La peluquería de Walter
Así como sucede con otros lugares míticos de Castelar (Tarzán, Flores Mauro, el Bowlin Palos, por nombrar solo algunos) entrar en la peluquería de Walter significa mucho más que un mero corte de pelo, significa encontrar esos particulares personajes de barrio, únicos e irrepetibles. “Llegué a esta zona en el año 1977. Tenía la peluquería sobre Anatole France cuando escuché que el barrio se había quedado sin peluquero. Por eso, sin dudarlo me vine, primero porque en Anatole France estaba encerrado entre las diagonales, y también porque sabía que había mucha clientela por este lado”, contó Walter.
En sus años de estadía en la ciudad, su peluquería ganó terreno propio entre los vecinos, tal es así que resulta difícil imaginarse a alguien que no haya sido llevado alguna vez a cortarse el pelo “a lo de Walter” o que haya tenido algún amigo del barrio, conocido, o compañero de colegio que no haya pasado alguna vez por sus tijeras.
“Todo el barrio pasó por la peluquería porque diría que fui casi el único peluquero que hubo en la zona. En su momento vinieron otros, pero finalmente no prosperaron y en la actualidad estoy únicamente yo.” expresó.
Sin embargo, a pesar del vínculo con Castelar, Walter jamás vivió en esta ciudad. Oriundo de Morón, vivió hasta los cuatro años entre las calles Casullo y Rivadavia hasta que sus padres se mudaron a Hurlingham. Seis años después se instalaron en La Plata, hasta que a los 20 años Walter volvió para Morón. Hoy tiene su casa en Merlo, donde vive junto a su esposa desde hace 45 años. “Me casé el 25 de agosto de 1966, así que este año cumplo 46 años de casado. El 25 también es el día del peluquero, me casé justo ese día, así que voy a festejar el doble”.
Así como transitó sus primeros años de vida en diversas localidades, sus iniciales experiencias como peluquero surgieron en la platense ciudad de las diagonales, lejos del oeste: “Empecé a cortar el pelo a los 13 años en la ciudad de La Plata, donde me hice peluquero en una escuela de artes y oficio. Desde el año 1952 a 1958 estuve allá cortando el pelo en una peluquería con el hermano del futbolista Francisco Varallo, en villa Los Hornos. Justo donde teníamos la peluquería terminaba el tranvía. En Castelar recién me instalé a los 20 años. Al principio no tenía negocio propio, era oficial en la peluquería Félix donde trabajaba como empleado, hasta que se la compré al dueño cuando decidió irse a Italia. Él me dejó las máquinas y los sillones. Así comencé con la peluquería propia en esta ciudad, primero sobre la avenida Zeballos, pasando por Anatole France hasta llegar aquí, bien al sur de Castelar Sur”.
Lugar de paso, punto de encuentro o de reunión entre clientes/vecinos, la peluquería es además un espacio en el que abundan las historias, anécdotas y charlas sobre fútbol, política y mujeres, las cuales se mezclan entre las tijeras, navajas, espejos, peines y máquinas. Si uno desea conversar o conocer algo sobre la historia de la ciudad solo le basta visitar la peluquería y escuchar las anécdotas de Walter o que algún cliente tiene para contar: “Antiguamente este lugar era todo un descampado. Desde Santa María de Oro hasta Bufano. Estaban los campos del lechero Ponce, andaban las vacas, y entre Río de Janeiro y Payró estaba la cancha de fútbol. Las casas más viejas son las que están a la vuelta de la peluquería. Donde ahora está el supermercado chino ahí estaba la casa de De Carlo y más al fondo la Quinta Seré. Igual, cuando yo vine con la peluquería para este lado ya estaba instalado el barrio porque se había empezado a edificar a partir del año 1964, pero de todas formas lo fui viendo crecer. Lo que es la peluquería, antiguamente funcionaba como un garaje, y al lado estaba la casita del colectivero escolar”, detalló a Castelar Digital.
En épocas en donde las peluquerías han dado paso a los denominados salones masculinos, cuasi atellieres en donde los hombres no sólo se cortan sino que se colorean, alisan, enceran cabellos o se depilan cejas, la peluquería de Walter continúa funcionando a la vieja usanza, bajo la consigna de peluquería para caballeros y niños. “Esto es peluquería y nada más. Antiguamente se les decía barbería, pero ese término es italiano, lo mismo que coiffeur en francés. Yo soy de los peluqueros clásicos, no soy estilista ni nada, soy peluquero, hago el corte tradicional”, remarcó.
A lo largo de los años de profesión ha sabido adecuarse a los cambios, adaptarse a las modas o estilos de corte “más modernos” que los que aprendió en la escuela de artes y oficios de La Plata. “De los estilos que aprendí en la escuela hay algunos cortes clásicos y otros que ya casi ni se usan. La media americana o americana, la romana, el corte carrero y colita de pato por lo general los uso para la gente grande. Los chicos en cambio te piden que le cortes el pelo como algún personaje de la T.V., así que hay que estar pendiente a los cambios que a uno le piden, hay que ir actualizándose”.
Además, también supo diseñar algún que otro corte de pelo para sus clientes: “En cuanto a corte de cabello había inventado uno que ahora lo uso poco y nada, se llama recuento de puntas Walter. Era un entresacado para pelo largo, llevaba su tiempo. En vez de marcarlo con la navaja de arriba, te iba sacando las puntas desde abajo. Y también estaba el corte “bomba”, que se entresacaba para tirarse el pelo para atrás y en la parte del medio quedaba medio abombado, de ahí el nombre. Ese me salió en tres o cuatro tipos que ahora son abogados, por lo que ahora me tendrían que meter en cana” bromeó.
Con más de 50 años como peluquero casi exclusivo de Castelar, este padre de una hija radicada en Córdoba, y abuelo de dos nietos de 17 y 13 años, se ha ganado el título de peluquero generacional: “Tengo varias familias de clientes a las que les corto el pelo hasta la cuarta generación. Abuelo, padre, hijo y hasta nietos. También les corto a muchos bebés, ya que cuando nacen me los traen acá para su primer corte con la máquina. A los padres les digo que me los traen para que se los dome”.
Respecto a si la clientela se ha reducido con respecto a otras épocas, Walter no deja dudas al respecto con su respuesta: “La clientela siempre se va renovando. Quizás lo que más merma es la cantidad de chicos a partir de los 15 o 16 años, porque a medida que se van poniendo grandes se juntan con otros amiguitos que van a otra peluquería. Pero a la larga después se les pasa eso de arreglarse tanto y a partir de los 20 años vuelven de nuevo. Tal es así que mantengo a algunos clientes de hace más de 45 años, y otros que llegan hasta los 80, 75, 86, 99 años.”
Cuadros de Racing Club, su gran pasión futbolera, algún que otro almanaque y grandes fotos de paisajes decoran las paredes de su peluquería. Un viejo televisor de dudoso funcionamiento, grandes espejos empotrados a la pared y amplios sillones detrás de la silla de peluquero amueblan el local. ¿Quién no habrá sido llevado de chico a regañadientes por su padre, alguna tarde de sol que invitaba a salir a andar en bicicleta, a cortarse el pelo a este maravilloso lugar? ¿O quién no le habrá pedido que “el corte no sea muy cortito”, para evitar las cargadas de los compañeros en el colegio?
A sus 72 años, Walter García, pero Walter para todo el mundo, parte todos los días por la mañana en bicicleta rumbo a su peluquería para continuar con su oficio que tanto ama. Todavía anda con ganas de seguir, mañanas y tardes, cortando, peinando y barriendo los cabellos de los vecinos. Siempre sonriente, con alguna historia para contar, sin dudas es uno de esos especiales personajes que existen y dan vida propia a la ciudad de Castelar.
Entrevista: Ignacio Bruno Spinetta
Redacción: Ignacio Bruno Spinetta