El tío llegaba de viaje era el run run que se escuchaba en la casa, todo era movimiento y apuro.

Llegaba el hijo que venía de lejos y la abuela se instaló en la cocina preparando recetas como mimos, mamá ordenaba la casa, barría la galería y ponía flores frescas en los floreros.

Nosotras jugábamos tratando de no interponernos en la acción de las mujeres que parecían ignorarnos.

A que hora llega, pregunta papá para preparar la picadita que tanto le gusta al cuñado.

Todo era alegría, llegaba el hijo que venía de lejos, el hermano adorado y el tío que nos deslumbraba con su elegante estampa de marino.

Solo Mora parecía ajena a los hechos, lambeteando un hueso lustroso de algún asado de tiempos lejanos.

Golpean las manos y todos corrimos; ahí estaba él, con su maletín la gorra en la mano y el diario bajo el brazo.

La abuela se colgó de su cuello, papá y mamá lo abrazaban y nosotras tirábamos de sus pantalones que siempre lucían blanco inmaculado.

El tío se veía contento de estar con la familia pero su cara mostraba el cansancio del largo viaje. Por fin la ceremonia de entrada terminó y cuando nos disponíamos a sentarnos en la mesa preparada con tanto cariño, apareció Mora en la cocina moviendo la cola feliz.

De un solo salto cambió el lambeteo del hueso por la cara del tío que cansado la sacó con un golpe seco del diario arroyado.

Y llegó el momento del almuerzo con la extendida sobremesa, más tarde el mate y después los preparativos de la cena.

Mora había desaparecido, papá la encontró acostada bajo el paraíso en el último rincón del jardín, no había comido y sus ojos parecían decir lo triste que estaba.

Cuñado- dijo papá- hay que pedirle disculpas a Mora; ella no ha olvidado tus esporádicas visitas y también quiso recibirte.

Y allí fue el tío arrepentido por el diarazo, un poco incrédulo por la ofensa de un perro.

-Mora perdóname estaba cansado, yo sé que me queres mucho; Mora vamos dame la pata-.

Y los ojos del perro cambian de brillo y la cola se mueve de vuelta.

No hay rencor, si alegría y la recompensa de un bizcocho, entonces todo vuelve a ser perfecto.