Una palabra tras otra. Una oración le da lugar a una nueva, hasta conformar una frase, luego un cuento, un poema o hasta una novela. La creación literaria acompaña al hombre desde tiempos inmemoriales. Esa creación puede ser acompañada, compartida y hasta guiada, tal como sucede en el taller literario que dirige Marianela Beade Harbin.

“La gente se entusiasma, siente placer, intriga por generar un espacio en su semana para crear literatura”, comienza explicando Marianela ante las consultas de Castelar Digital. La licenciada en Letras dirige un taller que todas las semanas, en su casa de Ituzaingó, reúne  a un vasto grupo de vecinos que le dan rienda suelta a su imaginación para plasmar sobre el papel historias, sentimientos y relatos.
La estructura de taller supera a la de curso. No se presupone un nivel a alcanzar, ni pautas con las que cumplir, sino la realización y la presentación en conjunto de escritos guiados por la profesional y los compañeros del grupo.

El taller nació de las ganas de conectarse con la literatura “de una manera diferente a la incentivada por la facultad” de Filosofía y Letras de la UBA donde Beade Harbin completó su licenciatura. “Lo veníamos hablando con mi amiga y socia Natalia Licalzi. En la UBA hay una orientación muy fuerte hacia la crítica literaria, pero queríamos algo orientado hacia la exploración literaria, desde lo creativo. Además, es un modo de acercar a la sociedad todo lo que se lee y aprende en los claustros facultativos, para que ese saber no quede solo en el círculo académico-intelectual”.

El vínculo de ‘Nela’, tal como la llaman sus amigos, con la literatura se origina desde muy temprano, con los cuentos que le leían sus padres y con el libre acceso a la biblioteca familiar donde podía encontrarse con cuentos infantiles, novelas famosas y todo tipo de libros: “Mi mamá también es Licenciada en Letras y mi papá también fomentó la lectura. Me encantaban los mitos y las leyendas, leía hasta el antiguo testamento. La mujer que se transforma en estatua de sal, todas esas cosas extrañas me apasionaban. Tenía una tía abuela que me pedía que le leyera algo para dormir la siesta en casa. Le leía novelas enteras, la colección de Robin Hood, Mujercitas… ella se dormía y yo seguía leyendo la novela entera”.

La licenciada reconoce que desde la escuela esta pasión por las letras también fue incentivada por sus profesores. “Estudie el Bachillerato humanista en el Instituto Inmaculada de Castelar. Tuvimos profesores muy buenos que nos transmitieron la pasión por lo que hacían y por la lengua. Profesores emblemáticos: Alejandra Fabre, Guillermo Cácharo, María Bande. Creo que todos los que tuve en el secundario me marcaron, materias como historia, latín, griego. Todos estos profesores me influenciaron porque daban las clases con placer y pasión”.

Allí mismo, ganó los dos primeros puestos de un concurso de cuentos organizado por la institución. Su logro se transformó en una anécdota que recordaron por varios años sus profesores: “Escribí dos cuentos para el concurso: Uno más sensiblero, más biográfico, sobre la infancia; y el otro era un juego, de una papa que cobraba vida. Nadie sabía quién era el autor porque tenían seudónimo. Los había escrito a máquina de escribir, electrónica, tenían distinta tipografía, eran papeles distintos. Estábamos en la biblioteca del colegio, me acuerdo que estaba Buda. Eligieron los ganadores y después veían por el seudónimo quiénes eran los autores. El primero era el mío, me aplaudieron y felicitaron. Pero cuando abrieron el segundo sobre y vieron que también era mío, fue la sorpresa. El premio fue una orden de compra en una librería y me compré el libro Toda Mafalda de Quino”, recordó. Por esos años adolescentes también recibió menciones en el concurso de poesía y cuento Leopoldo Marechal organizado por el Municipio de Morón y coordinado por la Biblioteca Municipal Domingo Faustino Sarmiento.

A la par del taller, Nela dicta clases en varios colegios secundarios de la zona, aunque afirma que disfruta y prefiere el trabajo en conjunto con los participantes del taller: “Me gusta el espacio creado para hablar de literatura y de creación literaria; escuchar las experiencias de cada integrante, sus dudas, miedos, exploraciones. Me gusta la exigencia y el placer que brinda todo proyecto personal. El crecimiento del taller depende exclusivamente de nuestro esfuerzo, de nuestras posibilidades. Me obliga a mantenerme en movimiento, en la búsqueda y la investigación constantes. Hay dos diferencias fundamentales entre el taller y las clases en los colegios: una es la libertad de preparación de contenidos. No existe en esto un programa previo determinado por un Ministerio u otra entidad; elijo los temas y las lecturas que considero necesarias para cada tema, sin prejuicios o trabas de ningún tipo. La otra diferencia importantísima es la predisposición y el interés del grupo en todos los temas propuestos. Los adolescentes son más reacios a aceptar propuestas o consignas en las que es obligatorio participar. Está el tema de la nota, que no es menor, y los mantiene en jaque con respecto a la materia. Creo que es una gran dificultad, pero es la manera en que funciona el sistema”.

Marianela Beade Harbin siempre vivió en Ituzaingó, pero sus estudios primarios y secundarios los realizó en Castelar por lo que la mayoría de sus amigos fueron de nuestra ciudad. Paralelamente al colegio realizó muchas actividades deportivas, también en esta localidad: “Un tiempo hice gimnasia deportiva en el Club Argentino. La profesora fue Leticia Manigot prima de los chicos de Ella es Tan Cargosa y de la cantante Coty Manigot. En el grupo de la confirmación eran todos de Castelar, los de los campamentos también. En la adolescencia los bares y salidas, siempre eran en Castelar”. Además hizo diez años de danza clásica en la escuela Avant de Castelar Sur, y otras actividades por la zona.

La asignatura pendiente de la licenciada, paradójicamente, es la escritura. Explicó que hasta que ingresó a la carrera era un hábito común, pero el nivel académico alcanzado le brinda una capacidad crítica que inhibe sus ganas de crear. No obstante inició un curso de escritura de guiones para cine y televisión para esforzarse y volver a escribir: “Escribía mucho, pero desde que empecé la carrera de Letras, me resultó cada vez más difícil. La carrera te pone en un plano crítico que entra en conflicto con ciertos desprejuicios o inocencia necesaria para escribir. La carrera me volvió mucho más exigente con mis textos, lo que hace más difícil tolerarlos. Sin embargo, cada tanto, me permito volver a escribir. Me conecto nuevamente con esa parte creativa que tengo.  Ahora estamos con un proyecto con una amiga del curso de escritura de guiones para hacer un formato unitario para la tele. Ya tenemos casi el proyecto terminado, hay que contactarse con productores. Es un mundo difícil de acceder”.

El futuro para Nela está escrito. Planea continuar con los talleres y seguir creciendo dentro de la televisión y las publicaciones literarias. “Mi gran satisfacción en lo laboral es el taller literario, te devuelve un montón. También estoy trabajando como correctora de una revista, lo que me obliga a estar actualizada, leer cosas que no leería y también me reconecta con la lengua y el lenguaje que siempre va cambiando me acerca a la lingüística, el otro lado de letras, que a veces lo dejo relegado. Quiero que el emprendimiento de la ficción en la tele siga adelante. En estos años reconocí ahí mi veta de escritora”, finalizó Marianela.

El taller literario se dicta en su propia casa de Ituzaingó (Paysandú a metros de  J. María Paz), desde allí Nela y sus alumnos, crean mundos literarios para darle lugar a la creatividad en la zona oeste.

Para comunicarse con Marianela por su taller pueden hacerlo a tallerletrasnativas@yahoo.com.ar