La Plaza La Roche de Morón tuvo en el centro una cabaña que funcionó como bar
Techo de zinc y paredes de madera. Alero y galería en todo su entorno y muchas mesas que aprovechaban los árboles y caminos de la plaza. En 1910, tan solo 110 años atrás en el tiempo, y un poquito más, en medio de la Plaza La Roche había un bar que le daba la bienvenida a todos los viajeros que llegaban con el ferrocarril. Tras descender del tren y dejar irse la máquina a vapor, los pasajeros podían relajarse y tomar algo en el Bar de Aramburu. Otros, disfrutaban una copa antes de que llegue su formación para dirigirse a Buenos Aires o hacia el interior.
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Morón siempre fue un centro clave en la distribución de la población del oeste del conurbano. Con la llegada del ferrocarril a mitad del siglo XIX su crecimiento se potenció y el entorno de la estación cobró un valor que superó incluso al del centro del pueblo y la plaza principal. Allí, frente a la estación, una cabaña era el punto de encuentro.
El Instituto y Archivo Histórico de Morón, entidad dedicada a la preservación y difusión de las memorias documentadas del distrito, publicó en sus redes sociales dos fotos del desaparecido bar que presidía la plaza de la estación. Su historia no tiene desperdicios y además se suma un dato particular. La única foto que muestra la nevada de 1918 en Morón fue tomada directamente al bar.
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A continuación la publicación del Instituto y Archivo Histórico de Morón con la historia del desaparecido bar de Aramburu.
Los orígenes de la Plaza La Roche deben ser atribuidos al empresario francés Augusto La Roche (1806-1876). Como dueño de los terrenos que circundaban el pueblo de Morón, que se habían valorizado por el paso del ferrocarril, obtuvo altos beneficios con el loteo, En 1860 advirtió que la estación carecía de plazas en sus inmediaciones, principalmente de una plaza “social” donde los viajeros pudieran descansar al llegar al pueblo o esperar el tren. Por ese motivo cedió unos terrenos que había obtenido por una permuta a los herederos de Josefa Peña.
Al enclavarse en el corazón del pueblo, la presencia de la estación provocó una reorganización del espacio circundante. Tras ser objeto de mejoras, la plaza adquirió el carácter de espacio social que la caracterizaría durante más de un siglo. Desde sus comienzos estuvo rodeada de fondas, almacenes, despachos de bebidas y otros negocios, frecuentados tanto por los viajeros como por los pobladores de Morón. Quizás el edificio que mejor definía dicho espacio era la confitería que se hallaba en el interior mismo de la Plaza. El Censo de 1895 ya nos habla de la Cantina de la Estación Morón, que era atendida por el español J.H. Aramburu.
El emblemático Bar de Aramburu es aún recordado por algunos viejos vecinos. Los hermanos Aramburu, según cuenta el escritor Bernardo Schwarzberg, primero tuvieron su confitería en el andén pero luego la trasladaron a la plaza “donde construyeron un local tipo chalet de madera con techo de zinc, muy bien terminado e instalado”. Allí “se reunían muchas familias. En verano llenaban de mesas a la intemperie todo su contorno, y en las noches propicias difícilmente se encontraban mesas vacías”. En 1918 nevó en Morón, y la única foto que conocemos de nuestra ciudad que registra el fenómeno es la de la Confitería Aramburu.