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Sociedad
2 Abr 2018

Alberto Filippini: "Teníamos 20% de probabilidad de sobrevivir"

Hace 36 años participó en la Guerra de Malvinas a bordo de un cazabombardero A-4B Skyhawk. Atacó pertrechos en tierra y perdió la nariz de su avión, bombardeó a la fragata Argonaut y voló tan bajo que la golpeó con su tanque de combustible. La historia de los combates de un vecino de Castelar.
(Parte 2)
Lee la primera parte de esta nota en el siguiente LINK.

Argonaut

A lo largo de la guerra se realizaron cientos de misiones de ataque. La mayoría tenían un derrotero similar: Despega una escuadrilla, se llama así al grupo de combate conformado por varios aviones, habitualmente tres o cuatro. Absoluto silencio de radio. Navegación sobre mar, sin tierra a la vista, durante más de 600 kilómetros. El encuentro con un avión KC-130 que oficia de estación de servicio en el aire. Luego a llegada a las islas para realizar un vuelo rasante hasta la zona del objetivo. La llegada al blanco, ya sea un buque o elementos enemigos en tierra. La corrida de tiro, en donde cada piloto apunta a su blanco esperando no ser derribado, bombardeo y luego el escape. Al frente de la escuadrilla va quien mayor antigüedad y experiencia tenga y quienes lo siguen son sus numerales.

El 21 de mayo fue el día elegido por el alto mando británico para realizar el desembarco de tropas en las islas. Se eligió el Puerto de San Carlos, un puerto natural al este de la isla Soledad al que se ingresaba por el Estrecho de San Carlos, la porción de mar que separa las dos islas principales. Una treintena de buques ingleses se adentró en el estrecho, barcos logísticos, de desembarco y fragatas que oficiaban de defensa aérea. La Fuerza Aérea Argentina, enterada de las actividades envió varias oleadas de ataque para repeler la invasión: “fue mi primera misión. Ya sabíamos lo que era porque habían caído varios. Salimos dos escuadrillas de tres aviones cada una, sin abastecimiento en vuelo, jugados en combustible. El jefe de escuadrilla de la primera se tiene que volver por problemas técnicos, quedan dos numerales que eran relativamente jóvenes. Rompo el silencio de radio y les digo ‘paso al frente’. Pasa mi escuadrilla adelante y estos dos pasan atrás. Después se forman y atacamos al buque en una línea de 5, una cosa de locos. Iniciamos un rasante, era un mar de olas de 5 metros, íbamos sobre esas olas y veíamos el mar que subía y bajaba. El primer problema fue que la sal salpicaba al avión y el parabrisas del A-4 es un parabrisas oval, blindado y está calefaccionado, entonces cuando se mojaba con agua de mar, se evaporaba pero quedaba la sal, quedaba blanco, había que mirar solo por los costados. No podíamos mirar de frente. Después eso se solucionó, pero no se podía apagar la calefacción del parabrisas, estaba pensado para evitar hielo. Empezamos a ir, llegamos a las islas, sobrevolamos tierra hasta el estrecho de San Carlos y nos topamos con 20 fragatas diseminadas que nos tiraban hasta con las alpargatas. La primera, la que estaba al frente fue a la que apuntamos, iba navegando de costado. Lo ideal es atacarla de costado porque de frente son muy angostas. Las fragatas son muy rápidas, se mueven a 30 nudos, son 60 km por hora, para apuntar si se mueve a esa velocidad no es fácil. La fragata entonces se acomoda y se apoya contra un cerro. Se acuesta sobre el acantilado. Yo tenía la fragata que tiene 5 metros del agua a la baranda, volábamos a 5 metros, apuntábamos a la baranda para tirar la bomba, pero yo veía la estructura y arriba veía un cerro de 250 metros y yo iba en el medio de la formación, me lo ponía en la frente al cerro. Yo no me podía abrir, los otros podían salir hacia los lados, yo solo podía ir para arriba. Le lanzo la bomba y pego el palancazo para atrás. Tiré la bomba a unos 500 metros del barco, cuando pego el palancazo el avión reacciona, se eleva y escucho un golpe, siento el golpe. Uno de mis tanques de combustible golpeó las antenas del buque, se desprendió al cola del tanque. Por esa acción los ingleses me apodaron El Kamikaze”.

La mayoría de los aviones de combate, y el A-4 también, llevan depósitos de combustible externo. Grandes tanques que cuelgan de las alas que complementan al combustible interno del avión pero que en caso de ser necesario pueden desprenderse para que el avión quede más liviano, ligero y maniobrable. Durante Malvinas los A-4 necesitaban el combustible de esos tanques para llegar hasta las islas, atacar y regresar con algo de ‘jugo’ a su base del continente. No se lanzaban en los ataques, solo se los soltaba en caso de emergencia o para poder escapar de una interceptación.

“Salgo para arriba y giro hacia la derecha porque el cerro tenía una bajada más abrupta para ese lado. Entro en el golfo de San Carlos, a unos 200 metros, pero rasante sobre la tierra, había otros 20 buques que me tiraban con todo. Si pasaba por ahí me agujereaban todo, perdiendo compostura dije por la radio ‘Rajemos por izquierda’, me salió del alma. Estaba previsto salir por derecha. Hago el viraje, los que iban un poco detrás también pegan el giro, cuando giro veo pasar un misil que venía para mí pero pega en el cerro. Salto el cerro y me pego otra vez al agua del estrecho de San Carlos. Salimos por el norte de las islas, con todos los aviones formados, pegados al suelo y rasantes. Fue la primera misión, perdí un tanque, casi me revienta un misil, pero salí”.

La fragata Argonaut recibió varios impactos de bombas, una en particular, la lanzada por Filippini, ingresó en la zona media del buque, debajo de la superestructura y destruyó un depósito de misiles. En su escape, el piloto de Castelar logró ver el resultado de su ataque, vio a la fragata envuelta en humo y apreció como su casco cambiada de color producto del incendio que se desató en su interior. Si bien no se hundió quedó fuera de combate y no volvió a operar durante toda la guerra. Fue una misión exitosa.

"Lo que me satisface como jefe de escuadrilla, las misiones que tuve, los numerales se peleaban por salir conmigo, porque tenía suerte y porque yo no aflojaba, y después nunca me bajaron a un numeral. Una satisfacción que no me hayan bajado ningún avión, satisfacción personal”.

El fin y el futuro

Tras 74 días de combates las tropas británicas ingresaron en Puerto Argentino y recobraron el control de las islas. El 14 de junio se firmó la rendición de las tropas argentinas y uno de los requisitos británicos fue que la aviación argentina cesara sus ataques.

“El día de la rendición se iba a salir a otra misión, estaba subiéndome del avión cuando me dijeron ‘baje, se suspende la misión, se terminó la guerra’, fue un baldazo de agua fría.

“Cuando volvimos de Malvinas vivimos una situación que no vivió el resto de las unidades del país. Villa Mercedes en San Luis siempre vivió muy relacionada a la base. No había industria y muy poco trabajo agropecuario, entonces todos los habitantes estaban relacionados a lo que se vivía en la base, como Castelar con la Base de Morón, había un vínculo, el comercio de la ciudad vivía de lo que pasaba en la base. Cuando volvimos nos recibieron con mucho amor, a pesar del desenlace final, nos recibieron con mucho cariño, la gente nos veía, nos abrazaba por la calle, vivimos una situación muy distinta de lo que vivió el resto del país”, rememoró Filippini.

“El tema Malvinas se va a resolver por la vía diplomática cuando se resuelva el Tratado Antártico. Hoy Malvinas es el ingreso a la Antártida y el punto de control sobre quién entra y quién sale de la Antártida. En 1982 se estaban por cumplir 150 años de control británico sobre las islas lo que en derecho internacional hubiese significado que eran británicas. En el 82 se reinició el reloj. Esperemos antes de que se cumplan otra vez 150 años se pueda resolver”, finalizó el vecino.

Alberto Filippini vive en Castelar Norte, en una bella zona residencial enmarcada por las avenidas Sarmiento, Alem y Santa Rosa. Recorre su barrio y comercios diariamente, pocos de sus vecinos saben que aquel hombre canoso que los saluda es el representante de nuestra época del semblante que inició San Martín y Belgrano en otros siglos. 

Entrevista: Leandro Fernandez Vivas
Redacción: Leandro Fernandez Vivas
Fotos: Leandro Fernandez Vivas

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