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Columna
Cultura
4 Feb 2022

Reflexiones: cafeína, creatividad y Lynch

Por: Lucas Perata .
Lucas Perata estudia Letras en la Universidad de Buenos Aires y se suma a Castelar Digital como columnista.
La idea para esta columna era retomar la promesa pendiente de marzo del 2021 con una reseña-análisis de Twin Peaks. Pero una cosa llevó a la otra y en el laberinto sin entrada ni salida que es David Lynch acabé por sumergirme en un interés fundamental del cineasta, el café, a partir de una curiosa entrevista.


Mi relación con el café o cafeína siempre ha sido inestable. Durante algunos periodos lo consumo constantemente, pero luego me olvido por completo de su existencia. Algo parecido me ocurre con el cine en general. Por esa razón lo que iba a ser una columna ordenada terminó convirtiéndose en una recopilación de ideas sobre los tres tópicos expuestos en el título.

La perspectiva creativa sobre la cafeína   
Prefiero sufrir con el café que vivir sin él.
Napoleón Bonaparte

La sentencia napoleónica nos sirve para introducirnos en el mundo de esta sustancia y la marcada influencia que tuvo en la historia de nuestra civilización. La cafeína afecta los neurotransmisores, por lo que es, técnicamente, una droga psicoactiva. Produce tres efectos clave: bloquea la adenosina, un desperdicio químico del cerebro que se acumula con el paso del día provocando cansancio mental y físico; estimula la liberación de adrenalina y contribuye a la liberación de dopamina, una sustancia que se encarga de regular distintas áreas de la vida como el sueño, la motivación y el humor.

La historia está repleta de nombres propios amantes o, mejor dicho, adictos a la cafeína. Destaco, entre ellos, a David Lynch y Balzac por la similitud de sus hábitos. Balzac, para usarlo de ejemplo, consumía unas 50 tazas al día y recomendaba la ingesta con el estómago vacío para aumentar sus efectos. Lynch, por el otro lado, bromea sobre sus hábitos declarando que las únicas pausas que hace son aquellas donde consume otro tipo de café. Aunque lo que más me interesó de la cuestión es la relación entre el trabajo (creativo) y la cafeína, si es que existe.
Mi fugaz investigación me llevó a una serie de artículos de difusión científica que me dejaron un mal sabor de boca. Declaran que la cafeína beneficia, directamente, la habilidad cognitiva de resolución de problemas, pero que en realidad mata la creatividad. La ciencia, de todas maneras, no ha podido siquiera llegar a la superficie de una sustancia estimulante tan compleja que dispara cientos de reacciones en nuestros cerebros.

El error de estos estudios es la falta comprensión del pensamiento creativo. La cafeína permite que la mente pueda enfocarse en una sola tarea, eliminando todo el ruido de fondo y convirtiendo la energía del pensamiento en puro trabajo. La teoría sobreestima la importancia de la distracción en la creatividad. El proceso parte de una idea nacida en la distracción, tal vez, pero llega a ser algo tangible por la combinación de pequeñas tareas aisladas relacionadas con esa idea.

Es en este punto donde se puede apreciar el papel del café en este proceso: la cafeína potencia el proceso creativo al silenciar pensamientos intrusivos o no deseados que no permiten que nos concentremos. El café bloquea esa parte del cerebro tan insoportable que no nos deja hacer nuestro trabajo en paz.  

Como todo vicio, la cafeína constituye una parte clave de la personalidad de quien la consume. Uno no puede imaginar a Lynch sin figurarse la imagen cliché del artista atormentado con un cigarrillo en una mano y una taza de café en la otra. De todas maneras, su persona no podría alejarse más, aunque quisiera, del tropo oxidado. Pero eso queda para la sección siguiente.

El cine de Lynch
Is this good art? It's hard to say. It seems - once again - either ingenuous or psychopathic. It sure is different, anyway.
David Foster Wallace

Como comenté al comienzo, la idea detrás de esta columna era tratar el cine de Lynch. No voy a referirme a ninguna película o serie del director en particular, sino que busco exponer algunas de las razones que convierten a sus películas en obras únicas y particulares que destacan en una época donde el arte audiovisual es creado a partir de bases de datos inmensas y algoritmos que nos siguen por todos los rincones para recolectar información y determinar nuestros gustos. Su originalidad se basa en la visión que expone del mundo totalmente atravesada y distorsionada por su subjetividad.

Las películas, parafraseando a Foster Wallace, son un medio autoritario. Te sumergen en un mundo artificial amalgamado por un guionista y un director. Y, justamente, parte del atractivo del cine más tradicional es este, dejarse llevar por el trance, por el entretenimiento que puede resumirse en el simple acto de intercambiar dinero por fantasía que sustenta al cine comercial. En el polo opuesto encontramos el cine arte o vanguardista que tiene un enfoque intelectual y complejo que requiere que realicemos un trabajo interpretativo.

Lynch ocupa un lugar central, una especie de tercera posición. Sus obras no buscan el entretenimiento, pero tampoco exigen la interpretación seria por parte de los videntes. Ingresar en su mundo es abrir una caja de Pandora repleta de elementos inquietantes y cómicos. Se rompen los contratos sociales de lo que uno espera que una película sea y la única alternativa que tenemos es seguir mirando para encontrar una pista o una señal.

Entonces uno se encuentra totalmente expuesto a la mente creadora de Lynch: no podemos prepararnos frente a lo desconocido. Sus obras funcionan como sueños en el sentido que, al ingresar a ese mundo, no sabemos qué nos encontraremos y, además, no tenemos ningún tipo de defensa frente al potencial imaginativo de nuestras consciencias.

Su ejercicio creativo consiste en volcar su mente sobre el papel y sobre la cinta sin filtros ni mediaciones para comunicar una experiencia irrepetible que tuvo lugar en algún recoveco de su pensamiento.

El cine de Lynch, al igual que la cafeína, constituyen un círculo de consumo vicioso e iterativo. Si uno consume un estimulante día tras día, va a acabar por necesitar más de este para mantener los niveles de energía y razonamiento estables. Por el otro lado, si uno ingresa en el mundo de Lynch, se dará cuenta, rápidamente, que no hay salida y que la única alternativa es consumir más y más para mantener la sanidad mental.

 
Lucas Perata

Lucas Perata

Estudiante de Letras

Lucas es estudiante del Profesorado de Letras en la Universidad de Buenos Aires. En la actualidad se desarrolla como profesor particular y escritor tanto de ficción como de no-ficción. Además, es columnista de Castelar Digital.
 

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