingó, por Pingüinos. Pero nunca una casa pagoda”, confirmó la cantante. Al ver las fotos, se re confirmó la negativa: “mi mamá nunca vio esa casa”.

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Descartado el primer mito seguimos con el segundo: Según los comentarios, la casa contaba con animales exóticos en el jardín. Están los que señalaron pavos reales y flamencos y los más temerarios hasta hablaron de cocodrilos. Si hubo reptiles peligrosos en Castelar Norte este medio debía saberlo: “Tenía un pavo real”, atestiguó ante la consulta la cantante y vecina Vivi Scaliza.

“No sabíamos de quién era, se dijo que era de Gina María Hidalgo. Siempre fue parte del paisaje desde que nací, no la veía como algo raro. Incluso como después la tiraron abajo y no había muchos recuerdos pensé que me la había imaginado, pero no, estaban las fotos de Castelar Digital de la casa japonesa”, completó la artista. Puntualmente sobre los animales que había en el lugar, Vivi confirmó: “Había cisnes en el lago y un pavo real. La casa estaba rodeada por un lago, por un foso de cemento y los cisnes estaban ahí. El pavo real andaba dando vueltas por el jardín. No tenía cocodrilos ni otros animales, pero era hermosa la casa, quizás más chica de lo que la recuerdo, pero hermosa”.

Otros mitos hablaban de una cascada o incluso de que era giratoria o que podía moverse y orientarse hacia el sol. El más difundido también señalaba que sus paredes eran de papel. Un testimonio desde el interior mismo de la casa reveló la info necesaria para confirmar o no este otro mito: “Bajamos del auto con mi papá, llamamos y nos recibió un señor muy amable. Nos hizo entrar a la Pagoda a conocerla. Nosotros siempre pasábamos por ahí y mirábamos, bajabamos. Esa vez nos hicieron entrar”, contó a este medio la vecina Ana María López.

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“Yo era muy chica, me acuerdo algunas cosas. La casa estaba construída sobre un lago y se accedía por un puente rojo. Las paredes eran de papiro o de papel muy grueso, con dibujos pintados”, destacó en su testimonio.

El shoji, fusuma o washi es papel natural fabricado artesanalmente en japón a base de arroz o cortezas de árboles. Tradicionalmente se lo utiliza como placas en ventanas, paredes o puertas, más o menos translúcido, según el uso que se le quiera dar y funciona como aislante del sonido y las temperaturas. La casa pagoda de Castelar habría tenido este papel en su estructura.

“En el interior nos tuvimos que sacar los zapatos. No recuerdo que tuviese muchos muebles… fue hace muchos años. Siempre que paso por ahí me acuerdo de esa casa”, finalizó la vecina.

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Al recorrer el barrio, al pasar por la esquina de Padre Arrieta y Alem, no se encuentran vestigios de lo que fue la casa pagoda de Castelar Norte. Pero con solo preguntar a los vecinos del lugar, la memoria se hace presente y construye lo que fue un ícono del lugar. Ahora, con menos mitos y más información.