El mejor escritor de la Plaza Seca, por Marcelo Méndez
Con el humor y la inteligencia que lo caracterizan, tirándose un poco a menos, Oscar Méndez jugaba hace unos días con esa definición de sí mismo, inventada a partir de lo que más de uno le decía: “El mejor escritor de la Plaza Seca”. Está muy bien que él se tome un poco a broma sus escritos, pero no deberíamos hacerlo nosotros.
La literatura de Oscar tiene varias facetas muy destacables, y tal vez no haya lugar aquí para detenerse en todas. La que más me ha llamado la atención es lo productiva que resulta en sus textos la lectura de Borges. Diría que sólo Andrés Rivera y Oscar Méndez han sabido enriquecer su escritura donde tantos han tropezado.
Durante años, el problema más barajado por los escritores y las escritoras argentinas fue el de cómo escribir después de Borges, cómo hacer para correrse de esa sombra y volver a decir algo valioso después de una obra tan consagrada.
Julio Cortázar, que escribió antes de que la figura de Borges se volviera un poco apabullante para sus colegas decía que la lección de Borges había sido una lección de escritura: la del hombre que releyendo sus frases no pensaba qué palabras agregar sino qué palabras sacar. Eso que los estudios literarios llaman la reticencia borgeana, el pudor borgeano.
En ese lugar donde tantos han perdido el rumbo, quedando como simples imitadores, Oscar Méndez se mueve con naturalidad y talento (tal vez porque lo que hace el talento en las complejidades de la literatura es fabricar naturalidad). El texto de Oscar tiene muy bien leída y practicada la reticencia borgeana y un indiscutible vuelo propio. ¿Le habrá sido dado algo de esta destreza cuando, hacia mediados de los años ochenta se vino manejando con Borges de copiloto trayéndolo al club Morón? Diría que no, que es todo de su cosecha. Al leer los cuentos de Oscar, se lee una impronta del estilo de Borges, La herencia Borges, como llama Alan Pauls a la inevitable vecindad de los argentinos con sus frases, pero apropiados y volcados en textos bien propios. Oscar escribe poco, con una sintaxis sencilla de frases cortas que van desprendiendo resonancias y significados.
Otro hallazgo importante de Méndez es la fundación literaria de una zona propia, cuya árida geografía resulta fértil para su prosa concisa: las salinas del norte cordobés. Oscar escribe como pocos al desierto, al calor y a los personajes que pueblan, apenas pueblan, esos parajes que conoce muy bien. Pienso en grandes cuentos como “El tumbado” y “La siesta de Báez”.
Por último quisiera resaltar algunos hitos de su poesía: el compromiso político de su poema a Cuba, el cariño mayor de su difundido poema a Morón. Asimismo, es brillante “Inacayal” y su serie de cuentos de temática indígena, persistente y ajena a toda moda.
No sé si Oscar Méndez es el mejor escritor de la Plaza Seca, pero seguro que literaturas como la suya no hay muchas en plaza.