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Gaby Picollo
Cultura
16 Abr 2021

“Que mi arte llegue a las manos, ojos y corazón de otra persona me hace feliz”

Por: Gabriel Colonna, Gabriela Sánchez.
La artista plástica que participó de la Torre Santa Rosa, el Arco de Triunfo de Carlitos Balá y la escultura de Atahualpa Yupanqui en Ituzaingó presenta sus cuadros de cemento para exterior, idea que surgió en tiempos de pandemia “para llegar a las casas”. “Uso la creatividad para reinventarme”, dijo a Castelar Digital.
Gaby Picollo conduce un auto que lleva ploteada la imagen de Penélope Glamour en uno de sus laterales junto con otros personajes del dibujo animado infantil Los Autos Locos. “Siempre me gustó Penélope y me pareció que iba a quedar bien”, señaló la artista que puso su impronta en La torre Santa Rosa (replica en menor escala de la Eiffel en Lavalleja 40), El Arco de Balá (Fleming y Bruselas) y la escultura homenaje a Atahualpa Yupanqui (Paysandú y Verdún), todas obras del arquitecto y también artista Rubén Díaz, en Ituzaingó. Mucho antes de participar en estos proyectos, estuvo inmersa en el mundo de la publicidad, carrera que eligió influenciada por mandatos familiares. “No se me ocurrió hacer Bellas Artes porque no era una carrera vista en mi familia. Yo busqué algo medio artístico y dije ‘Publicidad va’, pero no se me ocurrió, si no hubiera hecho eso de una porque me gustaba, ya tenía el perfil para ese lado. Pero es como que te dicen ‘Carreras, son éstas’. Si vos hacés ‘pinturitas’, no es ‘una carrera’. Te meten eso en la cabeza y uno deja de ser lo que quiere ser. Igual el destino cuando está marcado o tenés esa tendencia, te lleva hacia allá”.

“Tenía 18 años, hacía imanes para navidad y cajitas decoradas y mis clientes eran mi mamá y mi abuela”, recordó, entre risas, el momento en que comenzó a interesarse en el arte y continúa, “me compraba revistas para aprender porque en esa época no sé si había mail todavía. Por suerte al poco tiempo tuve computadora, pero no existía nada. Ni tutoriales ni redes para publicar. Me iba al quiosco de la esquina y le decía ‘te dejo unos imanes y si los vendés me das la plata y si no, no importa’”.  

En paralelo, mientras trabajaba en una agencia de medios, hizo cursos de modelado de máscaras decorativas, modelado de porcelana fría, tallado de madera, entre otros. Y cuando, de un día para otro se quedó sin trabajo y se mudó de capital, donde vivía, a Ituzaingó se le ocurrió dar clases de todo lo que había aprendido. Así fue que se dedicó a la enseñanza de porcelana fría para adultos, primero y de dibujo “tipo Art Attack” para niños, después. “Tuve la suerte de que mis hijas cuando eran chiquitas – hoy de 7 y 10-  hayan podido ser mis alumnas”, rememoró.

Además, tomó clases de Arte Francés y de ceramista. “Como que siempre digo ‘¿Ahora, qué puedo hacer?’. En este momento, por ejemplo, estaba averiguando aerografía. Me interesa aprender a usar un aerógrafo”, explicó quién también desarrolló Las Giralunas, un emprendimiento de Pastelería de diseño de tortas decoradas que ya lleva 12 años, en sociedad con una alumna que era repostera.  

La curiosidad y “mandarse” la llevaron a lugares inimaginados para ella. Como cuando conoció a Rubén Díaz de casualidad y, sin dudarlo, se ofreció para participar de su obra. “Yo estaba buscando trabajo por el lado del arte y siempre pasaba por la Torre Eiffel sin saber que era la Torre Eiffel porque estaba como en la base todavía. Y un día veo en las redes que estaban alquilando el local de arriba y dije ‘¿Qué onda, qué es esto?’, mandé un mensaje a la inmobiliaria diciendo ‘Hola, no sé si es tuya la torre pero puedo hacer murales temáticos’. En ese momento, estaba haciendo azulejos individuales de personajes y paisajes. Me contactaron con él, me presenté con mis azulejitos individuales y me preguntó ‘¿Vos, haces murales, también?’. ‘Sí, hago murales’, le dije, pero yo no había hecho nunca. ‘Bueno, quiero tres en azulejos y quiero que pintes un par en la torre’. ‘Bueno, bárbaro’. A los quince días volví, se los mostré y ahí empecé a pintar. Confió en mí y así me hizo partícipe en el arte de algunos de sus proyectos de arquitectura. También de ‘mandada’, otra vez me dijo ‘¿Hacés la escultura de Carlitos Balá?’, y yo que no tenía idea le dije ‘Sí, claro’ y me puse a averiguar cómo podía ser, para que no pese, para que no se caiga, que dure en el tiempo, con la lluvia, el sol, los pajaritos. Buscando me apareció el telgopor de alta densidad, para esculpir tanto la figura de Carlitos como del Topo Gigio que forma parte también del Arco, como base de la escultura recubierta de una capa fina de cemento. También pinté los murales de la Torre de Pisa. Yo siempre me quedaba en la cosa que hacés en tu casa, como en lo práctico. En cerámica hacía azulejos de adorno, un nuevo juego de platos, una tetera, una olla o un cuadrito. Para mí fue un salto gigante, quedé sorprendida de mí y orgullosa también, de lo que uno es capaz, porque nunca pensé que iba a hacer algo así. Ni que podía, ni cómo era. Siempre le voy a agradecer”, dice y continúa, “tampoco que iba a hacer a Atahualpa y el caballo, pero cuando vinieron con la propuesta, me encantó. Empecé a manejar el cemento y después, realicé las esculturas de Minguito y de Aníbal (personajes de Juan Carlos Altavista y Juan Carlos Calabró)”.

Hace poco fabricó una máscara de látex para el grupo de cumbia Don Mauro, uniendo lo que sabía sobre máscaras con tutoriales de YouTube, ya que era la primera vez que confeccionaba una de este tipo. “Es descubrir, es equivocarse, es aprender, es ir adelante. A mí me encanta el proceso, la adrenalina que me genera el no saber cómo va a quedar. Son desafíos y si salen mal, lo voy a intentar veinte veces hasta que me salga bien. Siento que el arte lo tengo en las manos. Entonces digo ‘Es lo mío, yo me mando’”. Del mismo modo, experimenta con técnicas que ella misma inventa con lo que tiene en su casa. Por ejemplo, cuando hizo las ramas de un árbol en un cuadro de cemento usando la manga de repostería. “Ahí en el momento digo ‘¿Cómo resuelvo esto?’. Aplico esa técnica y varias más. Esa es para hacer rayitas y delineados, me vino buenísimo y me parece original tanto la técnica como el resultado. Uso tanto la manga como cuchillo, cucharas, espátulas, esponjas, cualquier cosa para dar textura como redes, esponja de virulana. ¡Todo, uso!  A veces es un problema porque cuando digo hoy no tengo con qué hacerlo y agarro un cuchillo, digo ¡Chau cuchillo de cocina!, uno menos”, bromeó.

En medio de la pandemia se le ocurrió ofrecer cuadros de cemento para decorar los exteriores. “Adapté grandes esculturas a tamaño hogar o comercial. Esto surgió para llegar a las casas, para quien quiera tener un cuadro de su personaje preferido o de un paisaje en la pared, el jardín o en un bar. Puede llover, darle el sol y no le pasa nada. Es como parte de la pared. Uso la creatividad para reinventarme. Así como hubo una época en que hice murales de azulejos ahora hago cuadros de cemento para exterior”. Estos son personalizados y de lo más variados, van desde Los Simpson o paisajes al Ave Fénix. “Hice también el rostro de la mamá y del papá de Rubén Díaz, los puso en un mini Arco que está en Florida y Muñiz, en cemento pero tipo cuadro esculpido y quedó buenísimo. La temática es la que quieran, no es que me cierro y digo ‘No, tal cosa, no’”, señaló Picollo.

“El arte es como mi terapia. Me apasiona, me tranquiliza, me hace volar, me distiende, me distrae, me gusta, lo disfruto y todo lo que sale de trabajo del arte no es trabajo, es satisfacción. Es lo que más me llena, me completa y lo que más siento que es mi esencia. Me encanta desde la obra en el espacio público hasta el platito, si lo hice y lo pinté yo. También saber que alguien está disfrutando de algo que hice con mis manos. Si alguien pasa, mira las esculturas y lo disfruta, lo disfruto yo también. Y si no, bueno, la obra es subjetiva, cada uno lo toma como es y lo que ve. No puedo pretender que le guste a todo el mundo. Que mi arte llegue a las manos, a los ojos y al corazón de otra persona, me hace feliz. Tanto en el arte como en cualquier parte de la vida soy de decir ‘Esto me intriga ¿qué hago? Y bueno, voy para adelante, ya está’. ¿Qué vas a hacer? ¿Te vas a quedar con la intriga? ¿O vas a decir, ‘No, lo dejo para después, quizás en otra vida’? ¡No, es ahora!”, concluyó.

Gabriella Picollo tiene su Espacio de Artista en Castelar Digital. Además, podes conocer su arte por medio de sus redes sociales en Facebook e Instagram.

 
Gabriel Colonna

Gabriel Colonna

Fotógrafo

Fotógrafo. Programador Web. Emprendedor.
Fundador y Director Ejecutivo de Castelar Digital.
Socio Fundador de GAMA Taller de Imagen.
Socio Fundador de Ocho Ojos.

Gabriela Sánchez

Gabriela Sánchez

Periodista

Gabriela Sánchez es Periodista, egresada de TEA, especialista en cultura y rock. Se capacitó con profesionales roqueros como Alfredo Rosso y Sergio Marchi. Es vecina de Castelar con amplia experiencia en medios de la región y Colaboradora de Castelar Digital.

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