“Fui el hijo de un mayorista de juguetes”. Así podría llamarse mi biografía o al menos el capítulo que cuente mi más temprana infancia. Y si, fue una infancia feliz inundada de juguetes! Mis viejos tuvieron una juguetería en San Justo y luego fueron mayoristas de juguetes, todo a fines de los 80 y principios de los 90. Los miércoles venían los proveedores a casa y mi presencia en la mesa era una herramienta que ellos aprovechaban para vender y yo para ligar un juguete nuevo. ¿Qué mejor que quedar bien con el hijo de tu cliente para que este se sienta comprometido a comprar esos juguetes que su hijo ligó? Los miércoles entonces nos íbamos a visitar a mis abuelos, perdí mi día de regalos!!

Pero con el transcurrir del calendario llegaban siempre fechas obligatorias, fechas en las que no esperaba un regalo, los seleccionaba desde varios meses antes. Navidad-reyes, mi cumpleaños y el día del niño, estratégicamente distanciados por algunos meses entre sí me permitían conocer los juguetes e ir seleccionando cuáles quería de regalo. Si no lo podía hacer el hijo del juguetero, ¿quién entonces?


Para el Día del Niño desde varios meses antes yo le iba señalando a mi papá cuál juguete quería. Aunque mi viejo me señalaba que tenía que ser uno solo. Él trataba de limitar mi avaricia jugueteril convenciéndome de que elija bien y que no me adelante porque más cerca de la fecha siempre entraban juguetes nuevos. Y eso pasaba siempre, entonces había que calcular y especular entre cuán lindo era el juguete elegido en junio, por ejemplo, en contraposición al nuevo de agosto.

Mi viejo me dejaba elegir pero me supervisaba, aún recuerdo aquella pistola que tiraba dardos (o eran pelotitas) y que como blanco traía unos tigres de cartón que mi viejo vetó por el miedo a que transformara a mi hermana en 'tigre'.

Recuerdo el metegolcito a botones que elegido en mayo perdió contra los camiones de julio. No fue una elección fácil, el metegolcito era muy lindo, techo transparente para no perder las bolitas y el tamaño justo para jugar hasta en los asientos de La Chiva, la Chevrolet Apache de mi viejo que nos llevaba a todos lados. Empero, los camiones eran hermosos, ¡se abría el capot! Lo que los hizo ganadores.

Llegado el día no había sorpresas, ya había elegido, pero ahí aparecía el juguetero, imagino que asesorado también por mi vieja, que sorprendía igual y disfrutaba también a su manera su día del niño. Si no lo podía hacer el juguetero, ¿quién entonces? No era un solo regalo, un solo paquete, eran varios, era el metegolcito y los camiones, y las fibras para pintar y un Jeep y la espada de los Thundercats y las pelotas Caprichito, y los autitos indestructibles Piluqui y algún regalito más! y al final, el abrazo entre los cuatro!

¡Feliz día del niño!¡Feliz Día de la Niña, de les niñez, de la niñez, de las Infancias, de los Bajitos, como decía Xuxa, de los Ñoños, como me jugaba mi papá. ¡Feliz Día!


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