Cartas Amarillas, por Silvia O’ Dunne
Por: Taller Literarrio Camino a Ítaca, Biblioteca Popular 9 de Julio..Actualmente integra el taller de Escritura “Camino a Ítaca” que funciona todos los miércoles en la Biblioteca Popular 9 de julio, de Castelar.
Con ese andar lento, una mañana de otoño, para distraerse, se propuso ordenar el cuarto que fue de ambos. En el fondo del placard encontró una bonita caja de bombones. Mayor fue su sorpresa al ver dentro un abultado paquete de cartas amarillas. Se recostó y puso sobre su pecho la pila de cartas. Comenzó leyendo la firma “Alfredo” y luego el saludo: “Querida Agnes” . Se quitó los lentes y recordó que Inés decía que su nombre era más bonito en inglés, pero ni él, ni nadie la llamaba de ese modo, excepto claro, Alfredo. Le deseaba un cumpleaños feliz, pero ¿por qué las había conservado y durante tanto tiempo, a juzgar por el color del papel?
Leyó las primeras cinco cartas. Las iba dejando sobre la cama mientras se hundía lentamente en el dolor y la bronca. Roberto parecía un árbol viejo talado por el hacha del destino, rodeado de hojas mustias. El contenido iba variando de amistoso a romántico para subir la intensidad hasta llegar a ser apasionadamente erótico. Lo peor era que Alfredo hacía referencia a las cartas de Inés, y eso hacía hervir la sangre de su esposo.
Dejó de leer cuando llegó la hora de tomar su medicación. Inés le había programado las alarmas del celular porque él se olvidaba siempre. Hasta el hallazgo de esa caja, las lágrimas corrían por sus mejillas cuando sonaba la alarma. Sentía que ella seguía cuidándolo. ---Sos mi hijo mayor, Roberto- decía siempre Inés. Ahora entendía que sola la había dejado. Siempre trabajando, o yéndose a jugar al futbol con los amigos, o a la cancha, o a pescar con los hijos. ¡Qué egoísta, qué necio había sido!
Después de tomar los remedios volvió al dormitorio. Una parte de él sentía que no debía invadir la privacidad de su esposa, pero la curiosidad, podía más. Aun sintiéndose culpable por romper la intimidad de su compañera durante seis décadas, sentía que no la había conocido realmente y quería conocerla por fin. ¿Quién era Alfredo? ¿Qué representaba para ella? ¿Qué lugar ocupaba él, Roberto, en la vida de Inés?
Dudó en continuar, pero casi sin darse cuenta, se encontró nuevamente recostado en la cama leyendo. No lograba discernir si ese amor se había concretado o no.
Él había sido infiel muchas veces, pero se justificaba diciéndose que todos los hombres lo son, y que ellas, las otras, habían sido mujeres intrascendentes. Siempre había querido a Inés y se había sentido querido y cuidado por ella.
Se debatía entre el arrepentimiento y la culpa, pero también sentía furia, decepción y tristeza. Quería saber quién era Alfredo. Después de varios días, recordó que había un compañero de colegio de Inés con ese nombre, que había muerto varios años atrás.
Entonces dejó de leer las cartas. Se preguntaba si tenía derecho a seguir leyendo.
── ¿Quién soy para juzgar a Inés si yo mismo la traicioné desde nuestro noviazgo?
Pero ¿por qué Inés había conservado estas cartas? Su enfermedad fue dolorosa, pero había mantenido la movilidad y la lucidez hasta el último momento. Además, había estado muy consciente hasta el final … ¿por qué no las destruyó entonces?
Ella quería que él descubriera su secreto, pero ¿por qué razón? - se preguntaba continuamente, desde el hallazgo.
Pasaron muchos días, hasta que recordó una conversación que se repetía, cada vez que Inés intuía, siempre con buen criterio, que Roberto la estaba engañando con otra mujer.
---¿Estás saliendo con alguien, amor?” --- preguntaba ella muy seria, y ante la negativa de él aclaraba: --- Roberto, estamos juntos porque nos amamos, no por una libreta de casamiento ni por los hijos, ya que vamos a seguir siendo sus padres, aunque nos separáramos, pero si querés a otra persona, lo hablamos como dos adultos…
Roberto recuerda que él seguía evadiendo la mirada, y fingiendo sinceridad.
---Yo prefiero la verdad, Roberto, ahora y siempre, la verdad ante todo. Cuando puedas hablamos sin máscaras -terminaba diciendo Inés, con aire misterioso.
Roberto comprendió que su esposa, no había destruido las pruebas de su amorío porque ella había querido sincerarse y él nunca había aceptado hablar francamente. Ella había sido fiel a sí misma, y seguramente, había tenido un fuerte vínculo amoroso con los dos, con Alfredo y con él.
--Eras Inés conmigo y eras Agnes con Alfredo - dijo en voz alta Roberto una tarde, mirando su retrato. Entonces, tomó todas las cartas, las leídas y las pendientes de lectura, las llevó al jardín junto con las hojas secas del fresno. Hizo una gran fogata y se quedó observando el fuego, como hipnotizado.
Luego se puso un abrigo y salió a caminar por el barrio. Ahora erguido, con la mirada atenta, con cierto ritmo en el paso, a pesar de sus 83 años. No sabía con quien había estado casado, no había podido entender el alma de su mujer, pero estaba dispuesto a saber quién era él y a mejorar, por sus hijos y por Inés.
Silvia O¨Dunne
Taller Literarrio Camino a Ítaca, Biblioteca Popular 9 de Julio.
Camino a Ítaca es un taller de Escritura Creativa que funciona todos los miércoles en la Biblioteca Popular 9 de Julio. Tiene apenas un año de existencia y reúne a un grupo diverso, múltiple, heterogéneo y productivo. Se escribe mucho en este taller: sugerimos, revisamos, reescribimos y generalmente, somos felices haciéndolo.