Walter Soria: "que la música sea impecable, sagrada, natural"
Por: Gabriel Colonna, Leandro Fernández Vivas.Con títulos como Santerio, Rumbo a Soles o su último trabajo Aspaviento, presenta su obra y deja entrever sus pulsiones, influencias, matices y gustos. Nacido de la “Beatlemanía”, conducido por las escuelas clásicas del Folklore, no duda en mechar loops electrónicos a sus producciones o guitarras meramente instrumentales. Conocido por sus pares, quienes le piden prestadas sus canciones, cuenta sus secretos a Castelar Digital.
Actualmente forma parte de La Orquesta Popular de Cámara "Chango Farías Gomez", en guitarra criolla y voz, junto a Mono Isaurralde, Pablo Gimenez, Omar Gómez y otros músicos. Participó de la película ‘Zonda, folclore argentino’ del tres veces nominado al Oscar, Carlos Saura. El último disco de Walter Soria, Aspaviento, lo llevará a presentarse por toda la zona oeste y los principales escenarios de la Ciudad de Buenos Aires.
Los Beatles en Castelar y la poesía en revistas
El vínculo con la música y la poesía nació en su infancia de la mano de una banda de rock que, casi sin querer, tenía como destino cambiar el arte y la música en general: The Beatles. No fue sólo la música de la banda británica, sino las imágenes de lo que un show de esa envergadura encerraba: “La música empieza a llamarme la atención cuando veo por primera vez lo que llegaba por la televisión con las imágenes de los Beatles, yo tenía 8 años y trataba de agarrar algún cacharrito, u ollas de mi mamá, ponerme una remera en la cabeza para tener el pelo largo. Tenía la certeza de que eso me iba a gustar para siempre, era el camino de la música”, rememoró.
La música y sus intenciones de seguir ese camino se completó con las letras de las canciones de la mano de la poesía: “También cuando era chico, mi papá me empezó a comprar la colección de la revista Ciencia Joven, una revista muy linda de los 70. Traía una sección de cultura con poetas y ejercicios de poesía. Yo capturaba lo que me gustaba y le ponía música. Esa serie me abrió el mundo a la literatura, al pensamiento filosófico, a la historia y a la poética”.
Con el descubrimiento de su vocación también llegaron las clases de música: “mi papá me llevó a estudiar a la academia Mozart de Castelar, dirigida por la señora Amanda Hoover. No pude entrar, porque aún no sabía escribir, pero yo ya tocaba la guitarra porque mi papá me había comprado una en Muebles Rex de Villa Tesei. Fue un ataque por la música, al final de la beatlemanía. Al año siguiente ingresé a la academia Mozart y fui haciendo el curso de manera acelerada y en seguida la profesora me hizo tocar y cantar. La primera presentación fue en la sala Luz y Fuerza de la calle Machado, en Morón, a una cuadra de la Universidad. De ahí empecé a trabajar una carrera de cantante guitarrero, que hasta hoy perdura. Así canté en teatros, en una iglesia de Haedo, cerca de la estación, escuelas de la zona, el Don Bosco, Inmaculada, el Sagrado Corazón, el Club Mariano Moreno de Castelar y toda la zona oeste”, señaló entre risas .
“Fue un camino natural, de los Beatles al folklore. Fue natural en esa época. Escuchaba los Beatles en la tele, pero al estudiar nos enseñaban folklore. Formé un grupo ´los cuatro para el folklore´. El género ahí empezó a tomar un cauce intenso. Como mis padres son de tierra adentro, de Tucumán y San Luís, en las reuniones aparecían músicos de folklore. Venían, cantaban unas chacareras, sus folklores diversos. Era un mix natural, le pedía a mi papá que me compré los discos de los Beatles, pero en el curso veía folklore y a la par hacía el curso de guitarra clásica española”, destacó el músico.
La mezcla de géneros, de influencias y de gustos musicales lo acompañaron hasta la adolescencia donde el amor y el llamado Rock Nacional aparecieron juntos y de la mano de una compañera de colegio. Ella sin saberlo fue el empujón que Walter necesitaba para volcar su vida por completo a la música y el arte. “En el parroquial Don Bosco estando en quinto año, con una compañera, Sandra Giardino, nunca me voy a olvidar, estábamos organizando una fiesta patria para cantar. Entonces ella me dijo ‘voy a cantar con vos los 60 granaderos y después voy a cantar algo de un grupo nuevo, no sé si lo conoces, Sui Generis’. Fue a los 12 años, hicimos una alianza, me mostró otro mundo. Me hice fanático de Charly y de Pink Floyd, porque ella tenía el disco ´Otro Lado de la Luna´. Y le estoy eternamente agradecido. Un disco que compuse para una banda de rock de Haedo, está dedicado a ella. Hay un tema que es “primer amor” porque me generó ella un montón de cosas. Y la música fue el nexo para venir del folklore al Rock, a través de Sandra”.
El ciclo escolar habitual de todo adolescente lo culminó en el desaparecido Colegio Rivadavia, ubicado sobre Segunda Rivadavia, casi frente a la barrera de la estación: “Ahí nace otra parte de mi vida con la música. Siendo adolescente todo tiene más intensidad. Ahí directamente tocaba rock. Estaba terminando el profesorado de música clásica. Tenía muchas canciones de folklore y rock, había compuesto desde los 12 años con todo. Todavía tengo las canciones en un viejo casete. El último año lo hice a la noche en el Rivadavia y los viernes me iba a cantar a Freeport, invitado por un gran músico de la zona, Yuelze, Miguel Pérez. A mis 16 años, Miguel Pérez me dio la oportunidad de subir a cantar mis canciones acá en la esquina. Yo lo admiraba de cuando tocaba con Miguel y Eugenio, con León Gieco en el BARock, con Bernardo Baraj, venían unos monos increíbles”.
Las luces de la Ciudad
Aquellos primeros pasos lo impulsaron a llevar su arte a la Ciudad de Buenos Aires. San Telmo, Palermo y otros barrios, con boliches emblemáticos de principios de los 80, como La Peluquería o la vieja Trastienta y de a poco Walter fue siendo reconocido por sus pares: “Llevaba la música del oeste, mis canciones. Me fue conociendo la especie de underground de la época”. Ese reconocimiento le abrió las puertas a otros mundos musicales, principalmente, el mundo de los estudios de grabación y el trabajo de sesionista: “Me asocié al sindicato de músicos, empecé a estudiar piano, armonías. Ingresé al Conservatorio de Morón, pero largué porque me salían trabajos de sesionista en el folklore. Acompañé a Suna Rocha, a Sixto Palavecino, el maestro del violín. No seguí estudiando pero siempre hice cursos. Aproveché esos años jóvenes. Ahora tengo 51, en el 83 tenía 20 años. Estaba el Parakultural, el Rojas, Café Einstein, todo el rock. Y la naciente democracia, era imposible estar ajeno a todo eso. Habíamos tenido como diez años de mi adolescencia atravesados por el Proceso. Me sentí parte de toda esa movida de artistas. Ya estaba trabajando profesionalmente como guitarrista. Grabando con mucha gente de folklore”.
El primer trabajo como sesionista fue para un ícono del folclore argentino. Walter participó de la grabación del disco ‘El monte y su misterio’ de Sixto Palavecino y Suna Rocha, paralelamente participó del primer disco del músico cordobés Ica Novo que se grabó en el estudio Del cielito, ubicado en Parque Leloir, lo que lo llevó nuevamente a rodearse de otros músicos y conocidos del ambiente artístico: “Una noche estábamos grabando en Del Cielito, hacia como un grado o dos bajo cero. Y llegó el tenista Guillermo Vilas, que estaba grabando con su proyecto Dr. Silva, con músicos del oeste. Estaba Hugo Raca y Julio Sáez, el actual productor del Indio Solari. Y Cacho Darias, gran batero que ha tocado acá en La Cucha. Como sesionista, hice dos discos con un santiagueño, Coco Banegas. Uno de esos discos, ‘Allá vamos’, lo dirigí y tuve la suerte de estar ternado en los Premios ACE. No gané, ganó Mercedes Sosa, pero era que me empezaban a pasar cosas significativas”.
Con cientos de canciones en su repertorio, con cientos de horas dentro de los estudios de grabación y con el reconocimiento a su trabajo, Walter se lanzó a grabar sus propios discos. Si bien sus canciones ya eran conocidas y sonaban por él o por otros artistas, llegó el momento de grabar sus materiales propios. “En el 91 grabo mi primer disco. Me pasaba algo curioso. Si bien yo ya cantaba, siempre me pedían mis canciones otros artistas para cantarlas. No había computadoras ni nada así, por lo que me propuse hacer un disco para ingresar a SADAIC, legalizar, y tener un disco para dar mis canciones. Empecé a grabar en el 91, en el estudio Indigo. El disco se llamó ‘Rumbo a soles’. Son canciones folklóricas, 10 canciones, tocadas con guitarra y tienen la particularidad que las bases de percusión están grabadas en computadora. Es el primer disco de folklore en grabar todas las percusiones en computadora. Tengo el honor de ser uno de los primeros de tener folklore en computadoras. Fue una edición solo en casete, nada más. Y tenía cuatro buenas canciones que siempre me las pedían. Gente que no me conocía, uno de Santiago, otro del sur, otro de córdoba. Entonces me dije, acá algo pasa con esas canciones. Voy a seguir por ahí. Son las primeras que me dieron derecho de autor, las sigo cobrando. Es mi primer disco, me permitió salir con más seguridad con lo mío”.
El registro de sus canciones le permitió vivir de la música. Los derechos de autor, las colaboraciones, sus presentaciones y los trabajos como sesionista se hicieron su forma de vida. Tras el primer disco, editado finalmente en 1993, le siguieron varios más. En 2001 edita Texturas y supersticiones. Le sigue en 2010 Santerio, luego Versiones encontradas de 2013, y en este año lanzó Aspaviento.
Suar en pantalla chica y Lito Vitale en pantalla grande
La consagración llegó, así como la vocación, de la mano de la televisión y el cine. Primero fue a través de Adrián Suar, quién eligió una chacarera de Walter Soria para musicalizar segmentos de los programas especiales del Mundial de Fútbol 2006. Las ganancias le permitieron a Soria dedicarse más a si mismo, a su música y elegir los trabajos de sesionista.
Otro llamado, impensado, terminó de cambiar la vida del músico de Castelar: “El quiebre definitivo fue cuando me llamó Lito Vitale para incluir una canción mía en la película ‘Zonda, folklore argentino’, de Carlos Saura. Eso fue lo máximo. Me abrió muchas puertas”, destacó el músico sobre la convocatoria que recibió hace un año.
“Me habían dicho los músicos de Lito Vitale, que a él le gustaban mis canciones. Yo no le había dado un disco, escuchaba por youtube. Uno no lo cree, debe ser mentira. Siempre te dicen así. Lo cierto es que un día llamó Lito Vitale al celular. Dejó un mensaje. Fue muy claro. Quería incluir mi canción Gato Sachero porque fue seleccionada entre muchas otras y estaban de acuerdo que tenía que estar la mía. Lo tenía que llamar, lo llamé y me temblaban los dedos. Lo llamé, cuando me puse más tranquilo, lo llamé. No podía hablar, estaba nervioso. ‘Está buenísimo todo lo que desarrollas’. ‘Estábamos pensando que traigas la versión que quieras y la grabas en mi casa. Yo hago los ajustes de producción musical’, me dijo. Para mitad de septiembre me fui a grabar el audio y me encontré con un bajista ídolo, Marcelo Torres, que grabó con Spinetta. También grabe mi canción junto a Marian Farías Gómez el bombo y Lito Vitale el piano. Fue muy fuerte estar con él, no lo conocía. Me brindó él y su familia un trato increíble. En cuatro horas lo grabamos, así como se lo escucha en la película. Después Lito me mandó por mail la versión, con mucha humildad me preguntaba si me había gustado. La experiencia fue increíble, me cambió la vida, me dijo”, rememoró Soria, y continuó, “en octubre me llamaron los productores de España para empezar a filmar con Carlos Saura. No lo podía creer, llegó el día. Iban a ser 10 horas de trabajo intenso pero dedicados a grabar sólo mi canción. Me pidieron que me lleve tres vestuarios distintos. Que los zapatos me los daban ellos, por no sé qué. Era sólo vestuario. Llegué al estudio La Arenera, en La Boca, en el bajo. Entré a ese lugar y sentí una bendición. Es lo que todo artista quiere, el reconocimiento después de tantos años”.
Zonda, de Carlos Saura, muestra con su particular mirada el interior de la cultura musical argentina. Con una selección de artistas que, además de Walter Soria, incluye a referentes icónicos de la música como Jaime Torres, Soledad Pastoruti, Jairo, Luís Salinas, y hasta Pedro Aznar. La película se pre estrenó en marzo de 2015 en el Festival Europeo-Argentino Pantalla Pinamar 2015. “Fue un día re de verano, se proyectó en el complejo Oasis con público de todo el mundo. Imaginate cuando subí a hablar. Yo acostumbrado a tocar y cantar, tenía que hablar y me temblaban las piernas. Abajo estaba Graciela Borges, Leonardo Sbaraglia, Luis Puenzo, estaba el cine de todo el mundo. Me felicitaron de la embajada de Italia y es posible que vaya a una expo en Milano; también el embajador de España. El estreno se hizo en mayo en los espacios INCAA. Ahora viene el re lanzamiento de la película antes de la gira por Europa, a los festivales de Francia, San Sebastian, Cannes, Berlín…”, explicó el vecino.
El pasado y el futuro de Walter Soria
Vecino de Castelar desde su primera infancia, destaca el contraste de aquel pueblo donde jugaba a la pelota en los baldíos, a la ciudad colmada de edificios de estos días. “Si bien nací en capital, a los dos meses ya me había mudado cerca del plaza oeste. Eslovenia y Bustos. El barrio me da nostalgia. Hay un shopping donde estaba la textil Alfa. Y en frente había unos campos enormes donde jugábamos a la pelota, armábamos la cancha. Mi vida en Castelar era la libertad total, de agarrar la bicicletita, irme por la Gaona, que era de tierra e irme a unos campos que había en Villa Tessei a jugar a la pelota. Y volver al club El Porvenir de Curuchet. El otro club que quedaba a una cuadra de Vergara. Mucho a la pelota, mucho en bicicleta. Agarrábamos la bicicleta y nos veníamos a Udaondo donde estaban las quintas y alguno siempre tenía un amigo con pileta. Y si pichabas la rueda era volver caminando porque no había bicicleterías!”.
“Desarrollé mucha actividad en la escuela parroquial, tocaba mucho folklore. Y los festivales de Amanda Hoover, eran actividades muy intensas. Yo tenía muchos amigos ahí. Y también tenía los de fútbol del barrio. Eran dos mundos distintos. Eso me ayudó a crecer, tener visiones distintas de las cosas. Ir al cine. Había un par de cines en Morón. El último año que me sentía grande, con 17 lo cursé de noche, íbamos al Bowling y a ‘La Granca’, a Freeport. Había una canchita, El Presente le decíamos. Tiene que ver con la aparición de Diego Armando Maradona, es algo que se instaura en todos los argentinos. Íbamos a las 7 al Rivadavia para ver los partidos de Maradona en Japón. El rock siempre estuvo, los castelarenses lo tenemos claro, cada vez hay más artistas. Me gustaban mucho las bandas PLUS, Saundblanch, la Urraca, Saenz, Cacho Daniels. Vi unos cuantos conciertos de unos músicos de acá, Moby Dick, un trio. Eran como los dos referentes junto con Yuelze, que ahora somos amigos. Aucan, Viviana Scaliza. Nos encontrábamos en la Gran Castelar o en Freeport a ver distintos rockeros…”, recordó Walter de los referentes y artistas de la zona durante su adolescencia.
De su Castelar natal, su carrera lo llevará a conocer otros países y otros continentes. La película en la que participa ya confirmó su participación en festivales en Europa. Walter además espera de su futuro la posibilidad de tocar en muchos otros escenarios: “Lo que me queda pendiente es viajar, que me gusta mucho. Tocar un poco por Europa. En Estados Unidos ya toqué, me trataron muy bien, me gustó mucho, con Quique Coria. Está la propuesta de volver a tocar allá. Sería para el 2016. Si bien hay como un empuje con la película, también necesito parar un poco. No te olvides que son 40 años de trabajo. Desde el Luz y Fuerza de Morón hasta la película. Hubo metas que se cumplieron, ahora necesito disfrutar un poco. Tomar una cerveza en La Cucha. Ir a la Tarzán a tomar un café con leche. Volví después de mucho tiempo a vivir a Castelar. Estoy volviendo a relacionarme con los artistas de Castelar. Yo soy artista, músico. Soy cancionista, la música son canciones para mí. La música corre dentro de la canción y las letras también tienen música. La música para mí significa estar en contacto con una configuración de energía, una configuración energética. Yo aspiro a que la música sea impecable, sagrada, natural”, finalizó el músico Walter Soria.
Entrevista y fotos: Gabriel Colonna
Redacción: Leandro Fernandez Vivas
Gabriel Colonna
Fotógrafo
Fotógrafo. Programador Web. Emprendedor.
Fundador y Director Ejecutivo de Castelar Digital.
Socio Fundador de GAMA Taller de Imagen.
Socio Fundador de Ocho Ojos.
Leandro Fernández Vivas
Periodista
Técnico Universitario en Periodismo.
Director Periodístico en Castelar Digital.
Socio Fundador de Ocho Ojos.