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Bell 212 y sección de Hughes 500
Bell 212 y sección de Hughes 500
Guerra de Malvinas
Sociedad
2 Abr 2021

Voló 100 horas en zona de combate realizando búsqueda y salvamento

Por: Leandro Fernández Vivas.
El Comodoro (R) VGM Luis Longar vive en Ituzaingó y cumplió un rol fundamental en la guerra del Atlántico Sur: rescató pilotos eyectados y náufragos, alimentó tropas y grupos especiales y trasladó heridos en su Bell 212. Además, se enteró en Malvinas que iba a ser papá pero prefirió quedarse a combatir. El 21 de mayo es el Día del Helicopterista en honor a su primera misión de búsqueda y rescate.
El sonido del helicóptero denota su recorrido. De frente se aprecia el golpeteo cortante de cada pala y cuando ya pasó y se retira, se escucha el zumbido particular de sus motores gemelos. El Bell 212 es un helicóptero inconfundible. Comparte silueta con el Bel UH-1, el típico helicóptero de película de Vietnam, pero lo diferencia que tiene dos motores y mejores equipos en su interior. Durante la guerra de Malvinas para muchos de los soldados en combate el helicóptero significó alimento, provisiones, traslados o incluso rescate. Para el, en ese entonces,  Mayor Carlos Tomba significó regresar a su base después de haberse eyectado cuando su Pucará fue derribado. Para muchos de los miembros de la Red de Observadores del Aire, incluso aquellos que estaban tras las líneas enemigas, significó la conexión con sus pares, el retorno a casa. Para muchos de ellos el martilleo de las palas en el aire significó esperanza.

Luis Longar vive en Ituzaingó, por la zona conocida como Los Portones. Lejos de su San Luis natal, pero muy cerca de la Base Aérea de Morón, donde aprendió a volar y a amar a los helicópteros. Durante la Guerra de Malvinas estuvo al mando de un Bell 212 con el que sumó un promedio de 100 horas de vuelo en zona de combate. Con aviones Harrier británicos al acecho, con misiles lanzados desde fragatas de última tecnología y monitoreado con los radares más potentes de Europa, diseñados para enfrentarse con la Unión Soviética pero que en 1982, en su noble helicóptero realizó misiones de Búsqueda y Rescate, aprovisionamiento e infiltración. Salvó su vida en varias ocasiones por casualidad y por pericia, y salvó también la de muchos otros cuando sus palas se transformaron en el puente entre un herido y el hospital. A 39 años de la Guerra de Malvinas contó su historia a Castelar Digital.   

La orden era escueta y hasta ambigua: Destaque un helicóptero Bell 212 para tareas de Búsqueda y Salvamento. A desplegar a bordo de C-130 a algún lugar del país. La difusa Orden de Operaciones no indicaba el lugar a donde se requería el servicio del helicóptero, pero la decisión estaba tomada y faltaba muy poco para que iniciara la Operación Rosario. El operativo conjunto entre las tres fuerzas armadas que logró la recuperación de las Islas Malvinas.

Luis Longar había ingresado a la carrera militar en 1973. Tras un test vocacional del Colegio Don Bosco de San Luis, confirmó que su pasión era la aviación. De chico se escapaba siguiendo la vía hasta el aeroclub local para ver aviones, allí aprendió por curioso y de anónimos instructores que la hélice no se toca, que los tubos de escape tampoco y que siempre es mejor consultar antes que averiguar por sí solo.

En aquellos años la Fuerza Aérea Argentina atravesaba una época de crecimiento sin igual. La vieja flota de aviones provenientes de diseños de la Segunda Guerra Mundial estaba siendo remplazada por máquinas modernas, algunas con radar, con radioaltímetro, con misiles o con radios potentes y, en lo mayoría de los casos, propulsadas por turbo reactores o turbo hélices. En 1966 se habían adquirido los cazabombarderos A-4B y en 1975 llegarían 25 más de la versión C. En 1972 llegaron los primeros Mirage III, esbeltos cazas supersónicos de origen francés, y también a fines de los 60 la aviación de transporte se montaba en los excelentes Hércules C-130. Luego sería el turno de los Mirage V Dagger, helicópteros Hughes 369 y 500, Bell UH-1H, Bell 212 y los poderosos CH-47 Chinook. La mayoría de estas aeronaves hoy pueden conocerse en el Museo Nacional de Aeronáutica, también ubicado en Morón, que se dedica a la preservación de las máquinas y su historia.

La Fuerza Aérea necesitaba pilotos y en 1973 hubo 120 vacantes. Pero de esa multitud de cadetes sólo la mitad finalizaron el curso de piloto junto con Longar. El vecino consiguió sus alas en aviones B-45 Mentor y después voló Morane Saulnier 760 Paris. Cuando egresó como Alférez creyó que su destino estaba en la Escuela de Caza de la IV Brigada Aérea de Mendoza, pero sus superiores lo enviaron a VII Brigada Aérea de Morón, casa de las alas móviles de la fuerza en aquel tiempo. Allí voló Hughes y Bell, pero a principios de 1982 estaba haciendo paralelamente el curso de piloto de IA-50 Guaraní II, un avión bimotor de transporte de fabricación nacional. Empero, la orden ambigua que llegó en  marzo de ese año a la VII lo volvió a sentar al mando de su helicóptero. La escueta información no lo decía, pero el destino para el Teniente Longar eran las Islas Malvinas.

Tiza 4 y Litro 8
El 1 de abril se realizó en la I Brigada Aérea de El Palomar una reunión que descubrió el velo de misterio. La Fuerza Aérea se sumaba a la Operación Rosario, la operación anfibia ideada por la Armada para recuperar las Islas Malvinas, ocupadas por el Reino Unido desde 1833: “Ingresamos al salón donde se daba la reunión. Era como un aula magna, con las butacas en tribuna, elevadas. Eran todos antiguos; Vice Comodoros, Mayores, Capitanes. Y nosotros, mi copiloto Alejandro Vergara y yo, éramos tenientes. Ahí explicaron cómo sería la Operación Rosario y entregaron un sobre a cada tripulación. Cuando llamaron a los de Bell bajamos nosotros y nos dijeron ‘¿Dos Tenientes? La Séptima (Brigada) siempre igual. ¿No tenían nada mejor para mandar?’. Ahí nos llevaron hasta el avión, partimos a Comodoro Rivadavia, y el sobre decía qué teníamos que hacer en Comodoro Rivadavia”, explicó el Comodoro (R) VGM Luis Longar a Castelar Digital.

El Tiza 4, tal el nombre en código dado al avión C-130 Hércules para esa operación, trasladó al Bell 212 matrícula H-85 desarmado en su bodega, acompañado por sus dos pilotos y seis mecánicos. Al otro día se inició la Operación Rosario y sería el Litro 8, otro C-130 pero con otro nombre en código, el encargado de llevarlo hasta las islas: “Era increíble la planificación. En Comodoro Rivadavia nos dieron ropa de abrigo, bolsa de dormir y todo lo necesario. Nos llevó a Malvinas el Litro 8. El Litro 1 fue el primer Hércules en aterrizar en Malvinas, llevaba a la plana mayor y al Grupo de Operaciones Especiales que se encargaría de la seguridad del aeropuerto. Ese avión después volvió y siguió haciendo traslados. A mi me tocó el Litro 8. Llegamos de noche, 12 y media de la noche del 3 de abril. Llegamos y estaba todo a oscuras, nos fuimos a la terminal aérea. Entramos a oscuras y encontramos un montón de gente durmiendo en el piso, nos gritaron que hagamos silencio. Encontramos un hueco, pusimos la bolsa de dormir y nos dormimos.”, completó el Veterano.

El primer sol trajo mucho trabajo. Las tropas argentinas en las islas comenzaban un período histórico pero que demandó mucho trabajo. Lo que trajo aparejado también inconvenientes. “Amaneció y fuimos al helicóptero. Era una plataforma chica, nosotros pusimos al helicóptero bien contra el rincón para que no molestara. Pusimos los cajones, porta contenedores, con los contenedores de palas, el de cola, el escudo de rotor, bien contra el rincón. Aproximó un helicóptero de la Armada y en vez de aterrizar y venir rodando, aterrizó al lado y me levantó un cajón y me lo revoleó, una pala de nuestro helicóptero salió de la caja y pegó contra la base del mástil donde estaba la bandera Argentina. Se jodió la pala. El primer contratiempo. Teníamos que pedir otra pala. Fuimos a pedirla, pero todo recién se estaba organizando. ‘¡¿Cómo una pala?! Recién estamos empezando y ya necesita una pala, mañana me va a pedir otro helicóptero!’, re respondieron. Andá a saber en qué orden de prioridad quedó mi pedido de pala. El mecánico lo reparó, lo quiso solucionar, pero el golpe había sido más jodido de lo que se creía. El Bell 212 en la pala tiene una aleta compensadora, que tiene un nervio de acero. Ese nervio se había roto por lo que la enderezábamos y al tiempo volvía a doblarse y generaba una vibración, un traqueteo. Volamos así toda la guerra”, rememoró.

Los mecánicos se valieron de las herramientas de un hangar kelper del aeropuerto y con experiencia e ingenio lograron armar al Bell a pesar del frío y sus efectos sobre los metales. La primera misión en Malvinas fue la búsqueda de un grupo de Royal Marines que se habían escapado en plena toma de las islas el 2 de abril y que aún seguían ocultos. Otras misiones respondían a la necesidad de traslados de material y personal. Pocos días después llegaron los helicópteros pesados Chinook y un segundo Bell 212. Se decidió que estos helicópteros operen desde otro aeródromo conformada por la Fuerza Aérea Argentina en cercanías de Pradera del Ganso, o Goose Green según como la recuerda Longar, en la que se llamó la Base Aérea Militar Cóndor. Se conformó el Escuadrón de Helicópteros Malvinas bajo el mando del Mayor Óscar Pose Órtiz de Rosas, un experimentado piloto con cientos de historias y difíciles aventuras vividas en la Antártida.

Los Bell operaban desde Goose Green, ubicado en medio de la Isla Soledad, en un radio de 100 kilómetros y los Chinook en el entorno de ese radio hasta los 200 kilómetros. El objetivo principal era brindar los servicios de Búsqueda y Rescate cuando sean requeridos, pero diariamente realizaban vuelos trasladando alimentos, baterías para las radios y todo tipo de elementos que necesitase el personal de la Red de Observadores del Aire o tropas en general.

Señores, la guerra es una realidad
Los preparativos llegaron a su fin cuando el 1 de mayo, después de las 4 de la mañana, un bombardero Avro Vulcan de la Royal Air Force bombardeó la pista de Puerto Argentino. Los 39 hombres que integraban el Escuadrón Helicópteros dormían junto con pilotos y mecánicos del Escuadrón Pucará en una escuela muy cercana a la BAM Cóndor. “Estábamos durmiendo y sonó una sirena. Fue un griterío, un ruido terrible. Era todo el piso de madera, gritaban que nadie prenda las luces. Todos teníamos linternas, pero salimos todos a oscuras, no sé cómo hice pero llegué afuera. Los mecánicos habían cavado unas zanjas, eran trincheras pero muy poco profundas, nos refugiamos todos cuerpo a tierra. No se veía nada, escuchabas las voces pero no sabías quién hablaba. Nos pasábamos información, que habían atacado los ingleses, que había sido un bombardeo. En la oscuridad nuestro jefe, el Mayor Pose, prende y apaga la luz de su linterna y nos dice ‘los comandantes de aeronaves se reúnen conmigo’, fiumos y nos dijo ‘Señores, la guerra es una realidad, han atacado Puerto Argentino, después seguramente vienen por nosotros. Vamos a sacar los helicópteros de esta posición ni bien tengamos horizonte. Cuando empiece a amanecer sacamos los helicópteros y los metemos en el pueblo. Allá va a haber gente que nos va a hacer las señales para aterrizar’. Él ya se había anticipado, la había visto venir, no improvisó. Había mandado a ver lugares para aterrizar los helicópteros. En un predio grande los Chinook, en otros dos chiquitos los Bell”, contó Longar.

Con las primeras luces los helicópteros encendieron sus motores. En maquinas pesadas como el Chinook esta operatoria puede demandar más de 20 minutos. En ese tiempo mientras clareaba el alba los IA-58 Pucará, aviones de ataque de fabricación nacional también desplegados en la BAM Cóndor comenzaron a despegar, también para buscar una posición más segura. El tercero de estos aviones tuvo un desperfecto y enterró su nariz en medio del terreno que oficiaba de pista. Momentos después despegó Longar con su nave y buscó refugio en el pueblo. “Había una casa que tenia reja de maderas. Después de aterrizar nos acomodamos ahí mirando al jefe para ver qué hacer. Vino el Mayor Pose y dijo: ‘ primera medida, vamos a tomar mate`. El mecánico ya tenía el agua, le dio el primer mate al jefe. Después cuando el mate me tocó a mí, se vino el mundo abajo. El ruido de un reactor a baja altura nos hizo tirarnos a todos cuerpo a tierra y en la caída pude ver la silueta de un Harrier. Silueta oscura, lo reconocí por la forma, pasó rasante sobre nosotros porque ya había lanzado sus bombas sobre el aeródromo, a unos 200 metros. Todos vieron algo, algunos vieron al piloto y hasta el color del casco, yo pude reconocer el Harrier. Generaba un ruido increíble ese reactor. Nos llamó el jefe y ordenó preparar un helicóptero, un Chinook, para trasladar heridos. Todavía no sabíamos si había heridos, si había muchos o pocos, pero se preparó el helicóptero que terminó llevando heridos a Puerto Argentino”, narró el vecino.

La guerra había comenzado desde el cielo. Los Sea Harrier de la Royal Navy fueron los encargados de atacar la BAM Cóndor y volverían pocos días después. Serían una de las mayores amenazas de la guerra ya que además cumplieron misiones como interceptores atacando a los A-4 y Mirage cuando estos atacaban desde el continente con la misión de bombardear a los buques ingleses.

El 4 de mayo se repitió el ataque de los aviones ingleses, pero esa jornada quedó marcada para Longar por otra misión. Debía trasladar al periodista Nicolás Kasanzew y su equipo hasta una base de la Armada en el norte de la Gran Malvina desde donde el material fílmico recopilado hasta ese momento volaría al continente. La misión se inició por la tarde, cuando el sol ya caía hacia el horizonte. Poco después de cruzar el Estrecho de San Carlos una niebla envolvió al helicóptero y la oscuridad reinante determinaron la suspensión del vuelo: “Estábamos ubicados, pero no podía seguir sin poder ver. Aterricé, informamos la ubicación y pasamos la noche ahí. El jefe nos había enseñado que llevemos siempre un par de medias secas de repuesto y otra plantilla de fieltro para cambiarnos, para poder dormir con los pies calientes. Los periodistas pasaron mucho frío esa noche. Teníamos un queso de máquina y una Coca-Cola grande. Repartimos el queso en partes iguales y un vasito de coca a cada uno. Pasamos la noche, amaneció, se empezó a ver un poco y despegamos. Volé poco y los dejé donde los tenía que dejar”, completó el piloto.

La guerra continuó con misiones rutinarias y otras sorprendentes. Como la vez que llevó al jefe de inteligencia de la Fuerza Aérea hasta Puerto San Carlos y éste por una foto en la pared, que databa de la Primera Guerra Mundial en la que se veía un acorazado en ese puerto, pudo adelantar dónde podría ser el desembarco inglés en las islas. O cuando respondieron al llamado de auxilio de la patrullera de la Prefectura Nacional Puerto Iguazú que había sido atacada por aviones Harrier y pudieron rescatar a su tripulación. Pero la misión más audaz fue la del 21 de mayo, el rescate del Capitán Tomba, quien debió eyectarse de su Pucará luego de ser atacado por Harriers.

El relato del rescate que valió la creación del Día del Helicopterista, la caída de la BAM Cóndor, cómo se enteró que iba a ser papá estando ya en las islas y cómo Longar regresó al continente se publicarán en una segunda parte de esta nota disponible en el siguiente LINK.

 
Leandro Fernández Vivas

Leandro Fernández Vivas

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Técnico Universitario en Periodismo.
Director Periodístico en Castelar Digital.
Socio Fundador de Ocho Ojos.

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