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Sociedad
9 Mar 2011

Subiela: la deshomerización de la cultura

El director y cineasta de Castelar, Maximiliano Subiela, cuenta cómo se vive el cine y cómo hay que abrir los ojos para ver más allá de lo que nos muestran.
Un único ojo a través de una cámara logra captar quizás lo que otros ojos, de a pares, no logran ver. La magia de la fotografía apenas fue superada por la del cine, que en un idioma único logra mostrar y recrear aquello maravilloso de la vida, lo trágico, lo épico y hasta lo cotidiano, de una manera tan distinta que lo hace único.

Caminando por las calles de Castelar y Morón, Maximiliano se nutrió de imágenes y de historias, de secuencias y de planos, que con el tiempo volcó en sus propias tomas y sus propios proyectos. Tras un exitoso paso por Europa, y siempre con su filmadora al hombro, hoy dicta clases en su barrio.

“Tengo 34 años, no soy cinéfilo, pero cuando comencé a estudiar cine afiné la mirada y empecé a tener otro gusto y a disfrutar mas de las películas” reconoce el cineasta Maximiliano Subiela.

Si bien su apellido inmediatamente recuerda al director de “Hombre mirando al sudeste” o “El lado oscuro del corazón”, no los une un lazo sanguíneo, sino la pasión por el séptimo arte: “A mi me gustó el cine desde siempre, crecí con las videocaseteras. Cuando yo era niño, mi viejo compró una videocasetera y era el primero de mi curso en contar con una. Había un solo video club en Ramos Mejía y mi viejo alquilaba ahí. Era algo que ya estaba conmigo. Yo tenía 6 años y cuando llegaba mi viejo de trabajar yo no le decía ‘hola’, le decía, ‘qué películas trajiste?’” recuerda ante las consultas de Castelar Digital.

A través del cine aprendió a ver, a identificar los idiomas de cada formato audiovisual, de cada medio. Agudizó su mirada y aprendió a reconocer las herramientas y las estrategias utilizadas a la hora de filmar: “siempre me gustó el cine, medianamente comercial. Con el tiempo, cuando empecé a estudiar cine, en el 97, 98, empecé a afinar el gusto, venía de un cine comercial, mundano, y normal, masivo, y después afiné”.

Reconoce también que aprendió a descifrar los códigos de la televisión y cómo se recrean los hechos y se construyen mensajes a través de los medios. El Cine, según afirma, es una herramienta para “hacer pensar a la gente, ayudarles a abrir los ojos”. “A mi se me empezaron a abrir los ojos muy de grande, no solo con el cine sino también con lo ideológico, desconfiar de los noticieros, saber que hay construcción, que hay intereses, ideología, política. Ver y darse cuenta qué hay. Ver una noticia y darse cuenta. Uno mas o menos se puede dar cuenta, pero con el ojo del cineasta sos más crítico y empezás a descreer de las cosas. En los talleres que doy me gusta mucho esa parte. Lo que me pasó a mí con el cine, me gusta generarlo. Porque más allá de la cinefilia y las miradas intelectualoides del cine, de esta gente Baficiana, que no me cae nada bien; lo importante es mirar el cine con un ojo mas afinado”.

Maximiliano estudió en el colegio San José y siempre su pasión fue de la mano con el Club Morón, antes de saber que su vocación era el cine. Dió sus primeros pasos en el mundo del celuloide en el Centro de Investigación y Experimentación de Video y Cine (CIEVyC) de San Telmo donde en 2001 se recibió de la carrera de Realización de Cine.

El director no se conformó y en 2009 alcanzó la Licenciatura en Enseñanza de las Artes Audiovisuales en la Universidad de San Martín en convenio con el ENERC (Escuela de Cine del INCAA). Desde hace tres años dicta distintos talleres de cine y producción cinematográfica.

Pero su momento de éxito lo tuvo hace unos años, lejos de su Morón natal. “Viví siete años en Europa. En mis tiempos libres filmaba. Hice un corto en España: el “Alpujarreño”. Participó en un par de festivales y también hice “Controcanto”. Es un documental de 46 minutos, se puede bajar de mi Blog. Es algo que pasó hace mucho tiempo que casi no considero pero es mi hijo pródigo, con el que gané tres premios en festivales internacionales, en Madrid, en Belgrado y en Buenos Aires”. “Controcanto” trata de la vida de un hombre que vive en la calle, paradójicamente en la ciudad de Verona, una de las más ricas de Italia. “En mis tiempos libres lo filmaba, primero con mi grabadorcito lo entrevistaba, volvía y lo escuchaba; era un mundo, el de esta persona, porque por momento parecía borracho, por otros tonto, pero era un genio. Fue un trabajo antropológico, me llevó 3 a 4 años, intentando descifrar ese mundo, primero sentí fascinación, luego burla, después cariño, y finalmente amor porque terminó siendo mi amigo. Fueron esos estadios los que traté de mostrar en el documental”.

Vuelto a Argentina quiso enseñar eso que el había descubierto en el cine. Desde hace varios años lleva adelante talleres en distintos centros culturales y escuelas del partido; “de marzo a diciembre ocupan mi pasión”.

Desde el Centro Cultural La Panadería dicta su curso, el mismo que dió en la escuela media número 23 de Haedo, en el colegio Inmaculada de Castelar, en la Media 11, y en otros institutos. Los referentes principales de la carrera de Subiela, y con los mismos que trabaja en los talleres, son Stanley Kubrick, “vemos ‘2001 Odisea del espacio’; ‘Ojos bien cerrados’; ‘Nacido para matar’. También Terrence Malick, que es un filósofo. Hasta la fecha tiene cuatro, va a sacar su quinta película pronto, es el autor de ‘La delgada línea roja’. Me gusta la filosofía, el cine de Eliseo Subiela me gusta también. Me gusta el cine espiritual, una de las películas nacionales que me encanta es ‘Un buda’, de Diego Rafecas. Me gusta lo espiritual, por eso. No soy el clásico cinéfilo. Vengo de un hábito comercial de cine que después se me afinó, pero no soy fanático del cine francés del los 60; todo dialogado, planos secuencia fijos de 25 minutos. Eso a la gente suele aburrirla, a mi también me aburre”.

A la lista de influencias y directores que le gustan suma a Tim Burton, a Alejandro Gonzalez Iñarritu, a Pino Solanas y a Darren Aronofsky, entre otros.

La magia de las películas según Maxi Subiela, radica en poder metaforizar. En la capacidad de universalidad de los conceptos e ideas que se muestren. “Vos contás una cosa y realmente estas universalizando, vas de lo particular a lo universal y no al contrario como pasa en el cine de Hollywood. Me gustan esas películas que de una situación se puede proyectar a todas las personas. ¿Quien no tiene un diálogo conflictivo con su padre como el de ‘Big fish’?. Esas películas me gustan, que se puedan universalizar. El cine es una herramienta de comunicación, haces pensar a la gente, no diría una herramienta política pero si de reflexión, de análisis”. Aún cuando considera que falta mucha educación audiovisual, apunta a que en un futuro se dé cine en las escuelas o se enseñe a entender los trucos de la televisión y los medios audiovisuales: “he dado talleres en escuelas y la educación audiovisual no existe en la currícula educativa. Es muy necesaria, porque hoy por hoy la gente no lee, la gente mira la tele: ‘dijo Tinelli, dijo el noticiero’. El Homo Videns (Giovanni Sartori) es eso. La educación es primordial, la educación audiovisual es fundamental, a los pibes les abrís los ojos”.

Actualmente, Maximiliano tiene varios proyectos en camino. Hace poco más de un año comenzó un documental con los testimonios de los vecinos de Morón que participaron de la Guerra de Malvinas, “entrevistamos a muchos veteranos. Estamos esperando una segunda parte de la financiación para poder editarlo. Todo proyecto tiene sus tiempos, sus costos, esperamos que salga un largometrajecito local, para llevar a las escuelas, para concienciar sobre Malvinas, y con la intención de que alguna vez se pase en la tele”.

Otro proyecto está inspirado en Mariano Guaraz, un joven asesinado en un partido de fútbol entre Deportivo Morón y Almirante Brown en 2000. “Yo en esa época iba a ver a Morón. Ese día estaba en la cancha, el pibe estaba muy cerca de donde estaba yo… por lo que podría haber sido yo. Hablé con la madre, la entrevisté un par de veces y ahora estoy en mis ratos libres viendo si sale el guión de un largo metraje. Barrial, con la juventud, la época del dos mil, y la juventud barrial, de clase media baja, me gusta mostrar cosas de mi barrio”.

Aún cuando conoció el éxito en Europa, donde pudo haber continuado su carrera como director en el viejo continente, prefirió regresar a sus raíces. Recuerda con cariño su juventud en las calles del partido y reconoce que hoy, esos recuerdos, son su mayor valuarte y herramientas narrativas para filmar. “Yo tuve una época de andar mucho por la calle, en mi bicicleta. Siempre estuve en el barrio, nací en Morón, estudie en el San José, hincha de Morón, lo iba a ver, cuando estuvo en el nacional B. Tengo una actitud muy afectuosa con el barrio, jugué a la pelota en la calle, anduve en bici, de mas grande me iba lejos en bici, era de juntarme a charlar con cualquier persona, de cualquier clase social en la esquina, esa cosa cervecera de chico las tuve” rememoró Subiela.

No obstante, sabe y reconoce que toda producción fílmica nace de la voluntad y la pasión de su director, “El director es el dueño de la película, es el que coordina todo el resto y es el que le da unidad artística al film. El director es la columna vertebral que baja línea a todas las cabezas de áreas. Para hacer una película se necesita, además de pasión y talento, de tiempo, sobre todo tiempo personal. Después también dinero y cuestiones políticas para que te financien los proyectos. Un director es un empresario también. Entender la relación entre el costo económico y el resultado final. Hay que saber usar los recursos, pero es importante la voluntad, la pasión y la creatividad” finalizó Maximiliano Subiela, el cineasta de Castelar.

Maximiliano estará dictando su taller durante el 2011 en el Centro Cultural La Panadería, Mitre esquina Uruguay, Morón Sur.

Para mayor información: http://maxisubiela.tumblr.com/

Entrevista: Gabriel Colonna
Redacción: Leandro Fernandez Vivas

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