El Laboratorio Viola cumplió 70 años de historia
Por: Gabriel Colonna, Leandro Fernández Vivas.El Laboratorio Viola nació de la mano de Conrado Atlántico Viola, el primer bioquímico de Castelar, quien le puso su apellido a su laboratorio para ser identificado por todos sus pacientes. Con experiencia en otros pueblos pero del interior del país, llegó a Castelar para dar respuesta a la necesidad de los vecinos de hacerse estudios más cerca de su casa. Viola erigió sobre la calle Buenos Aires, a solo una cuadra de la estación, su casa y su lugar.
70 años después del primer análisis clínico, continúa siendo un referente en el tema. En el mismo lugar y en el mismo día se puede hacer la extracción de sangre y comenzar con todos los estudios que ayudarán al médico y al paciente a tener un mejor control sobre su salud.
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“Mi papá era Doctor en Farmacia y Doctor en Bioquímica. Tuvo dos títulos, uno de la Universidad del Litoral y el otro de la Universidad de Tucumán. Pero era farmacéutico de pueblo, llevaba los medicamentos en una camioneta y los vendía pueblo por pueblo”, explicó entre risas Ana María Viola, acompañada de su hija, Carolina Maglione Viola, ambas Bioquímicas. “Él continuó con sus estudios de bioquímica y abrió su primer laboratorio en un pueblo que no tenía, Rufino, al sur de Santa Fe. Le fue muy bien. Allí se casó con mi mamá, María Alicia Ivaldi y tuvo tres hijos. Vivimos un tiempo en Rosario hasta que un buen amigo le comentó la necesidad de abrir un laboratorio en Castelar, provincia de Buenos Aires”, completó la vecina.
Ese Castelar de la década del 50, en palabras del amigo de Conrado, era un pueblo que recién empezaba, con casas quintas, con tren y con una sociedad fomento cerca de la estación. Era muy verde, con mucha vida. Y tenía una cualidad especialmente importante para el Doctor Viola: no tenía laboratorio. “Nos vinimos con una mano atrás y otra adelante. Mi papá sacó un crédito y construyó acá el laboratorio en planta baja y la casa arriba. Vivíamos con el sueldo de maestra de mi mamá”, destacó Ana María. En 1954 el laboratorio abrió sus puertas y comenzó a atender a los vecinos del oeste. “Lutz Ferrando, que antes se llamaba distinto, le equipó el laboratorio. Era diferente a cómo es ahora. Eran mesadas y algunas máquinas. Pero también teníamos animales: sapos para hacer tests de embarazo, un carnero, dado que se utilizaba sangre de carnero que le sacábamos de la oreja. Era muy distinto. Un estudio podía tardar una semana. Todo fue mejorando y evolucionando”, completó la especialista.
La vocación por la salud y el trabajo de laboratorio se transmitió de generación a generación. Ana María Viola continuó con la profesión de su padre, se recibió en la Universidad de Buenos Aires de Licenciada en Bioquímica, dio clases en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, en el Hospital de Clínicas José de San Martín y en el Círculo Médico de Morón. Formó parte del Colegio de Bioquímicos de la Provincia de Buenos Aires, de la Asociación Bioquímica Argentina (ABA), de la Federación Bioquímica de la provincia de Buenos Aires (FABA), de la Fundación Bioquímica Argentina (FBA), del Círculo de Bioquímicos Distrito III y de la Sociedad Argentina de Endocrinología y Ginecología Reproductiva (SAEGRE), entre otras instituciones. Se especializó en la UBA en el manejo de radioisótopos y cursó la especialidad en Endocrinología en la Universidad Favaloro. Por su parte, Carolina Maglione Viola también es Licenciada en Bioquímica por la Universidad de Morón. En la actualidad, Ana María, Carolina y bioquímicos asociados, destacando a la Dra. Carolina Orzali, llevan adelante el Laboratorio Viola.
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“Para mí el laboratorio es una parte importantísima de mi vida. Primero está mi familia y después el laboratorio, pero la familia forma parte del laboratorio. Yo tuve que hacer cursos sobre cómo manejar personal y cómo manejar una sociedad familiar. Cómo pasar de ser compañero de trabajo a ser jefe, es otra tarea que hay que tomarse. Acá trabajan 6, 7 u 8 horas, es más de un tercio de su vida, si no contamos las horas de sueño. Entonces les tiene que gustar. No para nosotros, sino para sí mismos, para tener una vida digna. Tienen que crecer acá o afuera, pero siempre tienen que crecer. Yo les pido también que evolucionen. Tenemos empleados que comenzaron en otras tareas, se formaron, obtuvieron su título y hoy son los mejores técnicos. Lo mismo los bioquímicos, se tienen que estar actualizando todo el tiempo, porque cambia todo muy rápido”, destacó Ana María.
“El laboratorio es mi vida, amo este lugar. Crecí acá, siempre me apasionó trabajar en el laboratorio. Durante mucho tiempo no elegí ser bioquímica, pero siempre me gustó estar acá, pertenecer. Pasé por todas las áreas; desde archivo en adelante, aprendí cada lugar, en cada posición. El grupo es de muchos años, nos queremos mucho. La profesión me encantó y la pude hacer, más allá de eso, me gustaba ser parte de este lugar. Por eso me enfoco en hacer siempre lo mejor que se pueda por el paciente. A nivel personal, es espectacular”, completó Carolina.
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Todos los días, durante las mañanas, decenas de vecinos se encuentran en Viola para realizar sus análisis clínicos. Con sus 70 años de historia, el Laboratorio Viola es un aliado de los habitantes de Castelar. Se distingue por su equipamiento automatizado de última generación, la empatía de todo su personal y, fundamentalmente, por la confiabilidad de sus resultados.
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Gabriel Colonna
Fotógrafo
Fotógrafo. Programador Web. Emprendedor.
Fundador y Director Ejecutivo de Castelar Digital.
Socio Fundador de GAMA Taller de Imagen.
Socio Fundador de Ocho Ojos.
Leandro Fernández Vivas
Periodista
Técnico Universitario en Periodismo.
Director Periodístico en Castelar Digital.
Socio Fundador de Ocho Ojos.