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Sociedad
11 Sep 2011

Hogar Divino Niño Jesús

El corazón de los más chicos es atendido por quienes más los quieren. Gracias al aporte de vecinos le brindan todo a 50 niños y sus familias.
En el corazón de Castelar Norte. No muy lejos de las salas de cine del shopping de la ciudad, el hogar Divino Niño Jesús da protección, comida, apoyo escolar, actividades recreativas y hasta peluquería a alrededor de 50 vecinitos. Sin aporte de ninguna organización y valiéndose solo con el aporte de la sociedad y la voluntad de quienes trabajan en el lugar, dan contención a los más necesitados y más chiquitos del barrio.

Comenzó siendo un hogar para chicos con capacidades diferentes, pero a fines de los noventa, con los primeros indicios de la crisis que luego explotaría en el 2001 se transformó en comedor. Día a día se cocina y se acompaña en sus tareas escolares a los chicos, día a día se abraza a cada chico: “Hay que trabajar, hay hambre, mucha hambre. Vienen y se llevan la comida también, cuando están enfermitos les hago la vianda y se la llevan. Conseguimos carne, si no pollo. A mi me encanta cocinar y la hago con mucho sabor a la comida, eso es bueno porque si no, no vendrían a comer”, explicó Susana a Castelar Digital.

Con poco más de 70 años todos los días desde temprano se presenta en el hogar para cocinar, preparar las mesas para el desayuno, el almuerzo y la merienda. Desde hace más de diez años que organiza el lugar y recibe a cada uno de los chicos: “Controlo el lugar, dirijo acá, controlo la comida, qué falta, qué sobra… tenemos socios pero ningún apoyo estatal. Un vecino nos paga la luz generalmente, sino hacemos empanadas y las vendemos para pagar la luz. Hay gente que ayuda porque a veces tiene y otras no. A veces nos cortan la luz, cuando no juntamos para pagarla. El otro día nos cortaron el teléfono. Si se lastima un chico tenemos que salir corriendo”, apuntó. El mayor problema con la falta de luz son las heladeras y los alimentos que se echan a perder. No obstante, las limitaciones económicas no hacen mermar el cariño.

“Somos cinco personas trabajando acá, sin ningún seguro. No por mí, sino por los chicos, para que vengan sabiendo que hay un plato de comida”, explicó Susana quien con las otras colaboradoras debe -con lo que consiguen -lograr tener comida variada y nutritiva para todos los chicos, aun cuando no siempre tienen los insumos o ingredientes suficientes. “En invierno, vienen con los zapatitos mojados. Por eso se piden cosas. Ahora vamos a hacer una feria de ropa para comprar alimentos y zapatillas. Será durante este fin de semana 10 y 11 de Septiembre”.

Según apuntó lo que más falta entre los chicos es el calzado. La comida se basa en donaciones de comerciantes de la zona, panaderos y almacenes. La ropa de los socios y visitantes como así también los juguetes, pero el dinero para pagar los servicios, las zapatillas, pañales y medicamentos básicos es lo más difícil de conseguir.

El hogar no siempre estuvo donde se lo encuentra hoy. Durante sus primero años estaba en una casa de la calle Tucumán pero luego se mudó a Pedro Arieta 2150, detrás de la Escuela 105.

Los vecinos y socios que colaboran con el trabajo de Susana y sus compañeras lo hacen sólo por los chicos. Tony Galati tiene sus oficinas a metros de la barrera de la estación en el lado sur de la ciudad. Allí mismo juntó ropa, alimentos y juguetes que luego fueron entregados al hogar: “un día iba caminando por Castelar y vi que había una nenita parada en la puerta de una panadería. Me llamó la atención, tendría 5 años. Y veo que miraba hacia adentro y no se animaba a entrar, le pregunté cómo se llamaba y que estaba haciendo ahí. Se llamaba Marina y estaba ahí porque quería pedir algo para comer, no había comido nada en todo el día, pero no se animaba porque le daba vergüenza. La invité a entrar y le ofrecí algo de comer. Después de darle un sandwich me puse a pensar en cuántos niños no tienen para comer”, relató el comerciante y continuó, “hasta ese entonces yo vivía otra realidad, una realidad egoísta. Ahora lo digo y lo veo, en ese momento era un egoísta que podía ayudar a estos chicos, aunque sea un poquito, todo sirve. Es la mejor manera para sentirme bien uno mismo. Es hermoso estar con esos chicos”.

Aún cuando el hogar es el sustento de 50 chicos de la zona, no cuenta con ningún aporte municipal, provincial o nacional. Ni siquiera en lo que a servicios se refiere como tampoco a insumos y alimentos. Inclusive, desde hace unos años el hogar soporta la presión de un colegio aledaño que busca asimilar el terreno para ampliar la oferta educativa. Los intereses de la escuela atentan la existencia misma del hogar. Esto repercute en la necesidad de que el lugar sea reconocido por algún ente oficial que garantice su permanencia.

Así como Tony se acercó para ayudar, otros vecinos también pusieron su granito de arena. Irene Ceijo es trabajadora social y desde el verano pasado está ayudando a las voluntarias a organizar y estructurar el trabajo para no depender de las donaciones: “un carnicero que dona carne una vez por semana, la panadería que trae facturas, todo particular, es colaboración de la sociedad, eso es peligroso porque-al ser colaboración ocasional- a veces tenés y a veces no. Siempre que llega alguna donación hay que comprar comida. Pero hay días que no tenés donación de ningún tipo.”

“Hago entrevistas con los chicos y veo las problemáticas. Trato de resolver la parte documentación también y que sepan las voluntarias qué pueden hacer. Tenemos chicos con problemas de violencia doméstica y otros temas serios en sus hogares. Algunos chicos están en la calle; busco resolverlo con Morón en los Derechos del Niño, con las trabajadoras sociales del municipio o en conjunto con el gabinete de las escuelas donde van los chicos. Organizar un poco el hogar tomándolo como una empresa, en el buen sentido. El que acá viene a ayudar, un día viene y otro no. Que cada uno tenga sus días. Pero que esté organizado, que en la cocina siempre haya tres personas”, explicó la profesional a Castelar Digital. “Las autoridades deberían hacer las cosas que hace Tony y la gente que colabora. Yo no tendría que venir acá y donar dos días de lo que sé. Debería ser oficial, y poder contar mínimamente con profesionales como un trabajador social y un psicologo.  Es como que no llega a donde tiene que llegar la ayuda oficial, mucha gente ha ido a hablar, pero todo siempre queda en la nada. Estamos un poco incrédulos”, finalizó.

El hogar es elegido por algunos colegios para poder compartir entre los alumnos y los chicos del lugar las tardes y las tareas. El colegio María Ana Mogas de Mataderos lleva adelante en el Divino Niño Jesús el proyecto Aprendizaje en Servicio por el cual chicos de edades similares pero con realidades distintas se encuentran para merendar, ayudarse con las tareas y conocerse: “de mirar alrededor, que situaciones sociales viven otros y que podemos hacer para mejorarla y cómo podemos mirar hacia el futuro, la idea es que nuestros alumnos puedan visitar a otros en una situación distinta de vida”, explicó Graciela Sbarra, docente de alumnos del colegio secundario que visitan el hogar.

“Fuimos preparando el proyecto, visitamos previamente el lugar para saber qué juegos íbamos a realizar. Buscamos los juegos, pasamos por todos los cursos para que colaboren, con comida, útiles y zapatillas”, dijo la alumna Carolina, seguida por las palabras de su compañera Guadalupe: “venimos a pasar un día lindo con los chicos pero está bueno el sentimiento que te queda. Vas a inglés, al colegio, a danza y ahí termina la rutina y todas las semanas lo mismo. Y un día venís y ves una realidad distinta con edades y familias distintas; te abre la cabeza, te hace crecer un montón”. Inclusive uno de los alumnos del María Ana Mogas organizó una clase y show de Hip Hop para los chicos que causó carcajadas y asombro en muchos.

El hogar no descansa, desde la mañana hasta las últimas horas de la tarde los chicos comen, juegan, se divierten y aprenden a querer, como si fuera un segundo hogar. Las manos de Susana no se cansan de cocinar ni de abrazarlos, el trabajo diario, constante y a pulmón será recompensado en el futuro, en la vida de cada uno de sus chicos. “Cuando vienen y me dicen que cenaron mate cocido me duele como abuela. A mi me duele cuando les pasa eso”, finalizó Susana que tras la charla se internó otra vez en la cocina para seguir cocinando y manteniendo el hogar en pie.

El hogar Divino Niño Jesús funciona desde hace 13 años a pulmón. El predio que ocupa fue cedido por la Sociedad de Fomento Alto Castelar con la firma de 200 vecinos pero aún no cuenta con la titularidad del predio ni con apoyo económico oficial. Las voluntarias necesitan ayuda y los chicos mucho más. Ropa, zapatillas, alimentos no perecederos, leche, medicamentos de venta libre y hasta pintura es necesaria y sólo cuentan con el aporte de sus vecinos para seguir día a día construyendo en cada uno de los chicos que asisten al comedor.

Para comunicarse con el hogar deberán hacerlo a 4623-9506 o 15-5773-0496 ( Melania ) melaniatizziani@hotmail.com o acercarse a Padre Arrieta 2150, Castelar.


Entrevista: Gabriel E. Colonna
Redacción: Leandro Fernandez Vivas
Fotos: Gabriel E. Colonna

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