Feliz día: Historias "históricas" de padre
Como todo hijo, un colaborador de Castelar Digital, escuchó a lo largo de su vida las anécdotas de su padre y eligió este portal para mostrar una de esas historias “históricas”. Lo que parece un cuento en la voz de Carlos Fernández, vecino de Castelar Sur, es parte de la historia del país.
El último día del otoño de 1973 no pasaría desapercibido para la historia argentina. Las predicciones periodísticas hablaban de un acto multitudinario cerca del Aeropuerto de Ezeiza donde por la tarde de ese 20 de junio el ex presidente Juan Domingo Perón regresaría al país concretando su retorno definitivo. Sin embargo nadie preveía que se convertiría en una de las jornadas más oscuras de la década del 70.
A poco más de 20 kilómetros del tumultuoso acto de Ezeiza la, por aquel entonces, Séptima Brigada Aérea de Morón estaba casi vacía. La mayoría de los conscriptos, que allí hacían el servicio militar, habían sido trasladados al Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini para, en caso de ser necesario, realizaran tareas COIN (Contra Insurrección). Pocos militares de carrera se habían quedado en Morón y sólo tres soldados que cumplían arresto en los calabozos.
Carlos Fernández vive en Castelar, a no más de 20 cuadras de la Base de Morón donde en el 73 hizo la “colimba” y fue uno de los únicos tres soldados que recibió al General Perón en su regreso.
En Ezeiza ese 20 de junio minutos antes del arribo del avión de Aerolíneas Argentinas que traía a Perón se desató una batalla entre distintas facciones del peronismo que pugnaban por ocupar el escenario principal donde hablaría el líder político. Entre disparos, la muchedumbre que se había reunido para recibir a quien venía con el objetivo de apaciguar el país, debió escapar y ocultarse. Más de 20 muertos y cientos de heridos fue el resultado de ese trágico día.
“Yo estaba en el calabozo, o en el Detall (oficina de una compañía de soldados), no me acuerdo” comenzó a recordar Carlos Fernández, sentado en el living de su casa, “yo era furriel de mi compañía, de la Compañía Coin, pero pasé más tiempo en calabozo y de arresto que en instrucción o en el Detall. Estábamos tranquilos y nos vinieron a buscar, nos llevaron donde están los uniformes, nos dieron ropa de combate nueva, ropa verde y borceguíes nuevos y nos llevaron a la pista, éramos tres soldados no más”.
“Nos pararon en una puerta alta, antigua, de hierro, que daba al edificio principal de la base. Eramos Alfredo “Faito” Baraibar, Luís Bago y yo. El Suboficial Principal Fontana era el encargado de mi compañía y el Teniente Estoco, el jefe del Coin, pero no me acuerdo si estaban. A mi me pararon en la puerta misma, firme de costado con la espalda en una hoja de la puerta y mirando la otra hoja, y los otros dos soldados, uno a cada lado de la puerta. Los tres con los FAL (fusiles) cruzados en el pecho”.
Ante los incidentes de Ezeiza el Boeing 707 de Aerolíneas Argentinas, bautizado Betelgeuse, que traía a Perón y su comitiva evitó el aeropuerto internacional y se decidió por Morón que contaba con la seguridad suficiente y con una pista de las prestaciones necesarias por el Boeing.
“Llegó el avión, minutos después de que nos pararon en la puerta. Fue todo muy rápido, fuimos a las corridas, aparecimos ahí y llegó el avión. No teníamos ninguna orden. Teníamos que quedarnos ahí, no me acuerdo si nos dijeron que venia Perón o no. Aterrizó el avión y empezaron a bajar los pasajeros. No más de 10 personas. Lo único que mirábamos eran las piernas de una mujer toda vestida de rojo. Era Irma Roy, que en esa época estaba muy bien”, recuerda entre sonrisas Fernández.
“Baja Perón, relativamente despacio, pasa adelante mío, casi tocándome la cara con su cara, muy cerquita, me quedé firme con el fusil cruzado en el pecho. Tuvo que ponerse de costado para poder pasar, nos miramos cara a cara y me hizo una sonrisita. Se le notaban las venitas de la cara, estaba muy avejentado”. Carlos recuerda que no sintió nada especial al ver al líder político aunque también acusa a su juventud el hecho de darle poca importancia al suceso, “No se me movió un músculo, la verdad es esa. Porque mi familia no era peronista, entonces… Nosotros tres charlamos entre nosotros después, pero éramos pibes de 20 años, ni bola a lo político”.
Minutos después los devolvieron al Detall y Perón partió rumbo a la quinta de Olivos en un helicóptero para, meses después, asumir su tercera presidencia. La base de Morón volvió a la tranquilidad, todavía faltaban varias horas para que regresara el grueso de la tropa que continuaba en Ezeiza.
“Estuve 14 meses y 7 días de servicio militar, con 30 días de calabozo y mas de 200 de arresto, un soldado ejemplar” finalizó Carlos Fernández.
El 20 de junio quedó registrado en la historia argentina bajo el título de “La Masacre de Ezeiza”, pero para el Soldado Conscripto Fernández fue el día que tuvo a Perón cara a cara.
A casi 40 años del suceso, lo relata como una más de sus historias, compite con aquella vez que fue a ver a Pappo al Luna Park y un ruloso Billy Bond dijo “rompan todo”, aunque él asegura que fue el mismo Pappo el que llamó al público a enloquecerse con la palabra “vengan” y consiguió que algunos fans rompieran las butacas del anfiteatro y otros tantos terminaran en la comisaría. También esta se codea con relatos de ruta, por sus años como viajante, o de pesca, siempre exageradas, por su pasatiempo preferido, y con aquella otra historia donde relata como conoció a su esposa.
Este domingo, día del padre, será momento para volver a escuchar a alguna de esas historias repetidas, no sea cosa que con los años hayan aparecido nuevos y recargados detalles u otros hayan tomado un significado distinto.
Entrevista: Leandro Fernandez Vivas
Redacción: Leandro Fernandez Vivas
Fotos: Leandro Fernandez Vivas y Airliners.net