Dicen que para los músicos no hay peor situación que pasar un solo día sin poder ejecutar su instrumento. Para Javier Vagnozzi,  este dicho no es la excepción. Nacido en el año 1969, con infancia, juventud y presente en Ituzaingo, desde siempre supo que la música no sólo iba a ser un pasatiempo, sino su forma de vida y expresión.

“Con la música fue amor al primer instante, poner los dedos en la guitarra y lograr que salieran sonidos fue algo que me conquistó por completo. Empecé a los 11 años con una profesora particular, y ahí fui conociendo a los chicos del barrio que estaban aprendiendo música como yo. En esas épocas era juntarse a tocar sin parar en alguna casa, y a escuchar los discos de rock que tenían los padres”, relató ante el micrófono de Castelar Digital, que reposaba sobre una mesa de La Cucha, punto de encuentro con el músico.

Esos ensayos que se alternaban entre Castelar e Ituzaingo fueron la génesis de lo que, apenas unos pocos años mas tarde sería la creación de Demente Caracol,  banda rockera con larga historia por la ciudad de Castelar y el Oeste, con la que grabó en 1993 un álbum homónimo, y de la cual participó  hasta el año 1997. “Nos divertimos mucho durante la época de Demente Caracol junto a Matías y Lucas Kocens, Pablo Rojas e Ildo Baccega”. Estos músicos hoy integran otra famosa banda nacida en Castelar, Ella es tan cargosa.

“Hubo años donde tocábamos sin parar jueves, viernes, sábados y domingos porque teníamos un manager con una energía única que no paraba de conseguirnos fechas. En Castelar tocamos por todos lados: en el paseo de compras, en las veredas de casas que ya no hay, en la ex heladería Jamaica y en todos los bares que había por el centro. Los recitales eran fiestas donde la gente la pasaba bien, para mí ahí está un poco la clave de la música, porque cuando vos te divertís arriba del escenario abajo se divierten también”, apuntó el guitarrista.

Demente Caracol fue una de las bandas pioneras en establecer un fuerte vínculo con la ciudad de Castelar, vínculo materializado en intensos recitales, y anécdotas al por mayor. “Por Castelar tocamos por todos lados. Para la presentación del CD nos íbamos a presentar en un bar de Castelar que se llamaba “Juancho”, que era uno de los lugares donde más tocábamos. Estábamos emocionados con el show por la difusión del álbum, pero cuando llegamos nos dicen que no íbamos a poder tocar  debido a una ordenanza municipal. Nos queríamos morir porque la gente empezó a llegar, el lugar se llenó de gente y nosotros estábamos afuera. Era angustiante la situación, le decíamos a Juancho, el dueño, que no podía hacernos eso, y que la gente se le iba a descontrolar ahí adentro, pero no quería ceder. A último momento, el tano Ildo hizo unos llamados telefónicos desesperado a unos conocidos para ver si podían levantar la ordenanza, cosa que por suerte pasó.”

Luego de otra etapa por  una de las bandas más rockeras y crudas de la escena nacional, Naranjos, con quienes grabó tres discos en un lapso de casi doce años, Javier sorprendió a mediados del año pasado con un maravilloso disco con aires folk, “El temor de los valientes”, el cual presentó el sábado 28 de abril en el teatro Municipal Gregorio de Laferrere. “La presentación del disco fue muy emotiva, la viví con mucha paz. Si bien hubo una banda núcleo con la que armamos todos los temas compuesta por Andrea González en violonchelo, Carmelo Urbano en percusión y el gitano Walter Díaz en guitarra, después  participaron músicos invitados como Maxi Chercover e Ildo Baccega, ,Marcelo “Gorrión” Bellani (ex Fandango), Germán Wiedemer (ex Memphis, ex Ratones Paranoicos, ex Vicentico) y Dafne Díaz. El concepto del disco ronda la idea de que para ser valiente primero hay que enfrentar al temor. Es fácil enfrentarte con algo que vas a vencer, pero distinto es enfrentarte a algo sin saber qué va a pasar, por lo que  afrontar ese temor es mucho más valorable”, explicó.

El disco fue una producción 100% Vagnozzi, ya que el arte de tapa estuvo en manos de Isabel, su talentosa hija de 12 años: “Que mi hija participe del disco fue un gusto que me pude dar y algo maravilloso. Entendió el concepto del disco sin que se lo dijera, imaginate que escuchó las canciones millones de veces porque mientras las armaba y las pensaba estaba ahí.” cuenta orgulloso su padre. 

Javier, quien hoy se encuentra viviendo en Ituzaingó sur, en los últimos años vio sorprendido el maratónico crecimiento edilicio de una ciudad de Castelar que cambió de forma abrupta: casas que ayer servían de escenarios, hoy se han convertido en edificios.“Calculo que esto debe pasar en todas las ciudades, no quiero caer en el dicho de que todo tiempo pasado fue mejor, pero quiero mi ciudad de antes. Me parece que es mejor expandir en vez de amontonar” reflexionó al respecto.

A diferencia de estas palabras, sin embargo, el cambio y la diversidad tienen el visto bueno cuando de música se trata: “Dentro de lo que es la movida musical de la ciudad, hay mucha gente capaz y por eso surgen bandas de estilos muy variados como Doña María o Derviche. Cuando yo era chico no se nos ocurría hacer otra cosa  más que rock y ese tipo de bandas no era tan común, pero ahora hay otra apertura.  Soy de los que piensan que toda la música está buena y que no depende de un estilo en particular.”

Es por eso que no sorprende escuchar a Javier con la guitarra, armónica o charango frente a un escenario, cuando se presenta junto a su amigo y también gran músico, Walter Díaz, con quien forma el “Dúo Domínguez” con una variedad de estilos musicales que van desde un reggae o bolero hasta chacareras y baladas; o escuchar a “De los barcos”, su nuevo proyecto grupal de música fusión afro latina, con quienes se estará presentando por primera vez con producción propia el sábado 12 de Mayo en el bar Tarzán.

“Esto es lo que yo hago, lo que soy yo” concluye Javier Vagnozzi, vecino y músico de una ciudad con las más diversas expresiones artísticas tanto en la escritura, la pintura, muralismo, cine, fotografía, y que a la hora de la música tampoco se queda atrás.

Entrevista: Ignacio Bruno Spinetta
Redacción: Ignacio Bruno Spinetta