“Madre hay una sola”, reza un viejo refrán y si bien los paradigmas de la maternidad han cambiado y el concepto de persona gestante, por ejemplo, puede ser distinto al que se muestra en monumentos de todo el país, la llegada del Día de la Madre y la Familia es una fecha para celebrar, para realizar regalos, para almorzar en familia y abrazar a la figura familiar más querida. Además, es excusa para bucear en los rincones de la Zona Oeste del Conurbano para conocer la historia de sus espacios. En este caso se trata del Monumento a la Madre en la Plaza Hipólito Yrigoyen, uno de los espacios verdes más antiguos del partido.

El Morón de la segunda mitad del siglo XIX era muy distinto al actual. El tren había llegado a este pueblo del oeste recién en 1859 tirado por humeantes locomotoras, silenciosas pero pesadas, que tenían como objetivo trasladar la producción de trigo y vacunos al puerto de Buenos Aires. Argentina quería ser el granero del mundo, apostaba por el modelo económico agroexportador y toda la fértil pampa se brindaba a esa idea político económica. Morón no estaba fuera de esa idea, en 1881 tenía más cabezas de ganado que habitantes, llegando a las 20797 entre vacuno, equino y ovino, cuando el censo poblacional de 1895 había arrojado sólo 7880 habitantes.

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En ese contexto de predominancia rural nació lo que hoy es la plaza Hipólito Yrigoyen, ubicada en la intersección de la Avenida Yirigoyen y Eva Perón, ex Pierrastegui. El Instituto y Archivo Histórico de Morón se especializa en conservar y dar difusión a la memoria documental del partido. En sus redes sociales difundieron la historia de esta plaza y del Monumento a la Madre. De allí se extrae que esta plazoleta triangular se creó en 1882 “cuando el juez de paz Luis Nicolás Basail emprendió una serie de refacciones del Cementerio Municipal. Se construyó la plazoleta frente a la entrada y la adornó con eucaliptus, árboles que también se plantaron sobre el boulevard y la calle San Martín. Cuando el cementerio fue remodelado en 1936, también se pavimentó la avenida Zeballos y se colocaron motivos de ornamentación y se plantaron tipas que daban un marco de embellecimiento a la zona. Entonces la plazoleta fue parquizada y se llevaron a cabo obras de jardinería”.

La llegada del Monumento a la Madre se dio en la década del 60, bajo dictadura militar y con Morón a las órdenes del Intendente de Facto, el coronel Alberto Romero Oneto. “El 9 de octubre de 1966 se inauguró en esta plaza el “Monumento a la Madre”, fruto del trabajo de una comisión de vecinos, presidida por el doctor Angel Bó, que gestionó un concurso artístico que dio lugar a la obra. La escultura es obra del artista Agop Yandemian, vecino de la localidad de Villa Sarmiento”, completa la publicación del Instituto y Archivo Histórico que en las redes se encuentra como Historia Morón.

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Para la realización del monumento se realizó un concurso que ganó el vecino Yandemian y contó con el aporte del arquitecto de Ituzaingó, Alfredo Felici. “Tiene una altura de 7 metros y la figura de 2,50 metros, habiéndose construido con granito y piedra París. La financiación de la obra contó con un aporte de la Municipalidad de 300.000 pesos, más la recaudación obtenida en distintos eventos y aportes de la comunidad moronense en general”, completó Historia Morón.

Más allá de estar emplazado en un predio histórico y ser de gran tamaño, no es el único monumento a la madre en Morón. En Castelar Norte, en Padre Arieta y Bartolomé Hidalgo se encuentra la Plaza de la Madre. Un espacio verde circular que también homenajea a la madre con un monumento en su centro. Se trataba de parte de la Quinta Figueras, donde funcionó a comienzos del siglo XX un polígono de tiro, pero desde la década del 40 ya figura en los planos de los loteos de la zona como plaza. Su nombre lo recibió en 1963 y se debió a un pedido de la Liga de Madres de Familia de la Parroquia San Miguel Arcángel, ubicada a 100 metros de la plaza.

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