“Se casó en 1940 y vino a Castelar a trabajar en los galpones del ferrocarril”
Por: Leandro Fernández Vivas.La historia del Ferrocarril Sarmiento es el inicio de este tipo de transporte en La Argentina. La primera locomotora, La Porteña, rodó por el oeste en 1857 y hoy descansa en el Museo del Transporte de Luján. A mediados de la primera mitad del Siglo XX se electrificó la traza urbana y para dar respuesta se construyó la usina de Castelar y el depósito, como en otras localidades del recorrido.
En la década del 40, tras la crisis del 30 y en plena Segunda Guerra Mundial, los trenes del Oeste eran en su mayoría británicos o norteamericanos. Los Metropolitan Vickers se encargaban de los servicios urbanos de Once a Moreno y otros modelos de los trenes hacia el interior del país y los de carga. Aun convivían las maquinas a vapor con las eléctricas y faltaba para la llegada de las locomotoras diesel. En el Depósito de Castelar se podían ver los particulares coche motor Drewry, luego remplazados por las máquinas Fiat, y las muy raras Baldwin, las primeras eléctricas del ramal. Después sería el turno de los históricos Toshiba que se cansaron de andar de ida y vuelta por el Sarmiento y fueron remplazados por los modernos CSR de origen chino.
Elsa Mazzei nació en aquel Castelar, el de las casas bajas y las calles de tierra. Conoció el ferrocarril de la mano de su padre y cuenta orgullosa el día que jugando manejó una locomotora Fiat dentro de los galpones de Castelar. Al cumplirse un nuevo aniversario del fallecimiento de su papá, el mecánico ferroviario Mario Mazzei envió un correo de lectores a Castelar Digital contando la historia de su familia, entre trenes, clubes y sonrisas en otro Castelar.
Transcurría el año 40, en el mes de agosto, Mario tenía 25 años y se casaba con ‘La Petiza’, mi mamá, que tenia 23. El mismo día de su boda, una ceremonia muy sencilla, se vinieron a vivir a Castelar porque él ya tenía trabajo en los Talleres de Castelar. En 1942 nacía mi hermana, Susana, y en 1950, yo, Elsa. Alquilaban una casita en la calle España, que después de unos años compraron y remodelaron. Vivieron ahí hasta que partieron los dos.
En Castelar había muchas calles de tierra. En Sarmiento se acababa el mundo. Llegabas a Sarmiento y España y había una cancha de pato.
Mi papá también fue gasista, socio de Alfredo Echeverri, muy conocidos en la zona, trabajaron un montón en Castelar. Antes jugó al futbol, también jugaba a las bochas y fue socio del Club Mariano Moreno. De chica nos llevaba a ver las carreras de Turismo Carretera que pasaban por Zeballos. Mario y Esther tuvieron cinco nietos, todos varones, que cuando se juntaban revolucionaban la casa.
Les envío algunas fotos de aquellos años. En la primera foto está mi papá de camiseta, en otra estoy yo de guardapolvo. En la del equipo de futbol, el de traje es mi papá y el de pantalón negro es Hugo, el peluquero de la calle Italia, casi Arias, y el que está al lado de la pelota es un amigo de mi papá, Anselmo Angeletti. Otra foto es en el rio, en Cascallares, iban siempre. Las otras son de los talleres de Castelar. La foto de la oficina mi papá es el de gorra y campera de cuero.
Mi papá era mecánico, arreglaba las locomotoras Fiat, las diesel. Se especializaba en las Fiat. Las arreglaba y salía con las máquinas a hacer pruebas, las probaban viajando a Mechita (Bragado, Provincia de Buenos Aires) o a General Alvear en La Pampa, al límite con Mendoza. Una vez yo manejé una Fiat dentro de los galpones de Castelar. Él me fue indicando, yo tendría 8 o 9 años, y la manejé de punta a punta en los galpones.
Mario empezó a trabajar en 1940 y se jubiló en 1976. Falleció el 14 de abril de 1997, hace ya 24 años, y mi mamá hace casi diez años. Mi viejo fue un genio que nunca olvidaré.
La historia de cada vecino, cada habitante de Castelar y del oeste en general conforman la identidad común de todos los habitantes de la región. Los correos de lectores y muchas de las entrevistas que realiza Castelar Digital acercan aquellas vivencias. Como la historia de uno de los primeros soderos, o uno de los carteros más longevos, las travesuras peligrosas de chicos en la base de Morón o incluso hasta los pocos soldados que recibieron a Perón en la misma base, anécdotas hogareñas que también son historia.
Leandro Fernández Vivas
Periodista
Técnico Universitario en Periodismo.
Director Periodístico en Castelar Digital.
Socio Fundador de Ocho Ojos.