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Rincón literario
Rincón Literario
8 Mar 2024

Levitando con brujas, por María Salome Llorente

Por: Maria Salome Lorente Moreno.
Levitar, levitar y volver a levitar...
Mi espalda duele de forma insoportable, mis piernas envueltas en un vendaje cuelgan de la cama con dos grandes pesas. Trato de moverme, pero es imposible el peso no me lo permite. Desespero por levantarme y sé que no puedo.

He batallado cuatro semanas con este infierno caminando a duras penas arrastrando la pierna derecha. El médico ha hecho todo lo necesario para aliviar esta molestia que me carcome y desespera. Intenta otro tratamiento para quitarme el dolor, por eso me someto a él, no con muchos deseos, pero resignada a lo que sé que voy a enfrentar. No quiero ni imagino mi vida asida a un bastón para siempre mi temperamento no lo permitiría, me niego a pensarlo.

Marcos, el enfermero, llega sonriendo e intenta calmarme diciendo que todo estará bien y que cuando despierte me sentiré mucho mejor y tal vez el dolor haya desaparecido, confío. Se dispone a localizar en mi mano una vía que le permita llenar mi cuerpo de una sustancia que me hará dormir durante 24 horas. Cierro los ojos y rezo. No puedo recordar que le pedí a Dios exactamente. Siento la aguja pinchar mi mano, la vena está localizada, los preparativos continúan y también mi dolencia. Marcos me habla como queriendo distraer mi atención, pero esta solo se encuentra en la incomodidad que tengo.

Mis piernas se encuentran entumecidas, no las puedo mover y apenas las siento. Comienza a hacer efecto el medicamento, va entrando en mi cuerpo y creo que mi razón empieza a divagar. Balbuceo algunas palabras y voy cayendo en un letargo. Logro ver que a mi alrededor un grupo de enfermeros y enfermeras que me dan ánimo, no puedo comprender lo que dicen. Voy perdiendo la conciencia, el éxtasis de algo sublime se apodera de mí, no siento mi cuerpo, levito.

Comienzo a sentir que desaparezco, que voy saliendo de la cama. Escucho risas que cada vez se acercan más, no logro comprender que pasa. Salidas de alguna parte aparecen en el techo dos brujas elegantes, una vestida de azul y la otra de rojo, dan vueltas y más vueltas subidas en sus escobas. Ríen, ríen y siguen dando vueltas me marean. En la sala ninguno de los presentes puede verlas, solo yo las veo y las describo. Por algunos instantes se vuelven invisibles, sin embargo, puedo sentir su presencia. Aparecen de nuevo son feas y narizonas. El Grupo Supremo de Hechicería, escogió a las más espeluznantes para que llegaran de visita.

No tengo miedo. Siento que me levantan en peso y me llevan de un lado a otro de la sala como queriendo mostrarme cada rincón. Me siento cómoda, mi cuerpo es como una hoja sin sentido. Me miran profundamente, me llaman por mi nombre, llego a creer que me conocen de antes, de siempre, de lejos. Clavo mis ojos en los suyos muy abiertos, verdosos, fijos, el ojo izquierdo de ambas queda más alto que el derecho. Una mueca simpática les brilla en el rostro lleno de arrugas. Esos rostros quieren decirme algo que no comprendo.

En mi imaginación comienzo a pintar motivos decorativos, flores, mariposas, libélulas, pequeños paisajes con cascadas y un árbol junto a un puente del cual cuelgan dos lámparas con velas encendidas. Me siento feliz como una niña con una caja de colores. Con un íntimo y profundo esfuerzo, intento volver a la cama, pero ellas me sostienen y no puedo descender. En esta fuga espacial pierdo la noción del tiempo. No sé cuántas horas han transcurrido ni recuerdo dónde estoy, solo siento la necesidad de bajar. Quiero decir algo y las palabras se fugan de mi boca que permanece muda. Creo que comprenden y comienzan a deslizarme.

Esto es apenas comprensible y, sin embargo, es así. Me veo de repente libre de los brazos de las brujas, veo de nuevo ante mí el lugar donde me encuentro en realidad. Ya no hay alguien a mi lado, todo está tranquilo. Mi espalda duele, es un dolor indescriptible. Recuerdo el lugar donde me encuentro y por qué. Las brujas han desaparecido. Llamo al enfermero que viene rápidamente trayendo en sus manos la jeringuilla con otra dosis para que pueda resistir las doce horas que faltan para completar el tratamiento.

Mientras el líquido va entrando en mi cuerpo pierdo la razón nuevamente, llegan las brujas, con caras alegres y sosteniendo en sus manos una caja de colores y un cuaderno de dibujos que dejan junto a mí y comienzan a revolotear en sus escobas de un lado para otro, como queriendo acompañarme otra vez en mi letargo.
Maria Salome Lorente Moreno

Maria Salome Lorente Moreno

Lic. Historia del Arte, Lic. Español y literatura, Lic. Filología, Correctora de textos, Escritora de Literatura Infantil. Actualmente trabajo para una editorial. Realizo desgrabaciones y edición para una revista digital. Colaboro, asesoro y corrijo los trabajos de un artista y escritor argentino, radicado en Perú, en la labor que realiza con los niños, en el campo literario, en una obra social comunitaria en la villa El Agustino en Lima.

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